El pasado 22 de enero, se cumplieron cincuenta años del fallo de Roe contra Wade, que supuso la despenalización del aborto en Estados Unidos en 1973 y su protección a nivel legal. Un hito para los demócratas y sus bases, que no dudaron en conmemorar tal evento.
Recordemos que el precedente de Roe contra Wade fue derogado el año pasado por el Tribunal Supremo que, en el caso Dobbs contra Jackson Women's Health Organization, acordó poner fin a la protección legal del aborto en Estados Unidos que ha imperado durante casi cinco décadas, de tal manera que, ahora cualquier Estado puede prohibir el aborto de manera integral si así lo desea, al igual que sería posible la aprobación de una ley federal que permitiera su derogación a nivel nacional.
No obstante, lo más llamativo de los actos de celebración demócrata fue la reaparición pública de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, coinciendo con la crisis de su jefe de filas, el presidente Biden, por el escándalo acerca del mal uso de la documentación clasificada.
Para tratar de recuperar el impulso electoral, la vicepresidenta arengó a las radicales bases abortistas de su partido. En un discurso en Tallahassee, la capital del Estado de Florida, Kamala atacó a los republicanos con el siguiente tenor (introducir video):
"Los republicanos en el Congreso ahora piden una prohibición del aborto en todo el país, algunos incluso desde el momento de la concepción. El derecho de todas las mujeres en todos los Estados de este país a tomar decisiones sobre su cuerpo está en juego. Lo he dicho antes y lo diré de nuevo: ¡Cómo se atreven! ¡Cómo se atreven!"
Kamala también aseguró que los defensores del aborto “estamos en el lado correcto de la historia” y exigió al Congreso que adopte una legislación que permita consagrar el aborto como derecho a nivel federal.
La vicepresidenta fija el aborto como su principal bandera para tratar de impulsar sus bajos niveles de popularidad
La falta de carisma y tirón de Kamala ha sido una constante en su salto a nivel nacional. Ya en las primarias presidenciales demócratas de 2020, que encumbraron a Biden como candidato, la campaña de Kamala fue un auténtico desastre y retiró su candidatura antes incluso de las primeras votaciones. Su ulterior apoyo a Biden le valió para convertirse en su compañera de ticket electoral y futura vicepresidenta. A pesar de ser la primera mujer en alcanzar tal puesto, y de gozar de un perfil de diversidad racial muy valorado por su partido, Kamala no ha logrado despegar, ni entre las bases de su propio partido ni entre el electorado general. Una situación que no ha conseguido alterar desde asumió la vicepresidencia hace ya más de dos años, donde su gestión como principal responsable de política migratoria que devino en la mayor crisis humanitaria en la frontera con México y sus grandes fracasos en política exterior, particularmente en Asia, en cuanto a la contención del avance de China, no han hecho sino dificultar sus aspiraciones presidenciales.
Sin duda, la mejor opción para Kamala sería la renuncia de Biden antes de terminar su mandato, que le permitiría acceder de forma automática a la presidencia y poder preparar la campaña presidencial desde la Casa Blanca, lo cual le posibilitaría contrarrestar su escasa popularidad con la autoridad que confiere la presidencia, dado que en EEUU los presidentes en ejercicio suelen ser elegidos como candidatos de sus partidos sin apenas debate, sean más o menos populares en el conjunto del país.