La semana pasada, el Senado estadounidense, dominado por los demócratas, fracasaba en su intento de condenar al expresidente Trump en el segundo procedimiento de impeachment promovido contra él, al quedarse lejos de obtener los dos tercios necesarios de los votos que se requería para este fin. El objetivo demócrata era condenar al expresidente que ya no ocupa el cargo, para impedir que pudiera volver a presentarse a la presidencia, una interpretación de la ley que, como ya denunciamos, tenía grandes visos de inconstitucionalidad.
La votación se saldó con 57 votos a favor y 43 en contra. Votaron a favor los 50 senadores demócratas a los que se unieron siete senadores republicanos, y en contra los restantes 43 senadores republicanos. El resultado demuestra la notable fuerza de que goza el trumpismo en el bando republicano, a pesar de la cacería emprendida contra el expresidente. La clave se encuentra en el apoyo masivo entre las bases republicanas a Trump. En cuanto al impeachment, un 78% de los republicanos se oponía al mismo, es decir, solo una exigua mayoría dentro del partido lo avalaba. Además, es relevante señalar que el 72% de los republicanos considera que Joe Biden llegó a la Casa Blanca gracias al fraude electoral y la amplia mayoría, un 57%, considera que Trump debería ser el candidato republicano a la presidencia en 2024. Esta cifra es especialmente sorprendente ya que nunca un presidente que no ha sido reelegido ha tenido una cifra tan alta de apoyo para ulteriores elecciones presidenciales.
Severa reprimenda por parte de las bases y líderes republicanos a los siete senadores del partido que votaron a favor de condenar a Trump
Este apoyo masivo a Trump en el seno republicano, ha llevado al partido a cuestionar el voto de los siete senadores republicanos que sí optaron por condenar al presidente. Veamos sus credenciales.
En el caso de los senadores por Carolina del Norte, Richard Burr, y por Pensilvania, Pat Toomey, ambos no se presentan a la reelección el año que viene. A pesar de ello, el Partido Republicano de Carolina del Norte y el de Pensilvania respectivamente han censurado a ambos como consecuencia de su voto.
En el caso de Burr, llama la atención que sea ahora un héroe para el progresismo por su voto contra Trump, cuando precisamente el año pasado fue investigado por el FBI por abuso de información privilegiada, por haber vendido masivamente acciones antes de los confinamientos domiciliarios por la pandemia. La cuestión no es baladí ya que Burr era el presidente del Comité de Inteligencia del Senado en esa época y se vio obligado a dimitir de ese puesto por el escándalo. Ahora, sin embargo, el odio a Trump es un pegamento tan fuerte que la progresía le considera un héroe.
El mismo destino han seguido los senadores Ben Sasse, de Nebraska y Bill Cassidy, de Luisiana, que también han sido censurados por sus partidos republicanos estatales.
En el caso de la senadora progresista republicana por Maine, Susan Collins, el partido de su Estado decidirá si le censura o no. Dado que Maine es un Estado esencialmente progre y del mismo modo el Partido Republicano estatal también lo es, es la única de los senadores que quizás pueda evitar la reprimenda por su voto.
Pero sin duda, los dos senadores más afectados por su voto serán el excandidato presidencial y senador por Utah, Mitt Romney, y la senadora por Alaska, Lisa Murkowski, quienes además de la reprimenda de las bases republicanas, serán desafiados en las elecciones primarias. En el caso de Murkowski, su voto contra Trump, abona el terreno para que en las primarias republicanas para su escaño por Alaska del año que viene, se presente la exgobernadora de Alaska y excandidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin.
En el caso de Romney, su escaño por Utah también peligra, dado que, en las próximas primarias, será retado por el popular excongresista por Utah y actual analista de Fox News, Jason Chaffetz.
Todo apunta a que los demócratas encaminarán la persecución contra Trump hacia los tribunales
La fuerza del trumpismo se demuestra también de cara a las elecciones estatales en 2022. Así, importantes aliados del expresidente han anunciado su entrada en contiendas electorales. Es el caso de la exsecretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, que ha anunciado que se presentará a gobernadora de Arkansas, anunciando que quiere ser el dique de contención contra la “izquierda radical que manda ahora en Washington”.
También es el caso de la congresista por Nueva York, Elise Stefanik, una de las legisladoras que impulsó las demandas contra el fraude electoral en las elecciones presidenciales, quien está previsto que anuncie su candidatura a gobernadora de Nueva York para enfrentarse al actual gobernador demócrata, Andrew Cuomo. Cabe recordar que Cuomo, quien otrora fuera considerado el héroe progresista durante la pandemia y modelo a seguir según los demócratas en la gestión de la misma frente a Donald Trump, está siendo ahora investigado por haber ocultado la mitad de las muertes en las residencias de ancianos de su Estado durante la pandemia.
A pesar del fracaso demócrata al haber naufragado el segundo impeachment contra Trump, el linchamiento no cesa y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha anunciado la creación de una comisión para investigar el asalto al Capitolio similar a la comisión que investigó los atentados del 11 de septiembre de 2001, con el objetivo de perpetuar el linchamiento mediático a Trump… si hace falta hasta las elecciones presidenciales de 2024.
No lo duden, el Nuevo Orden Mundial (NOM) nunca cesará en su empeño de destruir a Trump. Todo apunta a que la próxima gran batalla contra el expresidente se librará en los tribunales. ¿Por qué razón o por qué delito? Nadie lo sabe, solo hace falta que la progresía mundial utilice sus medios para ello. Cualquier Fiscal General estatal del Partido Demócrata sectario e ideologizado será el instrumento para ello.