Pedro Sánchez, como buen ególatra, presenta una nota distintiva casi evidente: cuando más débil está políticamente, cuanto peor es su gestión, que nos ha llevado a la ruina... más habla. No calla ni en la ducha y no sufre de afonía.
El debate, seis horas largas, del que el presidente del Gobierno ocupó algo más de la mitad, del miércoles 8 de junio, en el Congreso de los Diputados, tuvo dos asuntos: Ucrania y el Sahara. De este segundo sólo diré que apenas unas horas después de que Sánchez exhibiera una actitud chulesca dede el estrado, acerca de su no-viraje respecto al Sahara, Argelia rompía el tratado de amistad hispano-argelino. Al parecer, al Gobierno de Argel no le convenció la actitud arrogante de don Pedro.
Putin es el causante de la guerra pero no es el único culpable. Y la otra pregunta es: ¿qué representa Volodomir Zelensky?
Pero ahora me interesa más Ucrania, que no es la única guerra del Planeta pero sí, hay que reconocerlo, la más peligrosa.
En el precitado debate del jueves, bajo una apariencia de sensatez nacionalista, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, tan mimado por Sánchez, porque fue quien le llevó a La Moncloa en la moción de censura, exhalaba una barrabasada de órdago desde la tribuna: según él, la guerra de Ucrania no puede acabar en un tratado de paz ente iguales, sin vencedores ni vencidos, porque los rusos necesitan saber que han perdido.
Me recordaba la entrevista periodística de un antiguo diplomático en la Rusia de Putin, quien aseguraba que, a medida que los rusos pierden terreno, mayor será la tentación de Putin de acudir al armamento nuclear. Es decir, que lo que el sabio Esteban asegura es justo lo contrario de lo que hay que hacer.
Asistimos al fraude Sánchez: el propio gobierno ucraniano se ríe de su "solidaridad", magra y sin compromiso. El problema del Sanchismo es doble: lo que dice y lo que hace, su incoherencia teórica y su incoherencia práctica
Miremos ahora al conjunto del hemiciclo. Otra vez la derecha española se equivoca en el análisis mientras la izquierda española milita en el error. La derecha critica a Moncloa pero también se apunta al anti-Putin porque así lo hace Bruselas. El pro-comunista Pedro Sánchez acusa a Vox de apoyar a Putin, a pesar de que Santiago Abascal ha solicitado que el Congreso condene directamente a Putin. Es decir, Abascal apoyaría a Putin, según Moncloa, mientras Sánchez apoya a Zelensky, en una ceremonia de la confusión, de dimensión europea y hasta global, que, al rebufo de la guerra de Ucrania lleva a preguntarse: ¿Quién son los nuestros?
Mire usted, empecemos por el final: El problema de la civilización cristiana occidental no está en Moscú, sino en Washington y en Bruselas. Vladimir Putin es el causante de la guerra pero no es el único culpable. Y la otra pregunta es: ¿qué representa y a quién representa Volodímir Zelensky? ¿A un occidente en decadencia que ha abandonado sus principios?
De puertas adentro, asistimos a esta confusión global concretada en España en el fraude Sánchez: el propio gobierno ucraniano se ríe de su "solidaridad", magra y sin compromiso. Porque el problema del Sanchismo es doble: lo que dice y lo que hace, su incoherencia teórica y su incoherencia práctica, contradice la realidad con sus palabras... y encima no cumple su palabra. Putin bueno, Zelensky malo, presumo de solidaridad con Zelensky y los ucranianos braman contra su solidaridad mínima.
Esto parece una guerra de todos contra todos pero, en realidad, la guerra de Ucrania no es más que el resultado lógico de la descristianización del mundo. Y el proceso no ha hecho más que empezar
Esto parece una guerra de todos contra todos pero, en realidad, la guerra de Ucrania no es más que el resultado lógico de la descristianización de Europa, que es la clave del mundo. Y el proceso no ha hecho más que empezar.
Putin ha provocado la guerra de Ucrania con su cruel invasión pero Occidente, Bruselas y Washington, se han portado injustamente con Rusia, a la que han menospreciado y, no sólo eso, con la que no han cumplido sus acuerdos. Ya lo hemos dicho otras veces en Hispanidad: el día en que cayó el muro de Berlín, Occidente (y cayó gracias a Polonia y a San Juan Pablo II, de los que hoy abomina Bruselas) Europa y Estados Unidos debieron ganarse a Rusia para su bando, alargando sus fronteras por toda Siberia hasta China, desde San Francisco hasta Vladivostok. Y si quieren, le añaden Japón y la muy occidental ex-provincia española de Filipinas. El enemigo de Occidente es Oriente, como su mismo nombre indica y Oriente son Delhi, cada vez más peligrosa, y Pekín, con el añadido de esa herejía cristiana que es el Islam.
No olvidemos que la filosofía que subyace a este desastre es la misma: Putin cree en algo mientras la Europa libre ha dejado e creer en Cristo y ya no cree en anda, salvo en las tontunas progres de Pedro Sánchez.