Las convenciones nacionales constituyen el principal evento de la campaña electoral norteamericana. En la misma, se designa a los candidatos a presidente y vicepresidente y las principales figuras del partido intervienen en apoyo de los elegidos.
La Convención Nacional Demócrata, que ha entronizado a Joe Biden y Kamala Harris como candidatos a presidente y vicepresidenta, ha resultado una de las más letárgicas que se recuerdan. Particularmente reseñable es el escaso impacto que han tenido los discursos de los compañeros de ticket electoral. A pesar de los esfuerzos de los medios de comunicación por promocionar a Kamala, la candidata ha pasado sin pena ni gloria durante la Convención.
Sin duda, las estrellas del evento, muy a pesar de los presuntos protagonistas, han sido el matrimonio Obama y ni Barack ni Michelle han tenido ningún reparo en robarle el protagonismo a los candidatos.
Particularmente sorprendente ha resultado el discurso de la exprimera dama, Michelle Obama, quién más que dar su apoyo al tándem Biden-Harris, parecía estar promocionando su propia campaña presidencial para 2024, para el caso de una eventual derrota demócrata en noviembre. En su discurso, Michelle calificó a Trump como el “presidente equivocado”. Por su parte, el presidente Trump no tardó en responder a Michelle: “Que alguien explique a @MichelleObama que Donald J. Trump no estaría aquí, en la hermosa Casa Blanca, si no fuera por el trabajo realizado por su esposo, Barack Obama”.
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El guión de unidad orquestado por el aparato demócrata se quebró con el discurso de la congresista antisistema por Nueva York, Alexandria Ocasio Cortez. En su intervención afirmó que “En un momento en que millones de personas en los Estados Unidos están buscando soluciones sistémicas profundas a nuestras crisis de desalojos masivos, desempleo y falta de atención médica, en el espíritu del pueblo y por el amor a todas las personas, aquí apoyo la aspiración del senador Bernard Sanders de Vermont para presidente de Estados Unidos”. Así, no solo es que apoyara a Bernie Sanders, principal rival de Biden en las primarias demócratas, sino que ni siquiera mencionó al candidato presencial demócrata.
El discurso más personal de toda la convención fue el de la esposa de Joe Biden, Jill, quién presentó a su marido. Finalmente, Biden cerró la convención, asumiendo la candidatura. En este punto, conviene lanzar una mirada al pasado, para poder entender el presente. Debemos analizar la dilatada carrera política del candidato presidencial demócrata, Joe Biden. En primer lugar, ejerció como senador por el Estado de Delaware entre 1973 y 2009, y posteriormente como vicepresidente de los Estados Unidos, entre 2009 y 2017, durante la presidencia de Barack Obama.
La historia del candidato presidencial demócrata es el relato de la evolución ideológica del Partido Demócrata, desde el conservadurismo hasta el progresismo radical de nuestros días.
En 1974, un año después de ser legalizado el aborto en Estados Unidos, tras la sentencia del Tribunal Supremo, conocida como Roe vs Wade, el joven Senador Biden afirmaba sin tapujos que el Supremo había ido demasiado lejos y que una “mujer no tenía derecho a decidir por sí misma sobre su cuerpo”. Posteriormente, en 2006, afirmaba que “no consideraba el aborto como un derecho, sino como una tragedia”. Finalmente, en 2020, en plena campaña presidencial, Biden no duda en calificar el aborto como un derecho. De hecho, el año pasado llegó a apoyar la supresión de la Enmienda Hyde, que impide destinar fondos públicos para la financiación de abortos. Un hito notable, dado que Biden promovió su aprobación en 1976 y defendió la misma durante más de cuatro décadas.
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De igual manera, en cuanto a la pena de muerte, Biden pasó de defender la misma en los años noventa como un método eficaz para la lucha contra el crimen, a manifestar ahora en la campaña presidencial que debería derogarse.
En materia de ideología LGTBI, el cambio de Biden es si cabe más acusado. En el año 1996, durante la Presidencia del demócrata Bill Clinton, el senador Biden votó a favor de la adopción de la Defense of Marriage Act, una ley promovida por la Casa Blanca demócrata, que definía el matrimonio como una unión entre hombre y mujer y prohibía el matrimonio homosexual. En 1993, Biden votó a favor de impedir la admisión de personas homosexuales en el Ejército de Estados Unidos. Dicha medida se ratificó en la denominada política “Don’t Ask, Don’t Tell”, adoptada por el presidente Bill Clinton y apoyada por Biden, que impedía que los miembros de las fuerzas armadas pudieran declararse abiertamente homosexuales. En 2011, dicha política fue suprimida por orden de tribunales federales. Dicha eliminación contó con el apoyo del presidente Obama y del ya entonces vicepresidente Biden. De nuevo, Biden cambió todos sus postulados, apoyando a partir del 2013 el matrimonio homosexual, y llegando a afirmar en 2017 que “el matrimonio tiene que ver con quién amas, con independencia del género”.
En relación con la política racial, la actual posición de Biden como abanderado del movimiento marxista ‘Black Lives Matter’ resulta también contradictoria si analizamos su historial político. En los años 70, Biden se opuso a los denominados “autobuses contra la segregación”, que permitían el acceso a los autobuses sin distinción racial. Llama la atención que fue precisamente Kamala Harris, actual compañera de ticket electoral de Biden, quién le calificó como racista durante uno de los debates de las primarias demócratas por este motivo. Recientemente, Biden afirmaba que su posición se debía a que los electores de su Estado (Delaware) se oponían abiertamente a la integración y coexistencia entre blancos y negros. Un claro ejemplo de la escasa coherencia política de Biden. Pero no acaba aquí el cuestionable historial de Biden en tan espinosa materia. En 1977, llegó a afirmar que “las políticas contra la segregación harían que sus hijos crecieran en una jungla racial”, como recoge Business Insider.
Recientemente, este mismo año, Biden causó estupor en una entrevista en el programa The Breakfast Club del presentador afroamericano Charlamagne, al afirmar “Te diré que si tienes un problema para saber si estás conmigo o con Trump, entonces no eres negro”, como informó CNN.
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En lo que respecta a la política criminal, en 1994, de nuevo durante la presidencia de Bill Clinton se aprobó la “Violent Crime Control and Law Enforcement Act of 1994”, ley de la que fue redactor y ponente Joe Biden, como presidente del Comité Judicial del Senado. Dicha ley supuso el mayor incremento del número de policías y de la financiación de los cuerpos policiales en la historia de Estados Unidos. Biden calificó esa legislación, de la que fue promotor, como “la necesaria mano dura que necesitaba el país para luchar contra el crimen”. Sin embargo, Biden ha afirmado durante la presente campaña presidencial de 2020, que dicha legislación era racista y ha abanderado al movimiento liderado por las facciones antisistema del Partido Demócrata, para eliminar la financiación de la policía.
Así es el ya oficial candidato presidencial demócrata, Joe Biden, una historia viva de la deriva del Partido Demócrata hacia el progresismo radical y un paradigma de la incoherencia política. De ser elegido presidente Biden, Estados Unidos, la única gran potencia occidental que no ha abrazado el pensamiento único, seguiría el mismo camino que el Partido Demócrata.