Una moción de destitución formada por el republicano por Florida, Matt Gaetz, a la que se sumaron otros siete republicanos y los demócratas de la cámara -estos últimos imagino que con singular entusiasmo- ha tumbado al presidente del Congreso, Kevin McCarthy, la mayor autoridad del Partido Republicano en Estados Unidos, el número tres, en el momento presente. 

Los ocho republicanos 'traidores' han perpetrado un horror político... pero actuando sobre una buena razón económica: terminar con la política global de despilfarro. 

Es fácil de explicar, los ocho, que no son de extrema derecha, como repiten como papanatas tantos medios españoles, sino lo que en Estados Unidos se conoce como libertarios (ya saben, de los que no les gusta que haya bancos centrales y esas cosas), exigían que se cumpliera la ley del techo de gasto, que, un año sí y otro también, con gobiernos republicanos o demócratas, se violentaba. Ya saben, en una era de políticos derrochadores, el inquilino de la Casa Blanca gasta más de lo presupuestado y luego chantajea al Congreso: o me das dinero o cierro la Administración pública.

Dejando a un lado que algunos sospechan que no pasaría anda si se cerrara lo público, sobre todo en Estados Unidos, lo cierto es que lo querían los congresistas que han forzado la marcha de McCarthy era, simplemente, que se cumpliera la ley. McCarthy no les hizo caso y atendió al chantaje demócrata y estos se han vengado.

Un error político porque han entregado la cabeza del empleado de más alcurnia del Partido Republiano y la han depositado en las manos de Joe Biden. Pero un acierto económico porque la próxima crisis mundial será crisis de deuda, que no es más que la hija del déficit público.

Piensen: ¿se le permite a una familia gastar más de lo que gana? No debe ni puede. Pero al Estado, o sea, el gobierno sí, porque el presidente o el ministro de Hacienda saben que no lo pagarán ellos: lo pagaremos todos.

Error político, acierto económico.