Hay dos tipos de regímenes democráticos: aquellos en los que el pueblo elige al legislativo y los señores diputados deciden el gobierno y aquellos en los que el pueblo elige directamente al primer ministro, al Ejecutivo. En ambos existe jefe del Estado, sea monarca o presidente de la República, para jugar un papel moderador.
Giorgia Meloni, primera ministra italiana, quiere cambiar del primero al segundo.
Las ventajas del régimen presidencialista son dos:
1.El pueblo elige directamente al mandamás. En una o en dos vueltas.
2.Se evita el mercadeo de votos postelectorales que tantas veces pervierten el voto de los ciudadanos. Mismamente, lo que ahora mismo vivimos en España, con un Pedro Sánchez, segundo en la clasificación, dispuesto a vender su alma al diablo con tal de conseguir mantenerse en poder.
Buena prueba de ello es que Italia ha tenido 68 gobiernos en 70 años.
Los más cachondos aseguran que esta inestabilidad es positiva, porque así es como no hay gobierno que mande y la sociedad civil es mucho más libre y se organiza mejor. Ganas me dan de apuntarme a esta tesis pero, hombre, si a eso vamos, mejor suprimir las elecciones o reducir el mundo institucional al mínimo imprescindible: ¡Cielo Santo, todavía me están dando más ganas de afiliarme a este bando!
En cualquier caso, en un sistema presidencialista, o donde el pueblo elige directamente al Ejecutivo, resulta que el chantaje nacionalista que hoy vivimos en España no sería posible.
¡Viva Meloni! Tenemos que imitarla.