Discurso sobre el Estado de la Nación, por Joe Biden, madrugada española del 8 de marzo. Hemos escuchado a un presidente electoralero, poco institucional, obsesionado contra Donald Trump y demagogo con el feminismo y la estupidez woke hasta unos extremos curiosamente hilarantes. Pero centrémonos en las dos ideas-fuerza con las que el jovencito de la Casa Blanca pretende reeditar mandato. Y ojo, que puede conseguirlo: el aborto y la guerra. Lo que siempre se ha tratado en las campañas electorales estadounidenses: moral interior y política exterior.
Biden es la demostración palpable de que el problema del mundo no está en el Oriente panteísta: el problema es un Occidente cristiano degenerado
La presidencial alocución se resume fácil: durante su intervención ante el legislativo, Biden se entusiasma con la matanza de inocentes mientras en la guerra de Ucrania reivindica el nuevo papel de Estados Unidos en el mundo: no envío soldados pero te envío armas. Los muertos ponlos tú, Ucrania.
Es decir, lo más repugnante del nuevo Estados Unidos de Biden: cruel con la criatura más inocente y más indefensa, la del concebido y no nacido, como no lo ha sido ningún presidente norteamericano, ni demócrata ni republicano y prometiendo que defenderá a Ucrania del malvado Putin, enviando armas.
La grandeza de Estados Unidos, ya desde la I Guerra Mundial, lo que le ha permitido ser aceptado por Europa como la primera potencia mundial, ha sido, precisamente, que en las dos guerras mundiales, y aún después, en Corea y Vietnam, etc, USA envió a sus soldados a combatir por una buena causa: por la libertad, valor cristiano. Y muchos estadounidenses se dejaron la vida por defenderla. Pero la gran nación norteamericana ya no arriesga, ya no aporta vidas, sólo trafica con armas... y a eso lo llama Biden solidaridad con Ucrania. Reniega de los diputados republicanos porque se niegan a seguir enviando armas: pues bien que hacen los republicanos. Lo de Biden es traficar con armas y que los ucranianos pongan los muertos: ¿indefinidamente?
Joe Biden recuerda el aforismo clásico: 'Corruptio optimi, pessima' (la corrupción de lo mejor es lo peor)
Y la otra postura, la que resultaría propia de alguien que, desgraciadamente, se sigue confesando católico, como Joe Biden, consiste en no pactar la paz con un Vladimir Putin, que es una bestia, sí, pero es occidental, al que hay que atraerse a la civilización cristiana y no demonizarlo.
El Debate sobre el Estado de la Nación celebrado la pasada madrugada demuestra, una vez más, que el problema no está en el Oriente panteísta: el problema es un Occidente cristiano degenerado. El aforismo clásico que mejor responde al momento actual del mundo es el aforismo clásico: 'Corruptio optimi, pessima' (la corrupción de lo mejor es lo peor).
El Occidente cristiano tiene un grave problema con el católico Biden.