El Papa Francisco ha dicho que chechenos (musulmanes mercenarios al servicio de Moscú) y buriatos (región donde abundan los hinduistas mercenarios de Moscú) son capaces de cometer muchas atrocidades. Esto no es cierto, porque no sólo son capaces, es que las han cometido.
Pero el asunto no ha gustado mucho al ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, porque resulta que es verdad, y la verdad es algo que escuece mucho. Y entonces el Papa ha pedido autoridad y que ha sido muy poco caritativo.
La verdad es que Francisco lleva mucho tiempo pidiendo a Moscú que está dispuesto a actuar como mediador para conseguir un acuerdo entre Moscú y Ucrania, pero el nacionalismo de Putin está degenerando en panteísmo y eso resulta muy preocupante.
Moscú está empeñado en que la iglesia ortodoxa rusa se enfrente a Roma. En la misma línea que cuando aquel empresario catalán independentista me dijo que lo del cristianismo era cosa de Rouco, cosa de España. Pues eso, el catolicismo romano es cosa de Europa occidental. Ellos son ortodoxos.
Lo peor que nos podía ocurrir es que Putin, que ya siente demasiado amor por la madre Rusia empiece a adorar al ídolo ruso. A fin de cuentas, el nacionalismo no es más que una de las mucha formas de panteísmo: en lugar del todo es dios pasamos a Rusia es dios. De ahí a la guerra nuclear sólo hay un paso. Por amor a Rusia.
Ahora bien, esto no es una crítica al Papa Francisco, Putin doblegó al terrorismo checheno, pero ahora no puede recrear la bestialidad chechena por el hecho de que sirvan al ejército ruso. No vale cualquier aliado.
En cuanto a las críticas bobitas de Serguéi Lavrov al Papa, bueno, tampoco son relevantes. Pero el panteísmo acelerado de Putin, eso sí, eso es terrible. El hombre que antepone su nación a su dios es peor que cualquier ateo.