Lo plateábamos ayer en Hispanidad, ¿Cuántos asesinatos, cuántas violaciones, se necesitan para aceptar que no todos los inmigrantes son refugiados con derecho a asilo? El detonante fue lo ocurrido en Solingen (Alemania) y hasta el presidente socialista alemán, Frank-Walter Steinmeier, ha dicho que no puede permitirse que un refugiado-inmigrante asesine a tres alemanes con un cuchillo y que termine con las fiestas tradicionales y la cultura alemana (Festival de Solingen).

Como era de esperar, y tal como ocurrió con el asesinato de Mateo en España y con los apuñalamientos en Reino Unido, la reacción de otros partidos, y sobre todo en la prensa española que narra los hechos, ha sido bien distinta: relatan cómo la ultraderecha aprovecha este pequeño incidente para plantear una política migratoria racista.

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Tras los asesinatos de Solingen, Alemania, al menos, se replantea endurecer el derecho de asilo y eso es intolerable y fascista. Pero lo curioso de todo esto es que no es un ultraderechista el que lo dice, sino el canciller alemán, Olaf Scholz, socialista y amigo de Sánchez y de la progresía de Bruselas. 

Olaf lo prometió este lunes: intensificar las deportaciones y reducir la inmigración irregular durante una visita a Solingen. “Siento ira, mi ira se dirige contra los islamistas. Tienen que saber que no cesaremos en su persecución”, afirmó Scholz. “Tendremos que hacer todo lo posible para garantizar que aquellos que no pueden y no se les permite quedarse en Alemania sean repatriados y deportados”.

Y se sumó el alcalde de la ciudad, Tim Kurzbach, también socialista: “Se trata de terrorismo, de terrorismo contra todos nosotros y contra nuestra forma de vivir. Eso es algo a lo que no podemos acostumbrarnos y que no vamos a tolerar nunca”.

Así tenemos a dos socialistas dispuestos a endurecer las políticas de asilo e intensificar las deportaciones, y siendo acusados por los medios extranjeros de fascistas. Pero Alemania y Olaf tienen un gran problema, las intenciones están muy bien pero la situación es muy complicada. La Guerra de Siria comenzó en 2011 y los europeos, en un alarde de progresismo al que no dudó en apuntarse la ex canciller alemana Angela Merkel, hicieron política de brazos y fronteras abiertas, dejando pasar a nuestros países multitud de 'refugiados'. La realidad era bien distinta, muy resumido: Bashar al-Ásad se quedó muy a gusto con lo que nos mandó, y encima sin irregularidades, todo muy democrático y legal, Europa acogió con todas las de la ley, en forma de refugiados de guerra y gracias al asilo sin medidas, a unos cientos de miles de amables muchachos en edad de luchar en guerras que eran completamente fieles al islam.

Ahora, los ciudadanos europeos que no decidimso ni tuvimos nada que ver con lo que hicieron y decidieron desde Bruselas, disfrutamos en nuestras calles de esos amables muchachos y sus costumbres. A España no llegaron tantos, nosotros somos más de los chavales de Mohamed VI, pero Alemania fue el gran destino para los sirios islamistas, ahora, Olaf, quiere echarlos y endurecer las entradas, ¿y cómo vas a echar a los que ya están viviendo en el país?