Durante los últimos cuatro años, les hemos contado en nuestra crónica semanal el calvario que ha sufrido el ahora presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Una persecución judicial, política y mediática que ha alcanzado su clímax durante la campaña presidencial, hasta el punto que el republicano ha sufrido tres intentos de asesinato durante la carrera presidencial.
Estamos acostumbrados últimamente a escuchar el término ‘acontecimiento histórico’, lo cual ha hecho que, en cierta medida, dicha expresión haya perdido su correcto significado. Sin embargo, la victoria y regreso de Trump a la Casa Blanca sí supone una auténtica cita para la historia, dado que habría que remontarse hasta el siglo XIX, cuando el entonces expresidente Grover Cleveland se midió al presidente Benjamin Harrison, quien le había arrebatado la Casa Blanca en las presidenciales cuatro años antes. Cleveland se cobró la venganza y le venció en 1892, convirtiéndose en el único presidente que ha ejercido en dos mandatos no consecutivos, una hazaña que sólo Cleveland había logrado en la historia de Estados Unidos y que acaba de repetir Donald Trump… 132 años después.
Los republicanos han obtenido lo que en Estados Unidos se califica como un “landslide victory” o victoria arrolladora. Ciertamente, como contamos en Hispanidad en nuestra última crónica antes de las elecciones del pasado martes, Trump se encontraba mejor situado en los sondeos que en las presidenciales de 2016 y 2020, y la cuestión es importante, dado que si algo demostraron las anteriores citas electorales y ha confirmado esta es que existe un gran voto oculto a favor del republicano.
Según los sondeos, había empate técnico en voto popular entre Donald Trump y Kamala Harris, y el republicano aventajaba a la demócrata en menos de un punto en el conjunto de los Estados clave. Sin embargo, a la hora de la verdad, lo que han determinado las urnas es una mayoría aplastante de Trump, que ha superado ampliamente a la demócrata en voto popular y que se ha hecho con todos los Estados clave en liza (Arizona, Georgia, Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin, Pensilvania y Nevada) por porcentajes muy superiores a lo que indicaban los sondeos.
Si algo demostraron las anteriores citas electorales y ha confirmado esta es que existe un gran voto oculto a favor del republicano
La victoria conservadora ha sido tal, que incluso en Estados donde se esperaba una victoria del republicano entre 5 y 9 puntos como Ohio, Florida o Texas, el margen ha sido mucho mayor, con una ventaja sólida de entre 12 y 14 puntos. Y no sólo eso, los demócratas han tenido pobres resultados en feudos progresistas. Es el caso de Virginia, Nuevo México, Nueva Hampshire o Nueva Jersey, donde se han impuesto por márgenes más reducidos de lo habitual, hasta el punto que algunos analistas demócratas incluso pensaban que podían perder también aquí a la vista del devenir de la noche electoral.
Trump ha mejorado sus resultados de 2016, dado que en esta ocasión ha vencido en el voto popular y ha obtenido más delegados aún en el colegio electoral, alcanzando los 312, superando su propia marca previa, y constituyendo el mejor resultado electoral para los republicanos desde los años ochenta, donde primero Ronald Reagan en 1980 y 1984 y luego George Bush padre en 1988 obtuvieron mayorías aplastantes para los republicanos.
La victoria de Trump guía el camino del futuro para el Partido Republicano. Frente al tópico progresista de considerar a la formación de Lincoln como un partido de hombres blancos, los resultados ciertamente revelan que el espectro de voto conservador es mucho más amplio, tanto a nivel de raza como de género. Así, además de consolidar su mayoría clara en el electorado blanco, un 57% ha votado republicano, dicha mayoría lo ha sido tanto en hombres como en mujeres, el 60% de los hombres y 53% de mujeres de esta raza han votado a Trump.
Trump ha logrado el mejor resultado electoral para los republicanos desde los años ochenta
En el caso de los hispanos, Trump ha obtenido el 46% de los votos, el mejor resultado de la historia de la formación conservadora, superando incluso el porcentaje obtenido por Bush hijo en las presidenciales de 2004, y Trump ha sido el candidato más votado por los hombres hispanos, con una mayoría del 55%, y también ha obtenido un relevante 38% entre las mujeres hispanas.
La cuestión migratoria ha influido y mucho en el electorado hispano, y no precisamente cómo habían afirmado los progresistas. En Texas, el segundo estado más poblado del país, donde los hispanos son el principal grupo demográfico, constituyendo más del 40% de la población, y siendo el Estado que más ha sufrido la crisis en la frontera sur generada por la inacción de la Administración de Joe Biden y Kamala Harris, los hispanos han respaldado mayoritariamente a Trump, que ha obtenido el 55% de los votos.
En el plano religioso, Trump ha obtenido una victoria aplastante tanto entre los protestantes como entre los católicos, obteniendo el 63% y el 58% de los votos respectivamente, cuestión decisiva dado que los cristianos en conjunto, suponen dos terceras partes del electorado.
El único grupo demográfico donde los demócratas siguen manteniendo una incontestable mayoría son los afroamericanos
Sin embargo, y pese a que los demócratas vienen tiempo afirmando que son el partido de la diversidad, los resultados demuestran lo contrario. Además de seguir siendo minoritarios entre los blancos, y haber perdido gran parte del apoyo de los hispanos, donde han pasado de una mayoría aplastante a pírrica, el único grupo demográfico donde siguen manteniendo una incontestable mayoría son los afroamericanos, donde han obtenido el 85% de los votos. Algo preocupante, dado que los afroamericanos suponen apenas el 12% de la población, y su crecimiento está estancado, al contrario que los hispanos, que son cerca del 20% de la población y crecen anualmente.
En el plano religioso, los demócratas únicamente han obtenido un buen resultado en el electorado no religioso, alzándose con el 71% de los votos, y entre los judíos, el grupo más progresista de la primera potencia mundial, conquistando Kamala Harris el 85% de los sufragios.
Y la victoria no se ha limitado a las elecciones presidenciales, los republicanos han obtenido la mayoría en el Senado, con 53 escaños, e incluso podrían llegar a obtener alguno más según cómo avance el recuento en Arizona y Nevada, y están cerca de confirmar su mayoría en el Congreso, de tal manera que Trump podrá gobernar sin ataduras, con el control de ambas Cámaras.
La derrota para los demócratas es especialmente dura en la Cámara Alta, además de perder el control, han perdido su escaño auténticas vacas sagradas de la formación demócrata, como los senadores Jon Tester de Montana, Sherrod Brown de Ohio y Bob Casey de Pensilvania. Todos ellos formaban parte de la Cámara desde 2007 y aspiraban a su cuarto mandato. La caída de Brown y Casey es singularmente dolorosa.
Por un lado, Brown era el último demócrata que quedaba en el antaño decisivo Estado del Medio Oeste, que desde la irrupción de Trump en política ha devenido en feudo republicano. Su escaño lo ocupará ahora el hispano Bernie Moreno, quien meses atrás calificamos en Hispanidad como uno de los nombres a seguir en la formación republicana, y que se une a la distinguida lista de senadores hispanos republicanos, entre los que se incluyen primeros espadas de la formación conservadora como Marco Rubio de Florida y Ted Cruz de Texas, este último ha sido elegido por tercera vez en estos comicios. La derrota de Casey también supone un jarro de agua fría para los progresistas, al pertenecer a una de las dinastías políticas más destacadas del Estado.
Los demócratas en la Cámara Alta, además de perder el control, han perdido muchas de sus vacas sagradas
Los comicios del pasado martes también suponen el ascenso de JD Vance, actual senador por Ohio, quien con apenas 40 años, se convertirá en vicepresidente de los Estados Unidos, siendo la segunda persona más joven en la historia en llegar a este cargo, después de John C. Breckinridge, quien ocupó el puesto entre 1857 y 1861. Vance ha demostrado ser una gran elección por parte de Trump, habiendo efectuado una brillante campaña, resaltando su carisma y destacando por su gran actuación en el debate entre candidatos a la vicepresidencia, donde superó con claridad al gobernador Tim Walz, compañero de fórmula de Kamala Harris. La historia de superación personal de Vance ha cautivado a una gran parte de la sociedad estadounidense, y se recoge en su libro de memorias Hillbilly Elegy, de recomendada lectura. Ahora, siendo tan joven, y dado que Trump ya no puede aspirar a un tercer mandato, los ojos están puestos en él como posible heredero del trumpismo en los próximos años.
Tras conocerse la aplastante derrota, con poca deportividad, y al igual que Hillary Clinton en 2016, Kamala Harris se negó a comparecer en la noche electoral, y demoró su comparecencia hasta la tarde siguiente. La derrota de Harris y la tropa demócrata suponen una bofetada de los estadounidenses a la ideología woke que promueve la formación progresista. A pesar de lo ocurrido, no parece que los demócratas quieran cambiar un ápice en su radicalismo ideológico, y se han limitado a señalar culpables de lo ocurrido.
Queda claro que el trumpismo es la corriente hegemónica del partido, y los republicanos progresistas cada día tienen menos hueco
Los otros grandes derrotados son la exigua minoría neoconservadora y antitrumpista del Partido Republicano. Durante la campaña, la belicista Liz Cheney apoyó públicamente y apareció en actos de campaña en apoyo de la demócrata Kamala Harris. Queda claro que el trumpismo es la corriente hegemónica del partido, y los republicanos progresistas cada día tienen menos hueco en la formación.
La victoria aplastante de Trump abre una puerta de esperanza a la primera potencia mundial y al mundo entero, deseemos el mayor de los éxitos para la nueva Administración Trump-Vance, desde luego, no lo van a tener fácil.