Quizás lo más llamativo de todo sea que la noticia se ha contado con exquisita objetividad. ‘Uséase’, verbigracia, que para luchar contra el Covid, el Gobierno chino ha decidido empezar a hacer simulacros de confinamientos. Un poner: Agarras a 353.000 ciudadanos -y ciudadanas y ciudadanes, pero todos chinos, que conste- les encierras en casa durante un periodo indeterminado de tiempo y solo se le permite salir a un miembro de la familia a comprar alimentos... y no pasa nada.

Supongo que el objetivo de la muy científica investigación científica consiste en saber hasta qué punto puede fastidiar el poder al individuo sin que este enloquezca.

Recapacitemos: esto no es ni ciencia, ni sanidad, ni salud: esto es una barbaridad propia de la nueva tiranía del siglo XXI: la dictadura sanitaria o sani-dictadura.

Ya sabemos que quien soltó el virus -por maldad o por negligencia- quería, antes que nada, tiranizar a la humanidad, una humanidad tan degenerada que, en este siglo, lo único que valora es su salud y su monedero, y donde los médicos han logrado su gran victoria: no nos han alargado la vida sino la vejez.

Pero que obligues, como simulacro, a 353.000 personas a encerrarse en su casa y que no salgan a la calle a enfrentarse a palos con la policía, que los periodistas repartamos la noticia por los cinco continentes en tono ‘objetivo’, que es el que se emplea cuando todo se admite y nadie protesta... es que el mundo entero está preparado para una tiranía sanitaria... y global. 

Por cierto, lo de China no es más que ingeniería social y la ingeniería social la inventaron los comunistas soviéticos y la practicaron con gusto hasta la llegada de Mijail Gorbachov, San Juan Pablo II y Ronald Reagan. Ahora es el tal Xi Jinping quien toma el relevo.