Merece la pena escuchar el discurso completo de Donald Trump, en su toma de posesión como presidente de los Estados Unidos. No ha sido un planteamiento ultra, por supuesto, ni tan siquiera excéntrico: lo que ocurre es que tras 25 años de necedad 'queer' y de estupidez 'woke' lo natural nos resulta excéntrico. Tras un cuarto de siglo, en suma, de ideología de género, la salvajada más hortera que vieran los siglos, lo normal nos resulta atrabiliario.
Despertamos de la pesadilla y nos cuesta aceptar la realidad. Lo de Trump, la llamada Era Trump, no comenzó en 2017 sino que comienza en 2025, cuando llega el fin de ciclo, no está próximo sino que ya vivimos el fin de ciclo, no es sino la revolución del sentido común.
En primer lugar, Dios vuelve a entrar en el relato y si nos convencemos que que las recetas del Nuevo Orden Mundial (NOM) no son más que cristofobia, volveremos a la realidad. Trump no tiene el menor reparo en hablar de Dios frente, por ejemplo, a un Pedro Sánchez que presume de ateo. Y claro, el problema de cambiar un mundo sin Dios es que... si no puedes explicar de dónde viene el hombre, ¿cómo vas a proponer nada al hombre?
Trump se adelanta a Davos: el cambio climático lleva a la miseria, la lucha contra el bulo oculta la censura y la ideología de género es, sencillamente, una bestialidad
El nuevo presidente de Estados Unidos no innova, sólo ha recordado lo evidente. Por ejemplo, que sólo hay dos sexos: hombre y mujer. Ocurre que la necedad progre imperante le hace parecer novedoso o ultra pero sólo es prosaico. Verán, toda la ifeología de género está montada sobre la soberana estupidez del sexo fluido y de de que somos lo que queremos ser. Entonces viene Donald, que no es un filósofo, se lo aseguro, y nos recuerda que el emperador va desnudo, que no somos lo que queremos ser sino lo que nos han permitido ser.
Trump: "A partir de ahora el gobierno de EEUU solo reconocerá a dos géneros: Masculino y femenino".pic.twitter.com/OJAcBLJVxS
— Emmanuel Rincón (@EmmaRincon) January 20, 2025
Otra vez: nadie nos ha perdido permiso para nacer, ni para nacer hombre o mujer, ni para nacer alto o bajo, listo o tonto, guapo o feo, rico o pobre. Nos nacieron, sin pedirnos permiso y debemos esta agradecidos al formidable regalo de la vida. Por esto Trump resulta tan novedoso.
¿Qué es lo que no me gusta de Trump? Panamá, Groenlandia... no me preocupa su patriotismo sino su nacionalismo
El nuevo inquilino de la Casa Blanca se adelanta al Foro de Davos, iniciado ayer, lunes 20 de enero. Asegura que el cambio climático lleva a la miseria, la lucha contra el bulo oculta la censura de siempre y la ideología de género es una bestialidad desde el minuto uno. Vamos que, no sé si lo sabían, pero el emperador va desnudo.
¿Qué es lo que no me gusta de Trump? Panamá, Groenlandia... es decir, su nacionalismo. Panamá no es norteamericano, sino hispano, desgraciadamente lo más parecido a un paraíso fiscal que existe en el mundo hispano, pues los paraísos fiscales son un invento de la hipocresía anglosajona.
Trump: "Nosotros le dimos el Canal de Panamá a Panamá, no a China, las promesas se han roto y ahora tomaremos de vuelta el Canal" pic.twitter.com/WEuy6PIG26
— Emmanuel Rincón (@EmmaRincon) January 20, 2025
Tampoco me gusta su amenaza de tomar Groenlandia. Es brillante que alguien ponga en primer plano la importancia estratégica de la gigantesca isla de Hielo, pero para eso hay que proponer, no imponer, a Dinamarca llegar a un acuerdo de defensa de Occidente desde Groenlandia, no amenazar con tomarla por la fuerza.
En resumen, no me disgusta el patriotismo de Trump pero me disgusta su nacionalismo americano. Entiendo su crítica a ese cáncer que es Pedro Sánchez pero no admito que opte por el Marruecos islámico antes que por la España cristiana... mismamente.
Pero, por el momento, Dios ha vuelto a entrar en el relato. Y eso es bueno, no para Dios, sino para el hombre, porque el relato de la historia de lo creado no puede prescindir de su Creador... o se queda sin relato.