En el mundo occidental y desarrollado, la tecnología se ha convertido en un elemento más de la vida cotidiana con múltiples usos y contribuciones en diversos ámbitos. Desde hace unos años, se viene hablando de la revolución industrial 4.0, que ya ha llegado, apostando cada vez por más peso de la automatización y las nuevas tecnologías robotizadas, y las empresas se van adaptando. Dentro de este contexto, algunas de las últimas técnicas es la impresión en tres dimensiones, que está viviendo un gran desarrollo y tiene múltiples aplicaciones en distintos sectores. Se estima que el mercado de la impresión en 3D alcanzará una facturación de 10.120 millones de euros anuales gracias a la previsible venta de 8 millones de impresoras 3D cada año para 2027, según fuentes de Deusto Formación. Sería un crecimiento notable frente a 2019, cuando este negocio facturaba 6.610 millones, pues el Covid-19 no ha supuesto un freno, sino todo lo contrario: durante la pandemia el conocimiento de la tecnología de impresión 3D aumentó un 71% a nivel mundial, según los datos de la consultora Beroe; y se continuó desarrollando su actividad industrial, por ejemplo, fabricando máscaras y pantallas de protección.

Un segmento de mercado en aumento que necesitará “un grueso de profesionales especializados que a día de hoy es inexistente en nuestro país”, como advierten fuentes de Deusto Formación. Este nivel de desconocimiento es el principal motivo de que muchas empresas no hayan empezado a integrar la impresión 3D, aunque sí la usan ya una de cada tres, un 10% la ha integrado en sus modelos de producción y un 30% cree que la inversión en esta tecnología es importante para el desarrollo de su negocio, según un estudio de la publicación IT Users.

La impresión 3D la usan ya una de cada tres, un 10% la ha integrado en sus modelos de producción y un 30% cree que la inversión en esta tecnología es importante para el desarrollo de su negocio

Entre las múltiples aplicaciones de la impresión 3D cabe destacar algunas de las que tiene en el ámbito sanitario. Por ejemplo, el Programa CaixaImpulse de Fundación “la Caixa” se dedica a proyectos de investigación e innovación para la salud, entre ellos, investiga las enfermedades más extendidas mundialmente y promueve la generación de nuevo conocimiento en las enfermedades infecciosas, oncológicas, cardiovasculares y neurológicas; y también apoya la investigación biomédica y la mejora de las prácticas médicas. Por ejemplo, el investigador Rui Benedito, del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), trabaja con 3D y aspira a crear nuevos vasos sanguíneos con los que podrá regenerarse el tejido cardíaco tras sufrir un infarto. Por su parte, con el apoyo del programa CaixaImpulse Innovación, Luciano di Croce, del Centre de Regulació Genòmica (CRG), está creando un mapa 3D para reconstruir el tumor de un tipo de cáncer infantil letal y encontrar tratamientos personalizados. “La idea es disponer de un avatar con el que podremos probar cada 10 segundos miles de tratamientos y combinaciones de fármacos posibles”, ha explicado Di Croce.

 

A las aplicaciones de la tecnología de impresión 3D en investigaciones se suma otra que es una realidad desde hace unos años y que tiene un gran componente social: la fabricación de prótesis. Entre los numerosos ejemplos está el del ingeniero madrileño Guillermo Martínez Gauna-Vivas, a quien un viaje a Kenia como voluntario, concretamente al orfanato Bamba Project, le cambió la vida y le llevó a fundar la ONG Ayúdame3D, que está centrada en desarrollo de ayuda humanitaria a través de las nuevas tecnologías. “Creé el primer brazo para gente sin codo cuando no existía nada parecido a la impresión 3D”, señala, de hecho, lo hizo con su impresora doméstica y fabricó las primeras prótesis para personas amputadas keniatas, entregó las cinco primeras en 2017 y ahora ya van decenas de miles.

La impresión 3D supone una forma de democratización de la tecnología, de materiales mucho más asequibles e incluso de la posibilidad de imprimir desde el otro lado del mundo, y además, una oportunidad de mejorar la vida de las más de 100 millones de personas que viven sin una o más extremidades, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hay unos 30 millones de personas en todo el mundo que necesitan una prótesis y no tienen acceso a estas. Martínez Gauna-Vivas empezó a trabajar en un empresa de fabricación de juguetes, que era algo que siempre le había gustado, pero un día compró una impresora 3D y se puso a investigar su uso para producir prótesis. Una curiosidad que ha acabado teniendo una hermosa utilidad y ayudando a dar una mejor vida a personas que sufren la falta de extremidades, y que también le ha valido varios premios (entre ellos, el Premio Fundación Princesa de Girona Social de 2020). Un proyecto que arrancaba en su cuarto y de ahí se conectaba con una red de 60 voluntarios expertos en impresión 3D para operar en 40 países donde la ONG Ayúdame3D reparte 150 prótesis de brazos al año; y que se inspira en el que desarrolla la ONG estadounidense Enabling the future, la cual pone a disposición de personas con conocimientos en impresión diseños de manos y brazos para niños.

Una oportunidad de mejorar la vida de las más de 100 millones de personas que viven sin una o más extremidades, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hay unos 30 millones de personas en todo el mundo que necesitan una prótesis y no tienen acceso a estas

Durante la pandemia, más de 20.000 personas fueron ayudadas con dispositivos de protección contra el virus que Ayúdame3D entregó en más de 40 centros de toda España. En ese momento dio esperanza, al igual que hace habitualmente desde hace años en los países en vías de desarrollo con los trésdesis, es decir, brazos impresos en 3D con movilidad prensil gracias a la articulación que tenga cada persona (muñeca, codo, hombro) para las que no pueden permitirse servicios médicos de calidad. Y fabrica distintos tipos de trésdesis: Nelly, para personas sin dedos; Mery, para personas con codo; y Vicky, para personas sin codo.

Entre los muchos colaboradores de Ayúdame3D, están los militares españoles de la Brigada «Aragón I» que forman parte de los efectivos desplegados en la misión de la ONU en Líbano. Y es que diseñaron una prótesis de un brazo en 3D para un niño, iniciativa que se enmarca dentro de las misiones cívico-militares o los denominados Proyectos de Impacto Rápido con los que los militares buscan acercarse a la población de las regiones en las que están desplegadas las Fuerzas Armadas. Los miembros de la Brigada «Aragón I» se pusieron en contacto con la ONG a través del colegio de los Escolapios de Jaca (Huesca) para la impresión de una prótesis para un niño libanés del distrito de Air Arab, a unos 40 kilómetros de Marjayoun, donde se encuentra la base «Miguel de Cervantes», que alberga al contingente español. El cabo 1º Ruiz Corbacho, del Grupo Táctico Ligero Protegido (GTLP) «Oroel», tomó medidas al niño y realizó el diseño original de la prótesis, que después Ayúdame3D se encargó de convertir en realidad.

El abogado José María del Pozo también apostó por fabricar prótesis ortopédicas de manos durante el confinamiento con su impresora 3D y las envió a Ruanda. Todo empezó cuando durante la pandemia enredaba con dicha impresora para entretenerse, pero un día, navegando pro Internet dio con un vídeo de Gino Tubaro, un joven argentino que fabrica prótesis para personas desfavorecidas y decidió hacer lo mismo. Algo más tarde, conoció una comunidad internacional en internet denominada Enabling the future, donde los voluntarios humanitarios digitales ofrecen ayuda tanto a personas que quieren fabricar prótesis como a las que las necesitan. Después Del Pozo descubrió al ingeniero australiano Matt Bowtel, quien dedicó el dinero de su indemnización por despido y su tiempo libre a crear prótesis y fundar la ONG Free 3D Hands, que ofrece prótesis gratuitas a los pacientes y los diseños bajo código abierto para que puedan ser mejorados por otros usuarios.

Un hobby que este abogado fue compartiendo con familiares y amigos, entre ellos, la ruandesa Gaudiosa Tukayisabe, y así surgió la idea de enviar prótesis a Ruanda, donde les apoya Alber Bizimana y la red se ha hecho más grande con la ayuda de la periodista Celia Haro, que viaja cada tres meses al país africano y se ha ofrecido a llevar las prótesis. Bizimana logró que miembros del gobierno ruandés recibieran a Del Pozo y les han presentado un proyecto para adquirir allí las máquinas con las que poder fabricar las prótesis y tratar directamente a los pacientes.

En el Hospital de Servicios Integrales de Rehabilitación de Uganda (CoRSU), donde se fabrican un centenar de prótesis al año, unas 1.200 férulas y otros soportes ortopédicos; y se trabaja en su adaptación a los pacientes

 

Y de Ruanda a Uganda, donde un hospital aplica la tecnología 3D con el fin de fabricar prótesis baratas a sus pacientes: se trata del Hospital de Servicios Integrales de Rehabilitación de Uganda (CoRSU), donde se fabrican un centenar de prótesis al año, unas 1.200 férulas y otros soportes ortopédicos; y se trabaja en su adaptación a los pacientes y en el desarrollo de cada vez mayores capacidades (por ejemplo, el movimiento de abrir o cerrar la mano. Un gran signo de esperanza en un país donde sólo unos pocos hospitales tienen talleres de ortopedia que suponen el primer recurso para las personas con amputaciones y otras discapacidades.

Al otro lado del océano Atlántico también se encuentran buenos ejemplos, entre otros, el de la fundación Manos de Héroes. Se trata de una organización sin ánimo de lucro que creó la ingeniera eléctrica Andrea Cukerman en 2020, pues sabía que proyectos similares estaban funcionando en otros países, y ya ha entregado más de 130 prótesis de manos impresas en 3D a niños y adultos amputados, cambiando sus vidas, y lo ha hecho de forma gratuita. “Fue un antes y un después”, apuntó Walter Martínez, uno de los beneficiarios de esas prótesis, en declaraciones a CNN.

 

 

La tecnología 3D “es maravillosa porque cualquier cosa que uno pueda imaginar lo puede dibujar en la computadora y después lo puede mandar a imprimir”, explicó Cukerman a dicho medio, y además, permite un bajo coste de los materiales y velocidad. Manos de Héroes está en contacto con otras organizaciones que se dedican a lo mismo y comparten gratis sus diseños, y además ofrece manos personalizadas de colores e inspiradas en los de los superhéroes. Además de manos y dedos, la fundación ha desarrollado un brazo biónico compuesto de 28 partes que ayuda a las personas amputadas por encima del codo a coger objetos: a través de unos sensores que se colocan en un músculo captan cuando este se tensa y envían la señal a un microprocesador que mueve los motores, permitiendo que la mano se pueda abrir y cerrar.

La tecnología 3D “es maravillosa porque cualquier cosa que uno pueda imaginar lo puede dibujar en la computadora y después lo puede mandar a imprimir”, explicó Cukerman

 

En Brasil surgió la startup Altrum, que usa la impresión 3D en moldes para fabricar prótesis craneales a un bajo coste para pacientes con enfermedades degenerativas, traumatismos, tumores o que han sufrido un ictus. Con dicha tecnología ha desarrollado un dispositivo que permite realizar cirugías más seguras, reduce entre diez y veinte veces el tiempo de espera y también el coste de la cirugía, y además, mejora la calidad de vida de los pacientes. Una tarea que comenzó en agosto de 2020, cuando un equipo de profesionales especializados en ingeniería, biomedicina y ciencia apostaron por desarrollar dispositivos quirúrgicos de alta precisión y personalizados para intentar solucionar parte de un problema: cada año unas 420.000 personas necesitan un implante craneal, la lista de espera es de años y el coste de la cirugía puede llegar a 35.000 euros.

Los moldes están fabricados con un material biocompatible y esterilizable, y garantizan una alta precisión dimensional, para una mejor adaptación a la estructura anatómica del paciente. Para ello, Altrum está en contacto constante con los profesionales sanitarios, que son los que deben aprobar el diseño en última instancia y supervisar el proceso. “Altrum tiene como misión hacer las cirugías complejas más seguras y accesibles. Nuestro primer objetivo es devolver la calidad de vida a las personas que han sufrido traumatismos o problemas oncológicos y han perdido parte de la superficie craneal, transformando las cirugías complejas en procedimientos accesibles y seguros”, ha señalado el ingeniero Thiago Ramalho, fundador y CEO de Altrum, y que lidera esta startup junto a los ingenieros Renir Damasceno y Vitor Naggar. “En cinco años queremos ser referencia en soluciones personalizadas para cirugías, a través de nuestra solución para la reconstrucción craneal”, ha añadido Ramalho. Y por cierto, Altrum ha sido finalista de los Premios Fundación Mapfre a la Innovación Social.