A pesar de que el mundo ha avanzado mucho y sigue evolucionando, no siempre es para mejor y aún sigue teniendo importantes asignaturas pendientes. Entre ellas, está la exclusión social, un término que supone todo lo contrario a la integración social, y que en los últimos años se escucha demasiado porque se da tanto en países desarrollados como en el Tercer Mundo. Por exclusión social, se entiende el proceso mediante el cual se prescinde de ciertos individuos o grupos en la sociedad donde viven. "El descarte" que diría el Papa Francisco. Este concepto surgió en los años 70 del siglo XX en Francia, de la mano de René Lenoir, entonces secretario de Estado de Acción Social del gobierno de dicho país, con el que definió al 10% de la población que vivía
¿Quién es una persona excluida? Alguien cuyos ingresos no lleguen al 60% del ingreso nacional medio tras pagar impuestos
El concepto de exclusión social se difundió rápidamente por otros países desarrollados, sobre todo por el aumento de la pobreza. Y tras esto, su uso se extendió también a los países del Tercer Mundo para denominar sus problemas de desarrollo. Actualmente, la Unión Europea (UE) considera que una persona está en riesgo de exclusión social si está en alguna de las siguientes tres circunstancias: sus ingresos no llegan al 60% del ingreso nacional medio tras pagar impuestos, está privada de algunos medios materiales o vive en un hogar donde sus miembros apenas tienen empleo. A finales de 2016, 117,5 millones de ciudadanos (23,4%) de los 502 millones que formaban la UE se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social, según Eurostat.
Un excluido también es alguien que está privado de algunos medios materiales (no puede pagar calefacción, luz, agua, alquiler... no tiene coche).
stá privada de algunos medios materiales o vive en un hogar donde sus miembros apenas tienen empleo Y ante estos datos es lógico que en España muchos se hayan puesto manos a la obra para reducir el número de personas que está en riesgo de exclusión social, ofreciéndoles oportunidades e integrándoles de nuevo en la sociedad. Entre ellos, encontramos a diversas organizaciones sociales, ONGs, así como empresas (sobre todo, desde que la responsabilidad social corporativa se ha convertido en un elemento a tener en cuenta) y alguna iniciativa gubernamental a nivel nacional, autonómico o local. Un buen ejemplo de lo que se está haciendo en nuestro país para hacer frente a este problema lo vemos en Cáritas. Esta organización sin ánimo de lucro de la Iglesia Católica dedicada a la acción caritativa y social tomó conciencia del riesgo de pobreza y la exclusión social a finales de los 70 y principios de los 80. Concretamente, en 1980 proclamó el paro como programa prioritario
Asimismo, la UE califica como excluido a quien vive en un hogar donde sus miembros apenas tienen empleo
Entre sus iniciativas para afrontar este problema de desarrollo humano, destacan sus proyectos de reutilización textil y solidaria, cuyo objetivo es lograr la inserción laboral de personas en riesgo de exclusión social (por ejemplo: Koopera, Roba Amiga, Arroupa o Latido verde), así como la creación de otras empresas de Economía Social. Y es que el hecho de tener un trabajo es fundamental para salir de esta situación. Claro que se debe subrayar que Cáritas no sólo piensa ofrecer oportunidades laborales, sino también en la formación de estos colectivos vulnerables: el último ejemplo lo vemos en su plan trienal 2017-2019 para formar para el mercado laboral a 600 personas.