En el mundo en que vivimos, la tecnología ha pasado a ocupar cada vez más ámbitos de nuestra vida (comunicaciones, transportes, industrias, energías, comercio, etc.). Al mismo tiempo, también está presente en la mayoría de los objetos que utilizamos e incluso ha llegado a la moda y, aunque por ahora ha sido de forma incipiente, lo ha hecho para quedarse, dando lugar a la denominada ropa inteligente o también a dispositivos wearables, es decir, ponibles como las prendas.

Prendas que permiten cargar dispositivos moviles o repelen el agua o regulan la temperatura... 

Una novedad que no tiene que ver en exclusiva con las marcas del sector textil. Y es que también se están dando alianzas con importantes empresas tecnológicas e incluso con destacados organismos de investigación y desarrollo tecnológico como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
 
En esta tendencia se está recurriendo a nuevos materiales, pero también a usos adicionales para la ropa. Por lo tanto, ya no estamos simplemente ante una prenda determinada, sino ante una que permite cargar nuestros dispositivos móviles o repele el agua o regula la temperatura o evita las radiaciones ultravioleta o es tan resistente que podría durar un siglo o mide las pulsaciones y la tensión arterial, entre otros. Es cierto que todo esto era ciencia ficción hace unos años, pero ahora es una realidad.

Es pronto para su boom comercial: los dispositivos necesitan mayor autonomía y el precio es elevado

Por ejemplo, se está recurriendo a materiales como el grafeno o el kevlar, que hasta ahora se limitaban a la industria aeronáutica o a la espacial. Los hermanos gemelos y atletas de aventura Nick y Steve Tidball lo saben bien, pues así crearon la marca Volleback: han elaborado una sudadera con kevlar que tenía una vida útil de un siglo, han desarrollado chaquetas reflectantes que se cargan con el sol y han fabricado tejidos con una mezcla de grafeno, nylon y poliuretano, fuertes y resistentes, que repelen el agua, mantienen la temperatura y ahuyentan las bacterias.

Gigantes tecnológicos como Samsung tampoco han perdido la oportunidad de hacer su incursión en la ropa inteligente: diseñaron un traje denominado Smart Suit para el equipo de patinaje holandés para los Juegos Olímpicos de Invierno de este año, que se celebraron en Corea del Sur. Una prenda con la que el entrenador podía monitorizar los movimientos de los patinadores a través de sensores y también mandar señales para corregir posturas.

Otro gigante como Google también se ha apuntado a la tendencia y se ha aliado con Levi’s Strauss, creando una chaqueta inteligente que posibilita controlar el móvil sin sacarlo del bolsillo (mover el volumen del reproductor o hacer llamadas, por ejemplo). Intel, uno de los líderes mundiales en chips, creó el Butterfly Dress, un vestido con mariposas artificiales que se movían y volaban cuando una persona se acercaba.

Nike ha fabricado camisetas con chip NFC (Near Field Communication -comunicación de campo cercano-, una tecnología de comunicación inalámbrica, de corto alcance y alta frecuencia que permite intercambiar datos entre dispositivos). ¿El objetivo? Obtener información y poder generar estadísticas de jugadores de la NBA.

En España, también hay ejemplos, como las prendas de Sepiia y de Wendu

Pero no sólo importantes empresas extranjeras han hecho sus incursiones en la ropa inteligente, también en España encontramos nombres de diversas startups, empresas de nueva creación muy ligadas a la era digital, que han apostado por esta tendencia. Entre ellas, está Sepiia, fundada por Federico Sainz en febrero de 2016, que fabrica camisas para hombres que son antimanchas, antiolores y antiarrugas. Otro ejemplo es Wendu: marca fundada por David Requena y Francisco Javier Navas, ingeniero electrónico e ingeniero químico, respectivamente, con la que comercializan una camiseta que se ajusta a los cambios de temperatura, según las órdenes que el usuario envíe desde su móvil; algo que puede resultar muy útil para deportes extremos, rehabilitación médica o para su uso por parte de bomberos, policías o militares.

Es cierto que todo esto hace unos años parecía más bien ciencia ficción, pero ahora es una realidad, aunque aún falte camino por recorrer para que asistamos al boom comercial de la ropa inteligente. Esto se debe a varias razones: pretenden ser moda exclusiva y diferencial, las baterías de los dispositivos que llevan incorporadas las prendas deben tener la máxima autonomía o incluso recargarse solas con la energía solar, el precio es elevado, deben ser útiles y ofrecer información valiosa al usuario porque vivimos en una época de consumo instantáneo.