La región del Sahel está formada por ocho países -Burkina Faso, Chad, Camerún, Malí, Mauritania, Níger, Nigeria y Senegal- y es una de las más pobres del mundo. De hecho, en la actualidad está sufriendo la peor crisis alimentaria desde 2012, que afecta a más de seis millones de personas, como denuncia Cáritas.
Esta franja, situada entre el desierto del Sáhara y el comienzo de la sabana sudanesa en el continente africano, vivió una situación de emergencia hace seis años que hizo saltar las alarmas en la comunidad internacional para no repetir lo sucedido en la hambruna que asoló en 2010-2011 el Cuerno de África. En concreto, fue una crisis alimentaria que afectó a unos 18 millones de personas, provocada por una temporada de lluvias muy escasas y mal repartidas: esto originó una gran sequía, que las cosechas fueran mínimas (un 50% inferiores a las del año anterior) y sufrieran plagas, así como una subida de los precios de los alimentos.
El Sahel vive una nueva crisis alimentaria originada por varios factores, como la escasez de lluvias, los conflictos armados y las personas desplazadas
Todo ello, sucedió en poblaciones vulnerables, impidiendo su acceso a los alimentos por falta de recursos u obligándoles, en muchos casos, a desprenderse hasta del ganado, reduciendo así una de sus fuentes alimenticias. Las organizaciones no gubernamentales no sólo se centraron en atender la emergencia, sino que llevaron a cabo actividades ligadas a la seguridad alimentaria, así como al acceso a agua potable, la higiene y el saneamiento para las comunidades.
Ahora, el Sahel vive una nueva crisis alimentaria originada por varios factores, como la escasez de lluvias, los conflictos armados y las personas desplazadas.
En 2017, la falta de lluvia y la dificultad de prever esta situación llevaron a las familias a no poder disponer de una reserva de alimentos suficiente para pasar el periodo de escasez, que se repite todos los años entre junio y septiembre, hasta la siguiente cosecha. Al mismo tiempo, las reservas de grano son insuficientes y ponen en riesgo la próxima cosecha al no tener nada que sembrar, y se añade el incremento de los precios de los alimentos. Además, también faltan pastos y los que se dedican al ganado (unos 2,5 millones de pastores) se han visto forzados a realizar una trashumancia temprana, generando un conflicto con los agricultores que ven desaparecer las cosechas al paso de los rebaños.
Cáritas y la Unión Europea, entre otros, ya están respondiendo ante esta emergencia
Otro de los factores que agravan la crisis en la región son los conflictos armados y las personas desplazadas. El conflicto del lago Chad afecta a Chad, Níger y Nigeria, y ha generado 1.631.000 desplazados internos y 322.000 refugiados; el de Malí también repercute en Burkina Faso y Mauritania, y ha causado el desplazamiento interno de 71.500 personas y 207.000 refugiados. Pero el temor es que la creciente inseguridad y la persistencia de los conflictos pueda incrementar el número de desplazados entre 250.000 y 500.000 personas.
Las Cáritas de varios países del Sahel ya han empezado a responder ante esta crisis alimentaria con acciones encaminadas a sostener económicamente a las familias para que puedan comer y no tengan que vender ganado o consumir las semillas de la próxima cosecha. Ayudas a más de 5.600 hogares que se complementan con la distribución de alimentos, el acceso al agua potable y la creación de medios de vida para que sigan en sus lugares de origen y no se vean obligados a desplazarse. Por su parte, Cáritas Española está apoyando con una aportación de 40.000 euros a Senegal, 60.000 a Burkina y 100.000 a Níger.
La Unión Europea (UE) tampoco se ha quedado quieta ante la crisis alimentaria del Sahel y ha anunciado el envío de una ayuda humanitaria de 191,3 millones para ayudar a paliarla. “No hay tiempo que perder cuando hay tantas personas afectadas”, ha afirmado el comisario de Ayuda Humanitaria y Gestión de Crisis, Christos Stylianides. Según Bruselas, esta ayuda beneficiará a más de 1,1 millones de personas y apoyará el tratamiento de más de 650.000 niños con problemas de nutrición.
Junto a la ayuda de 191,3 millones, también se movilizarán 10,8 millones en fondos regionales con el fin de apoyar iniciativas de prevención y reducción de riesgos en caso de desastre natural para preparar a la población. Asimismo, conviene destacar que la UE es el mayor donante de ayuda humanitaria al Sahel: destinó 240,8 millones en 2017 para cubrir las necesidades básicas de la población , así como proporcionar agua, sistemas de saneamiento, sanidad y refugio.
Paralelamente a esta crisis alimentaria, no hay que olvidar la delicada situación que ya de por sí sufre la región del Sahel, donde viven unos 150 millones de personas. De estas, la mayoría son víctimas de la inseguridad alimentaria, la desnutrición, la violencia por los conflictos armados y las epidemias por distintas enfermedades (cólera y malaria, entre otras). Todo ello, unido a altos niveles de pobreza, escasez de servicios básicos y fuertes fluctuaciones del precio de los alimentos pone en riesgo su subsistencia, y en muchas ocasiones, las obliga a un desplazamiento forzado que además provoca nuevas amenazas: la trata de personas y los extremismos religiosos.
Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), la región tiene diversos desafíos constantes. El primero, la extrema pobreza, que afecta a una de cada dos personas, y en consecuencia, la falta de oportunidades económicas. También la inestabilidad y los conflictos en Libia, el norte de Malí y la escalada de la violencia de los terroristas de Boko Haram en Nigeria, que provoca millones de desplazados internos y refugiados, convirtiendo la zona en atracción para las redes criminales y de tráfico de personas y grupos extremistas, que aprovechan la falta de educación, el desempleo, la pobreza y la exclusión social que sufre la población. En tercer lugar, los países de la región registran las tasas de natalidad más altas del mundo, pero los recursos alimenticios y la disponibilidad de agua no serán suficientes para sostener el elevado crecimiento demográfico. Y por último, el fenómeno migratorio: el Sahel es punto de partida y de paso para las rutas hacia Europa a través del mar Mediterráneo y la migración se ha convertido en un negocio del que se lucran las redes de contrabando.
© La penúltima foto es de Carluccio Giannini, publicada por Cáritas.