A sus 84 años, Luisa Pelayo llegó un día muy cansada del supermercado. La comida que le preparaba su marido, José (86), no le sabía a nada. Y ni siquiera notaba el aroma de su perfume favorito. En ese momento, no sospechaba que ese sería el principio de más de un mes de enfermedad y dos de confinamiento, en los que no podría dormir con su marido ni asistir a sus adorados talleres de ejercicio físico y mental, lectura, nutrición o internet que el Programa de Personas Mayores de la Fundación “la Caixa” organiza en el centro de mayores San Juan junto con el Ayuntamiento de Valladolid. Lo que sí tuvo claro muy pronto es que el virus no acabaría con ella. No antes de ver el chalé nuevo de su nieto y de ganar unas cuantas partidas más al ajedrez. 15 días después de su recuperación, Luisa nos cuenta su experiencia y su secreto para vencer a la Covid-19.
Una experiencia que nos vincula directamente con el programa Alma, red social 'social', y una manera de hablar de los acontecimientos cotidianos, con actitud y optimismo. Desde la diversidad. Y a partir de las historias de Fundación ”la Caixa”, que busca ser también un punto de encuentro de las infinitas realidades sociales de nuestro mundo.
Yo estaba agotada. Pero tenía claro que esto no acabaría conmigo. He salido de dos cánceres de colon, este verano me dio una angina de pecho...
“Caí mala el 12 de marzo", explica Luisa. "Me notaba muy cansada, tenía 39 ºC de fiebre, pero pensé que era un catarro. Así que tomaba cosas calientes y mi marido me preparaba la comida… hasta que un médico me dijo que tenía coronavirus y que habíamos hecho mal en estar juntos”, recuerda Luisa. Efectivamente, José cayó enfermo el día 18, y el 22 las cosas se pusieron feas: “Me lo encontré tirado en el suelo del baño, sudando, sin conocimiento, y tuvimos que llamar al 112. Cuando llegó el médico, nos preguntó si queríamos ingresar en el hospital. Yo le pregunté: ¿Qué harías tú si fuéramos tus padres? Y él me dijo que dejarnos en casa. Así que aquí nos quedamos”.
El resto del mes fue muy duro, sobre todo porque por primera vez en 60 años de casados, Luisa y José tuvieron que dormir separados. Eso sí, recibían la llamada del médico y de su hija todos los días, y la chica que les ayudaba en casa, aunque ya no entraba, les dejaba la comida en la puerta cada lunes y jueves. “Yo estaba agotada. Pero tenía claro que esto no acabaría conmigo. He salido de dos cánceres de colon, este verano me dio una angina de pecho, estoy operada del estómago, de la matriz dos veces, del riñón, he tenido gripe asiática, tifus, un aborto extrauterino de casi 5 meses… ¿Esto me iba a matar? ¡Ni hablar! A mí no. No estaba dispuesta a morirme tan pronto”, relata.
Tras el mes horribilis, a principios de abril, Luisa empezó a notarse menos fiebre. Y a mediados de mes, José también se encontraba menos cansado. “Le dije a mi médico que mi marido estaba muy triste por dormir solo, y me dijo que bueno, que durmiéramos juntos, que seguramente ya lo habíamos pasado. Es que es muy rica esta médica mía”, remata Luisa muy agradecida.
Hoy, dos meses después del inicio de la pesadilla y ya recuperados, el matrimonio acaba de volver de su primera visita al supermercado en mucho tiempo. Han querido ir en persona, excepcionalmente, para elegir las chuletillas de lechazo y el marisco para celebrar mañana el cumpleaños de José. “Normalmente lo pasamos en Benidorm y nos juntamos hasta 22 personas, pero este año lo celebraremos en casa”. Y en casa, el plan de la tarde está claro: “Primero, una partida al ajedrez, luego al dominó y luego a las cartas. ¿Que quién gana? ¡Yo, a todo!”, afirma, rotunda.
Hoy, ya recuperados, el matrimonio acaba de volver de su primera visita al supermercado en mucho tiempo. Han querido ir en persona, excepcionalmente, para elegir las chuletillas de lechazo y el marisco para celebrar el cumpleaños de José
Luisa tiene muchas ganas de que todo esto pase para volver al centro de mayores San Juan, gestionado con la colaboración de la Fundación ”la Caixa”, al que solía ir cada día. Dice que echa de menos los talleres en los que hablaban con la psicóloga y hacían ejercicios, el club de lectura en el que analizaban la novela Historias de una maestra de Josefina Aldecoa, las visitas al Museo Nacional de Valladolid y el taller Vivir en positivo. Aunque lo que más ganas tiene de hacer es “jugar al ajedrez, y ver a Ana, la monitora que nos da los cursos desde hace años, y a todas las compañeras”.
Pero hay una motivación mucho mayor que, según ella, es la que le ha hecho recuperarse: “Mi nieto se ha comprado un chalé en Medina de Pomar. ¿Y cómo me iba a morir yo sin verlo? ¡Con la ilusión que tiene él de que vayamos!”. Es por eso que esta vallisoletana recomienda a los que estén pasando por la enfermedad “que sean positivos, que no piensen mucho en la muerte o en lo malo, sino en alguna cosa que tengan ganas de hacer: algún acontecimiento que vaya a haber en sus casas, una boda, un bautizo, un cumpleaños”. Y también tiene consejos para las parejas que tengan que pasar el trago separadas: “Que lleven la separación a rajatabla, que si yo ese día que me encontraba tan mal hubiera dormido sola, a lo mejor mi marido no lo habría cogido”.
Por suerte, para esta mujer curtida en mil batallas, el coronavirus solo será una anécdota más, que le ha enseñado, eso sí, una nueva lección: “Con todo lo que me ha pasado en la vida y nunca, en 84 años, había tenido que estar dos meses encerrada en casa. Eso te enseña que en cualquier momento… ya ves. Pero tenemos que dejar de quejarnos tanto en el encierro, dejar de decir ‘me falta esto o lo otro’, acordarnos de los que de verdad lo están pasando mal, como los que han de pedir para comer, y ser mejores personas”.