El Hotel Almudaina es un personaje más de Palma. Sus pasillos y habitaciones vivieron el comienzo del turismo masivo, su conversión en un hotel de expositores y su transformación en residencia para los turistas urbanos de hoy. Toda esta travesía fue iniciada por Gabriel Alomar, arquitecto, autor del trazado de la avenida Jaime III y del mismo hotel, junto con la familia Salva, que fue la constructora y con la colaboración de otros industriales como las familias Fuster, Seguí y Llull.
La avenida donde se ubica el Hotel Almudaina, la de Jaume III –el último rey de Mallorca–, está en el corazón de la ciudad de Palma. Desde su Sky Bar, se divisa la bahía, la catedral, el casco histórico… los latidos de la ciudad balear. Desde su fundación, el hotel ha estado vinculado a las mismas familias que lo fundaron. En la capital balear funcionan más de 200 hoteles y la oferta hotelera se acerca a las 50.000 plazas.
La avenida donde se ubica el Hotel Almudaina, la de Jaume III –el último rey de Mallorca–, está en el corazón de la ciudad
Inaugurado en 1961, el edificio fue levantado para albergar viviendas. Un problema financiero durante el proceso de construcción obligó al promotor a buscar soluciones. Planteó a los industriales y proveedores de la obra la creación de un establecimiento hotelero. “Mi tío abuelo Guillermo Seguí, que era herrero e instaló la cerrajería del edificio, pasó a ser parte de la propiedad del nuevo hotel, igual que los arquitectos o las familias que hicieron las griferías o los textiles”, explica Mar Durán, actual directora del Hotel Almudaina.
En el comienzo del boom del turismo masivo, en la década de los sesenta, el Almudaina era un hotel de lujo, con un botones en la puerta, una enorme recepción y sala de fiestas. La crisis del petróleo de 1973 provocó un encarecimiento de los vuelos, el sector se vio afectado y muchos hoteles tuvieron que cerrar.
Nuestro protagonista sobrevivió gracias al alquiler de sus locales a pie de calle, del aprovechamiento del espacio y, en los años ochenta y comienzos de los noventa, con un cambio en el tipo de cliente. “En ese momento –comenta Durán– venían a Palma representantes comerciales de las principales marcas de ropa, zapatería y complementos para vender sus catálogos a las tiendas más importantes. No había internet y las habitaciones que hoy son familiares se transformaron en habitaciones expositores donde se mostraban los productos”.
“Mi tío abuelo Guillermo Seguí, que era herrero e instaló la cerrajería del edificio, pasó a ser parte de la propiedad del nuevo hotel, igual que los arquitectos o las familias que hicieron las griferías o los textiles", nos cuenta Mar Durán, actual directora del hotel
Aquel turismo de trabajo y residencia, donde muchas habitaciones estaban reservadas para médicos y otros profesionales liberales que trabajaban en Palma, ayudó al resurgimiento del Hotel Almudaina hasta la consolidación del turismo urbano con el cambio de siglo.
Es el momento en que toman las riendas María del Carmen Alomar y Magdalena Seguí. “La junta de accionistas vio que la dirección de entonces no funcionaba y le pidieron que se hiciera cargo de la dirección. Mi madre compartió la herrería con la dirección del hotel. Y lo hizo como si fuese una casa grande, cuidando los detalles y con mimo en el trato al cliente”, asegura su hija Mar.
“Nuestro hotel es pequeño, con mucha historia y donde cada jornada es diferente”, explica su directora mientras recorre las instalaciones del Almudaina
Palma de Mallorca (400.000 habitantes) está de moda. Y no es de ahora. Lleva años siendo un destino buscado por el turista peninsular e internacional. En este contexto, el Hotel Almudaina –con 77 habitaciones y 43 empleados– lleva años actualizándose para acoger un turismo familiar. “Muchos de nuestros clientes son ciudadanos alemanes de clase media enamorados de la isla. Mi aspiración es actualizar el Almudaina, cada año tenemos que mejorar el establecimiento con reformas y actualizaciones. Por eso dejé los tacones aparcados cuando empecé a trabajar aquí”, explica Mar Durán, de 39 años.
No hace falta ver series de éxito para entender que el día a día de un hotel, en cualquier hotel, es una sorpresa. “Nuestro hotel es pequeño, con mucha historia y donde cada jornada es diferente”, reconoce su directora mientras recorre de arriba a abajo y de izquierda a derecha las instalaciones del Almudaina. “Aquí estamos todos para todo”.
Gabriel Alomar, arquitecto, fue el autor del trazado de la avenida Jaime III y del mismo hotel, junto con la familia Salva, que fue la constructora
Mar Durán estudió Administración y Dirección de Empresas, trabajó en una empresa auditora y después en una conocida marca hotelera española. “Siempre me gustó el mundo hotelero y de mi madre aprendí el perfil ahorrador y la importancia de cuidar las cosas. Somos conscientes de que solo podemos gastar lo que tenemos. Por eso, nuestra relación con las entidades bancarias siempre ha sido de confianza mutua”. La actual directora del Hotel Almudaina posa en la azotea con la vista puesta en lo que vendrá. “Antes se alojaba la tripulación de los barcos de la Copa del Rey de Vela, hoy la clientela quiere hacer otro tipo de turismo”.
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