La diabetes mellitus es una enfermedad crónica cuya característica principal es la hiperglucemia, es decir, la presencia de concentraciones elevadas de glucosa en la sangre, de manera persistente o crónica.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, hay casi quinientos millones de diabéticos en todo el mundo, y, anualmente, más de un millón y medio de personas mueren por esta causa. Se calcula que en España el 14,8% de la población tiene diabetes. Se trata, por tanto, de un problema de salud muy serio en sí mismo.

Hiperglucemia e infecciones

La hiperglucemia que provoca la enfermedad aumenta el riesgo de aparición de alteraciones neurológicas y vasculares, así como de infecciones diversas. Una de las complicaciones más frecuentes es la aparición del pie diabético, un fallo en la circulación de la sangre y/o de los nervios de las extremidades inferiores que hace disminuir o perder la sensibilidad en los pies hasta el punto de que aparecen lesiones o úlceras de difícil pronóstico y complicada evolución.

Las complicaciones en los miembros inferiores generan un gran sufrimiento a la persona y sus familiares y provocan un elevado coste económico, directo e indirecto

La mala evolución de las lesiones puede terminar en amputaciones. Conviene recordar que España es uno de los países europeos en el que se producen más amputaciones derivadas de las complicaciones de la diabetes, duplicando las cifras de países de nuestro entorno como Francia, Italia o Reino Unido.

 

Esperanza Jiménez Castro, enfermera educadora en diabetes del Hospital Universitario Ruber Juan Bravo y del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, es tajante respecto a la necesidad de establecer estrategias de prevención globales: “Las complicaciones en los miembros inferiores generan un gran sufrimiento a la persona y sus familiares y provocan un elevado coste económico, directo e indirecto”.

Causas y síntomas

Las causas que provocan la enfermedad del pie diabético obedecen a diferentes factores, pero tienen en todo caso una base neurológica que provoca una disminución de la sensibilidad y que coexiste en la mayoría de los casos con alteraciones vasculares y una mayor predisposición a las infecciones.

En muchas ocasiones, las personas con diabetes pueden no manifestar síntomas aun cuando tengan alteraciones establecidas. En muchas ocasiones el desarrollo de los síntomas es lento, pero progresivo, por lo que el enfermo no percibe su evolución y se acostumbra a convivir con la enfermedad.

Conviene recordar que España es uno de los países europeos en el que se producen más amputaciones derivadas de las complicaciones de la diabetes

Por eso, la aparición de leves síntomas, como hormigueo, acorchamiento en los dedos de los pies o dolor nocturno, frialdad y palidez de la piel o dolor invalidante al caminar, pueden ayudar a dar la voz de alarma para establecer un diagnóstico.

En realidad, todas las personas con diabetes tipo 2, desde el mismo momento del diagnóstico, deben ser evaluadas por un profesional capacitado para estratificar el riesgo que tiene de padecer ulceraciones. También deben hacerlo aquellas con diabetes tipo 1 con edad superior a 25 años y más de cinco años de evolución de la enfermedad.

Prevención y educación

La clave para la detección precoz del riesgo de ulceración es la prevención, que debe comenzar por una entrevista proactiva dirigida a buscar signos o síntomas concretos para establecer un diagnóstico precoz.

La clave para la detección precoz del riesgo de ulceración es la prevención, que debe comenzar por una entrevista proactiva dirigida a buscar signos o síntomas concretos

La determinación del nivel de riesgo de ulceración mediante una exploración neurológica y vascular ha demostrado reducir el riesgo de ulceración. Una vez determinado este riesgo, siguiendo las directrices de las guías científicas internacionales, se determinará la frecuencia de las revisiones.

“La educación terapéutica es uno de los pilares fundamentales en el tratamiento de la diabetes y sus complicaciones”, señala la especialista.