Decíamos que el aluminio y el vidrio están cobrando protagonismo como alternativa al plástico, pero también el reciclaje de este último. De hecho, ha surgido el reciclado químico de plásticos como una novedosa y prometedora tecnología que puede complementar al tradicional reciclado mecánico y así dar otra oportunidad a un mayor volumen de residuos plásticos, aumentando la economía circular. Esta opción supone una alternativa para los residuos plásticos donde el reciclaje mecánico no es una opción viable o sostenible. De hecho, fue el tema de unas jornadas celebradas hace un año, las cuales organizó la Plataforma Tecnológica y de Innovación Española de Química Sostenible, SusChem-España, junto a PlasticsEurope España, la oficina nacional de la asociación paneuropea de fabricantes de materias primas plásticas.
España es el segundo país europeo, tras Noruega, que más plástico recicla por habitante, según datos de 2018 que se recogen en el informe de PlasticsEurope sobre la situación de 2020 (ver documento adjunto). En concreto, su índice de reciclaje es del 40% y el noruego, del 42%. Eso sí, al mismo tiempo, nuestro país se sitúa en la parte media de la tabla en recuperación energética y en depósito en vertedero, con unos respectivos índices del 20% y del 40%. En recuperación energética, el líder es Finlandia, con un índice algo superior al 80%; y en depósito en vertedero, gana Malta (80%), mientras que hay varios países que aplican restricciones (entre ellos, están Suiza, Austria y Países Bajos, donde el índice es del 0%, y mínimo en Alemania, Luxemburgo, Suecia y Finlandia).
Conviene tener en cuenta que la falta de restricciones de envío al vertedero en la mayoría de los países europeos (por ejemplo, España) y lo barato que sale esta opción, dificultan el avance hacia una economía más circular y sostenible. Es un reto, pero es posible hacerle frente y avanzar, y más teniendo en cuenta que es el cuarto país europeo que más plásticos demanda, tras Alemania, Italia Francia: en concreto, 3,95 millones de toneladas, que representan el 7,8% de las 50,7 millones de toneladas que demanda el viejo continente.
‘National Geographic’ estimó en 2015 que había más de 150 millones de toneladas de plástico en mares y océanos. Pero cada año se vierten unas 13 millones de toneladas y podrían acumularse unos 600 millones para 2040, según un estudio
En el informe de PlasticsEurope, se refiere que “la presencia de residuos plásticos resulta inaceptable en cualquier hábitat y es una prioridad máxima tanto para PlasticsEurope como para la industria de los plásticos, en todo momento”. Algo que no es baladí, pues National Geographic estimó en 2015 que había más de 150 millones de toneladas de plástico en nuestros mares y océanos, y teniendo en cuenta que cada año se vierten unas 13 millones de toneladas, podrían acumularse unos 600 millones para 2040, según un estudio elaborado por distintos expertos.
El primer plástico se inventó a mediados del siglo XX, desde entonces ha tenido un potencial innovador ilimitado y en los últimos 100 años ha ofrecido soluciones innovadoras a las necesidades y desafíos de una sociedad en constante evolución. Por ejemplo, ha contribuido al acceso a agua potable, a sistemas de saneamiento eficaces, a alimentos seguros, a viviendas energéticamente eficaces, a movilidad verde, a conectividad, a energías renovables, a atención sanitaria asequible e higiénica. Actualmente, el 60% de los productos y piezas de plásticos tienen una fase de uso de entre 1 y 50 años, y la mayoría se siguen obteniendo a partir de materias primas de origen fósil como el petróleo o el gas, por lo que se debe trabajar en desvincular su producción de estas materias primas y abordar el resto de desafíos relacionados con su impacto negativo cuando acaban en el medio ambiente.
Actualmente, el 60% de los productos y piezas de plásticos tienen una fase de uso de entre 1 y 50 años, y la mayoría se siguen obteniendo a partir de materias primas de origen fósil como el petróleo o el gas
En este escenario, no hay que olvidar que la industria de los plásticos desempeña un papel muy importante para la economía de Europa: en concreto, una cadena de valor que empleaba a 1,56 millones de personas en 2019 en más de 55.000 empresas (sobre todo, pymes), que generaron un volumen de negocio de unos 350.000 millones de euros y aportaron más de 30.000 millones a las finanzas públicas europeas. Y también está comprometida con el reciclaje: la nueva Directiva (UE) 2018/852 sobre envases y residuos de envases establece unos objetivos de reciclaje del 50% para 2025 y del 55% para 2030, así como un nuevo método de cálculo de la consecución de los objetivos que empezará a ser aplicable para los datos de este año.
En 2018, en el mundo se registró una producción de 368 millones de toneladas de plástico, de las que 57,9 millones (16%) correspondieron a Europa, las más numerosas tras las de China (31%) y las de los países del Tratado de Libre Comercio de América del Norte -EEUU, Canadá y México- (19%), según el informe de PlasticsEurope. La demanda de plásticos en el viejo continente se situó en 50,7 millones de toneladas, de las que el 39,6% se usaron en envases; el 20,4% en construcción y edificación; el 16,7% en otros (aparatos electrodomésticos, ingeniería mecánica, muebles, aplicaciones médicas, etc.); el 9,6% en automoción; el 6,2% en el sector eléctrico y el electrónico; el 4,1% en hogar, ocio y deportes; y el 3,4% en agricultura.
Por su parte, en 2018 se recogieron 29,1 millones de toneladas de residuos plásticos post-consumo en el viejo continente: el 42,6% se destinó a recuperación energética, el 32,5% a reciclaje y el 24,9% se depositó en vertedero. Desde 2016, la cifra de residuos enviada a reciclaje se ha duplicado y es la primera opción en el caso de los residuos de envases plásticos recogidos (17,8 millones de toneladas en 2018), en concreto para un promedio del 42%. Y en el caso de España, en ese mismo año, se recogieron 2,5 millones de toneladas de residuos plásticos post-consumo, de los cuales 1,6 millones fueron residuos de envases plásticos.
En 2018, en el mundo se produjeron 368 millones de toneladas de plástico, de las que 57,9 millones (16%) correspondieron a Europa, donde se recogieron 29,1 millones de residuos plásticos post-consumo
Todas estas cifras son una muestra que permite justificar que la reutilización, el reciclaje y el uso de material reciclado son palancas clave para el desarrollo de un futuro más circular y sostenible que han sido identificadas como prioritarias en la Estrategia de los Plásticos de la Comisión Europea. En este contexto, el reciclado mecánico es la tecnología más utilizada hasta ahora y permitió obtener casi 5 millones de toneladas de reciclados plásticos en 2018 en Europa. Tiene varias fases: los productos plásticos se recogen al final de su vida útil; de ahí pasan a una primera clasificación, donde se separan por tipo de material y después por tipo de polímero; luego se trituran, se lavan para eliminar la suciedad y el polvo; se realiza una segunda clasificación y control; y se envían a extrusión, donde las escamas de plástico se convierten en gránulos listos para usar en la fabricación de nuevos productos. El 80% de las casi 5 millones de toneladas de residuos plásticos citadas se reincorporaron a la economía europea, principalmente a través de la construcción y la edificación (46%) y los envases (24%).
A diferencia del reciclaje mecánico, el químico está menos desarrollado y extendido, pero puede considerarse un proceso complementario porque se puede aplicar a materiales para los que el primero no ofrece una solución en estos momentos. En este contexto, el reciclado químico se posiciona como una tecnología de gran proyección y también necesaria para poder cumplir con los ambiciosos objetivos fijados por la Unión Europa en cuanto a tasas de plástico reciclado.
Entre sus ventajas, permite descomponer el plástico en materias primas y monómeros (moléculas simples, generalmente de peso bajo, que forman cadenas lineales o ramificadas) de alta calidad con los que se podrán fabricar tanto nuevos productos químicos como plásticos, pero hay tarea por hacer, sobre todo, en lo que se refiere a innovación intersectorial y en establecer un marco regulatorio adaptado y de estándares ampliamente aceptados. Las tecnologías que se aplican en el reciclado químico no alteran el producto, sino que lo descomponen en sus materiales de origen, conservando intactas sus propiedades.
Las tecnologías que se aplican en el reciclado químico no alteran el producto, sino que lo descomponen en sus materiales de origen, conservando intactas sus propiedades
Existen distintos procesos de reciclado químico en función de la naturaleza del polímero. En primer lugar, la despolimeración, donde se obtiene directamente el monómero al romper la cadena por ciertos puntos con diferentes agentes químicos, temperatura y/o presión; se suele aplicar al poliestireno, las poliamidas, el PET o al poliuretano. Segundo, el craqueo, que corta la cadena por acción del calor en ausencia de oxígeno (por pirólisis) o bien con baja presencia de oxígeno (por gasificación) y se aplica a flujos de residuos de plásticos mixtos, poliolefinas mixtas o PVC. Y hay otros métodos menos usados, como la disolución o el que usa un reactivo químico.
En las citadas jornadas celebradas hace un año, Eva Verdejo, Chemical Recycling Group Leader del Instituto Tecnológico del Plástico -AIMPLAS-, señaló que, paralelamente al desarrollo de técnicas punteras de reciclado químico, se deben usar nuevas herramientas como el balance de masas. Esta metodología permite calcular de forma homogénea la cantidad de materia prima reciclada que se está utilizando en cada nuevo producto para evaluar el ahorro que supone frente a las materias primas vírgenes. Unas jornadas donde se puso de relieve la importancia de seguir apostando por que los plásticos se mantengan dentro del círculo de la economía, se reutilicen, se reciclen y se tenga en cuenta todo su ciclo de vida a la hora de evaluar su contribución a la eficiencia de recursos, algo para lo que trabajan tanto la industria química como la de los plásticos.
Paralelamente, a largo plazo, la producción de plásticos debería desvincularse de las materias primas de tipo fósil. Esto significa que, en el futuro, la inmensa mayoría de los plásticos se obtendrá a partir de materias primas alternativas, como aceites reciclados o plásticos secundarios, biomasa sostenible o incluso CO2.