La glándula tiroidea es una de las principales fábricas de hormonas del cuerpo humano. Puede controlar desde el metabolismo, hasta lo rápido que late el corazón. Tiene forma de mariposa y está ubicada en el cuello, por encima de las clavículas.
Puede llegar a enfermar, como cualquier parte del cuerpo, dando lugar a patologías como el bocio (agrandamiento de la tiroides), el hipertiroidismo (la glándula produce más hormona tiroidea de la que se necesita), el hipotiroidismo (cuando no produce suficientemente esta hormona), la tiroiditis, o el cáncer de tiroides entre otras.
En el caso concreto del cáncer de tiroides, se trata de la neoplasia endocrinológica más frecuente, pero rara en comparación con otros cánceres, según datos de la AECC; siendo las últimas cifras publicadas en número de casos diagnosticados para el año 2019 de 5.178 casos en España.
Pese que a que el I-131 se administra en un menor porcentaje de pacientes que en épocas anteriores, éste sigue siendo un tratamiento específico, eficaz, y seguro dentro de esta patología
Uno de los tratamientos más efectivos en el caso de ciertos tipos de patología tiroidea benigna (bocio multinodular tóxico, enfermedad de Graves Basedow, adenoma tóxico) y en el cáncer de tiroides es el yodo radiactivo, un isótopo del yodo que emite radiación, y que se emplea para fines médicos. “Es absorbido hacia el torrente sanguíneo en el tracto gastrointestinal, y es concentrado por la glándula tiroides, donde comienza a destruir sus células”, explica el Colegio Americano de Radiología.
En este sentido, la doctora Alicia Vicuña Andrés, especialista en Endocrinología y Nutrición de la Unidad multidisciplinar de cáncer de tiroides del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo (Madrid) señala que las células foliculares del tiroides tienen la cualidad de poder integrar el yodo dentro de ellas, ya que éste es necesario para que lleven a cabo la síntesis de las hormonas tiroideas.
“Esta característica es muy específica de las células tiroideas, aunque existen algunas otras células del cuerpo que en menor medida también pueden captar cierto grado de yodo. Los médicos nucleares junto con los endocrinos hacemos uso de esta peculiaridad para poder dirigir la radiación específicamente al tejido tiroideo, de tal manera que pueda ir destruyendo gradualmente los restos de tejido que puedan haber quedado tras la cirugía o incluso áreas con persistencia de enfermedad en casos de cáncer de tiroides”, aclara la especialista.
Con ello, la American Thyroid Association explica que el cáncer de tiroides usualmente responde muy bien al tratamiento, y frecuentemente se puede curar con cirugía y, cuando esté indicado, con yodo radiactivo.
“Pese que a que el I-131 se administra en un menor porcentaje de pacientes que en épocas anteriores, éste sigue siendo un tratamiento específico, eficaz, y seguro dentro de esta patología. Es importante individualizar cada paciente y realizar un abordaje multidisciplinar, valorando aquellos pacientes que se beneficiarán de su uso”, afirma la doctora Vicuña Andrés.
Después de su uso, esta terapia también puede ser útil para lo que se llama ‘rastreo corporal total, a partir del cual se pueden valorar otras zonas a las que ha llegado el yodo, para así poder detectar si existe persistencia de enfermedad local o a distancia. Aquí la doctora advierte, de que este tratamiento no es útil en pacientes con cáncer de tiroides del tipo medular.
Las células foliculares del tiroides tienen la cualidad de poder integrar el yodo dentro de ellas, ya que éste es necesario para que lleven a cabo la síntesis de las hormonas tiroideas
Sobre su administración, la especialista del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo señala que ésta es oral, bien a través de una cápsula o de una solución líquida, y es absorbido rápidamente hacia el torrente sanguíneo.
El efecto de este tratamiento generalmente se manifiesta durante los siguientes 1 a 6 meses, añade.
No obstante, recuerda que antes de su administración es necesaria la valoración por el servicio de medicina nuclear.
Ahora bien, la especialista de la Unidad multidisciplinar de cáncer de tiroides del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo precisa que las dosis empleadas para el cáncer de tiroides pueden diferir según el caso, y suelen ser mayores que para otro tipo de patologías.
Antes de la administración se pauta una dieta baja en yodo para asegurarnos de su adecuada captación por parte de las células tiroideas. Para estimular esta captación se administran unas inyecciones (Thyrogen) los días anteriores o incluso se puede suspender la medicación sustitutiva (levotiroxina); aunque hoy en día esto se realiza con menos frecuencia”, añade.
Después del tratamiento, la doctora Vicuña Andrés recuerda que es preciso tener ciertas precauciones durante unos días, que son indicadas por el servicio de Medicina Nuclear y al mismo tiempo advierte de que el uso de I-131 está contraindicado durante el embarazo, la lactancia, o si hay deseo de gestación a corto plazo.
Sus posibles complicaciones
En última instancia, la especialista en Endocrinología resalta que el tratamiento con I-131 “generalmente es seguro y con una baja tasa de complicaciones”, siendo las más frecuentes las náuseas y el dolor en la región cervical anterior. “Aunque menos frecuente también pueden afectarse las glándulas salivares produciendo una sialodenitis, que cursa con dolor, hinchazón y disminución de la salivación. La xeroftalmía (sequedad ocular), y la obstrucción nasolacrimal también se han comunicado como complicaciones de la terapia ablativa”, agrega.
La American Thyroid Association explica que el cáncer de tiroides responde muy bien al tratamiento, y frecuentemente se puede curar con cirugía y, cuando esté indicado, con yodo radiactivo
A su vez, especialista de Quirónsalud menciona que la utilización del yodo radiactivo se podría asociar con cierto incremento del riesgo de algunas neoplasias (principalmente hematológicas o de las glándulas salivares), si bien puntualiza que este incremento del riesgo es “poco significativo”, y suele estar en relación con dosis acumuladas muy elevadas en pacientes tratados en múltiples ocasiones. “A priori, ésta no es una complicación que vaya a condicionar la decisión del clínico de usar o no dicho tratamiento”, aclara la doctora Vicuña Andrés.
La especialista anima a los pacientes a que, ante cualquier síntoma, no dejen de acudir a las consultas, puesto que los centros hospitalarios han diseñado circuitos diferenciados de coronavirus. En concreto, el Complejo Ruber Juan Bravo, referente en el tratamiento de esta patología, cuenta con la acreditación ‘Protocolo Seguro frente a la COVID-19’, que acredita que la instalación cumple con los estándares más exigentes de desinfección en esta pandemia.