En la COPE, el economista José María Gay de Liébana apuntaba: “Aparentemente, la reforma de las pensiones queda zanjada hasta que vuelva a reformarse… otra vez. Un detalle sustancial: para que los pensionistas puedan cobrar pensiones dignas, se necesitan cotizantes en activo con dignas cotizaciones. Para eso, la economía tiene que funcionar hoy, que no lo hace, y en el futuro, que habrá que ver si lo hará. Porque de aquello de reconstruir y hacer viable nuestra economía, con engendro de Comisión montada en el Congreso, nunca más se supo. Prometer buenas pensiones es fácil. El problema estriba en que nuestra modelo de economía, tanto el actual como el que surge en la era Covid, permita a la gente trabajar y cotizar suficientemente para atender los desembolsos por pensiones. Hoy la tasa de paro en España es del 16,5%. Dobla a la de la Zona Euro (8,3%) y muy por encima de la de la UE (7,5%). En cambio, Chequia tiene un paro del 2,8%; Alemania, 4,5%; Irlanda, 5,4%; Francia, 7,9%; Italia, 9,6%; Países Bajos, 4,4%; Polonia, 3,1%; Malta, 4%, y EE.UU, 7,9%. Desde 1980, la tasa de paro promedio en España es del 17%.
Lo tremendo en España es el paro juvenil, menores de 25 años, que rompe cualquier registro: 40,4%. Nuestros jóvenes son el futuro del país y de ellos dependen las pensiones. El problema en España es que persisten las situaciones de desempleo: el 43% de los parados lleva más de un año buscando empleo. Los trabajadores golpeados por esta crisis suelen ser los de menos formación. No disponemos de mecanismos efectivos que refuercen políticas activas de empleo, seguimiento y orientación de los desempleados. Hay que apoyar la formación continua y han de promoverse contratos flexibles para jóvenes y empresas, con bonificaciones para los colectivos más mayores y con menos cualificación. Porque, con ese panorama, la sostenibilidad de las pensiones, por más que se reforme, se turba”.