En la SER, José Luis Sastre opinaba: “Como hemos entrado en campaña, o no hemos llegado a salir de ella, nos pasa con las declaraciones políticas que se vuelven aún más previsibles, con una crispación impostada, como la que ahora lucen, cuando incluso se señalan con el dedo como haciéndonos ver lo enfadados que están. La primera palabra de la campaña es enfado.
A las palabras, que andaban exhaustas, las han acabado de vaciar de significados y raras veces, cuando hablan, dicen algo nuevo. Uno obtiene más información si se fija en esos gestos que dan color: el dedo que señala, esos hombros que Sánchez levanta cuando le preguntan si pedirá perdón por el fracaso. Hay también información, y mucha, en su risa.
Nadie ha reído en España como Cristóbal Montoro. Y no porque fuera el guardián del caudal, sino porque reía hacia el futuro: sabía que sus presupuestos le sobrevivirían a él y a varios presidentes del Gobierno. Victoria de Montoro, reaparición de Rajoy. Aznar ha vuelto a perder, si hasta Albert Rivera ha levantado su veto a la banda.
Hay que mirar los gestos. Nada ha resultado tan gráfico esta semana como la sobreactuación en el Congreso. No por su enfado, sino porque encontraron motivos para el aplauso. Hasta para la risa. Había diputados que jaleaban en sus escaños, algunos reían incluso, y, lo que más, aplaudían. Abucheaban o aplaudían.
Todo lo hacen para que se les vea bien, empezando por esas ovaciones, puestos a veces en pie, para que se vea que, al mismo tiempo que piden autocrítica a los de enfrente, aplauden a rabiar al líder y prietas las filas. Palmas, palmas, para que se les oiga bien. Y se les vea, que están por hacer las listas para repetir como diputados. Palmas, antes de que lleguen los codazos”.