Resumen de tertulias y entrevistas en radio y TV (27/01/2020)

En la SER, José María Izquierdo reflexionaba: “No hay nada peor para un tenista que los errores no forzados. Igual ocurre con los políticos: es duro enfrentarse a las trampas de la oposición, pero más doloroso es meterte tú solo en la cueva de los errores.

El disparate de las enmarañadas versiones del ministro Ábalos sobre su encuentro, real o imaginario, formal o informal, con la vicepresidenta de Maduro, es tan absurdo que no puede resolverse de otra manera que con la comparecencia ante el Congreso del titular de la cartera de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, para explicarse qué pinta en todo este embrollo no solo ante la oposición, que así lo ha requerido, sino ante toda la ciudadanía.

Cuando sepamos realmente qué pasó, veremos si merece premio o castigo. Ya se entiende mal por qué Sánchez no recibió a Guaidó, reconocido oficialmente por su Gobierno. Apretón de manos, y a otra cosa, mariposa.

Por cierto, dejen al Ojo mostrarse sorprendido por la defensa de Zapatero, pero también por el ataque de Felipe González. ¿Y si ambos se dedicaran a sus cosas?".

En Onda Cero, Fernando Ónega señalaba: “Al señor Ábalos le concedo el beneficio de la duda. Tiendo a estar convencido de sus últimas explicaciones, pero no acabo de entender por qué no las dio desde el principio.

Y necesito creer que dice la verdad, porque si no la dice, la situación es mucho más grave. Me explico: si Ábalos miente, miente también quien le respalda y quien le respalda es el presidente del gobierno, que dijo: "Ábalos hizo lo que pudo para evitar una crisis diplomática y lo logró". Una mentira en boca del presidente sería bastante para empezar a pedir su dimisión. Por eso necesito creer la última versión del ministro.

Me preguntas también por la relevancia del episodio Guaidó. Es muy grande. Es una cuestión ideológica, pero es mucho más. Pedro Sánchez cambió por su cuenta la política con Venezuela sin dar la menor explicación al país. Echó por tierra el liderazgo europeo que había ganado. Suscitó dudas sobre su dependencia de Podemos, que llegó a calificar la proclamación de Guaidó como golpe de estado e Iglesias limitó su trascendencia a ser un líder destacado de la oposición.

Y facilitó la ruptura del consenso con un PP y un Ciudadanos que aprovecharon la crisis en su beneficio, se apropiaron descaradamente de la figura de Guaidó y abrieron una grieta en la diplomacia. Se mire por donde se mire, han sido unos días manifiestamente aciagos para este país y su política exterior”.

En Onda Cero, Carlos Alsina opinaba: “Si lo hemos entendido bien, no hay nada censurable en persuadir a una vicepresidenta venezolana para que no entre en territorio español so pena de ser detenida. Ni hay nada censurable en que el ministro de Aeropuertos se ocupe de persuadirla. Y por tanto la pregunta sin respuesta es: por qué le irritó tanto a Ábalos que se supiera que había estado en Barajas. Por qué le incomodó tanto que se le preguntara. Por qué su equipo negó que hubiera estado con ella en el avión. Por qué tantas versiones que, según él, no son contradictorias.

Al relato del ministro, sugiriendo que avisar a la vicepresidenta de Maduro de que no podía pisar España forma parte de la labor mediadora que pretende hacer nuestro país en Venezuela, cabe añadir el hecho, relevante, de que Juan Guaidó, ninguneado por Sánchez y degradado por Iglesias, no ha querido entrar a opinar sobre nada de lo que ha ocurrido en Madrid estos días. Guaidó se dejó agasajar por el gobierno autonómico madrileño y se volvió para Caracas dejando dicho que el gobierno español hace lo correcto.

Es razonable pensar que hay negociaciones en marcha y que el gobierno español quiere ejercer una mediación de inspiración zapaterista, digamos, con vistas a emerger como actor principal del desbloqueo (esta palabra le gustará al presidente) que haga posible unas nuevas elecciones. Ése, después de todo, era el objetivo hace un año: forzar a Maduro a convocar nuevas elecciones retirándole el reconocimiento como presidente legítimo para dárselo a Guaidó”.

En Onda Cero, Rubén Amón lanzaba sus preguntas: “¿Ha dimitido ya José Luis Ábalos?

¿Os digo tres razones por las que debería hacerlo?

-Mentir reiteradamente.

-Encubrir a la vicepresidenta de Venezuela.

-Provocar una crisis diplomática.

Ahora bien, ¿cómo va a dimitir si Ábalos si no es más que el emisario del propio Sánchez y el fusible del giro a la crisis de Venezuela?

¿Qué credibilidad exterior puede tener un Gobierno que un día reconoce a Guaidó y al siguiente resucita a Maduro? Que se lo digan a Borrell.

¿Están dirigiendo Zapatero e Iglesias el apoyo a la tiranía de Maduro?

¿Cómo no iba a haber venezolanos en la puerta del Sol si el 62% de los solicitantes de asilo y refugio que vinieron a Madrid proceden de Venezuela? Ahí os dejo una medida de la ferocidad del régimen de Maduro.

Ahora bien, ¿qué importancia tiene esta crisis si Almodóvar concedió a Sánchez el Goya a la mejor película de ficción?”.

En la COPE, Antonio Naranjo decía: “Porque llegó fuera de plazo, pero Ábalos es un claro aspirante al Goya al mejor actor. Cómo se pueden dar tantas versiones distintas, además la siguiente demuestra la mentira de la previa, sin que te tiemble el bigote. Yo creo que en este caso (lo de la vicepresidenta de Venezuela) creo que va a tener mucho recorrido porque ya sabemos el qué  -una reunión ilegal que contradice las indicaciones de la UE en suelo español-  pero lo que no sabemos del todo es el porqué. Y a mí me parece que el porqué va a ser muy importante. Tenemos que saber si de verdad Sánchez ha hecho lo contrario de lo que él mismo decía de Venezuela y el PSOE se ha empeñado en decir este fin de semana porque Podemos se lo exige porque tiene algunos cadáveres en el armario venezolano. Y eso si es así no va a pasar, por mucha tinta de calamar que esparzan”.

Pilar García de la Granja apuntaba: “A mí me parece tremendo. Siete días después yo todavía no sé qué pasó en el aeropuerto. No sabemos. El Gobierno de España no ha explicado por qué fue el ministro Ábalos, si sabía que venía la vicepresidenta o no, si se cambió o no de avión, fue en volandas de un avión a otro, estuvo 25 minutos o una hora y cuarto, por qué a la una de la madrugada, estuvo o no con su amigo el ministro de Turismo, a quien vio al día siguiente en una reunión que tampoco estaba en la agenda e Moncloa. A mí me parece terrible. Es un Gobierno que solo miente, una mentira detrás de otra”.

En la COPE, Francisco Rosell destacaba: “El problema son las hipotecas del Gobierno, que son muchas, y de pronto pago, todas son exigibles. Las hipotecas de los 38 viajes que hizo Zapatero a Venezuela, los 35 millones que recibió Morodo, las alianzas de Podemos con el régimen de Maduro, los independentistas, el peaje del PNV, luego llegarán los de Bildu que ya se han cobrado el presupuesto de Navarra y ahí sí podemos seguir”. “El Gobierno ha hecho costumbre de la mentira”.

Ignacio Camacho afirmaba: el Gobierno “tiene analista de gente al cobro que además están haciendo todos cola y muy deprisa. Pero ojo al ‘Delcygate’, que es un asunto lo bastante grave como para que el Gobierno prefiera el escándalo de la mentira y de la ocultación al escándalo de tenerlo que explicar”.