2019 nos depara otro aniversario más que algunos se empeñan en celebrar con energía y empeño femeninistoide si quieres. Con esa rabiosa actualidad que algunas mujeres quieren implantar a fuerza de gritos, de moda y puritanismo del bueno. Son ellas, las feministas radicales, las que han confiscado la verdadera lucha por la mujer que a primeros del siglo XX amas de casa, maestras y trabajadoras lucharon con razón por la igualdad de derechos civiles entre hombres y mujeres.
Ahora se cumplen 70 años del aniversario en que Simone de Beauvoir escribió su libro El segundo sexo, un ensayo escrito a la luz de su pareja Sartre que entonces sirvió para que mucha libertaria se consolara con algo que le diera la razón para hacer un poco más lo que ella quisiera y menos lo que debiera. Aquel libro revolucionó más a ellas que a ellos, y hoy es manual de referencia de las feministas de combate aunque no lo hayan leído. Es como los socialistas que se enamoran del Ché sin conocer su vida o de Marx sin leer El capital. Son solo conciencias huecas llenas de eslóganes que al salir de manifestación agitan las cabezas y suenan solas, como maracas, sin ningún esfuerzo.
Son ellas, las feministas radicales, las que han confiscado la verdadera lucha por la mujer
Simone de Beauvoir fue una de los fundadores y representantes del movimiento existencialista ateo junto a Sartre, Albert Camus y Maurice Merleau-Ponty, entre otros, y también de la revista Tiempos Modernos. Esta filósofa radicalizada en la izquierda vivió su tiempo enfrentada a las luchas ideológicas de su tiempo y sus escritos, ya sea desde las novelas o los ensayos. Trató de profundizar sobre temas como la libertad, la situación y el compromiso, que eran el timón de profundidaz de Sartre y que sin duda influyó en su discurso. En efecto, su obra cumbre que la hizo más rica El segundo sexo, vendió millones de ejemplares y sigue así hasta el día de hoy, donde compila precisamente esas filias en la mujer, sobredimensionando su “situación”, su “libertad” y su “compromiso” desde un punto existencialista, ateo y nihilista. Y no es casualidad que, además todo esté justificado por razón de su sexo y desde el sexo.
Digo que no es casualidad porque la filósofa escribía de lo que vivía y de sus experiencias vitales como mujer y también de sus relaciones sexuales diversas mientras que Sartre miraba al infinito y fumaba de su pipa. Al final, justifica su vida, con un buen guión y una recua de amigos poderosos, desde la intelectualidad de la izquierda francesa que le daban bombo y platillo. La grey que les aplaudía, también era parte interesada, porque una voz externa y autorizada le decía que estaba bien lo que ya hacían o lo que no se atrevían a hacer.
Es como los socialistas que se enamoran del Ché sin conocer su vida o de Marx sin leer El capital
Si algo logró Simone para los tiempos que habían de llegar –la revolución sexual primero y el radicalismo feminista después-, fue puritanizar aún más las exigencias del fundamentalismo femenino, que no trata de igualar, sino de ajusticiar, y que no es otra cosa que el puritanismo extremo llevado a la práctica. Eso ha traído la violencia en los hogares y la agresividad en el trato de la mujer contra la mujer y la mujer contra el hombre, porque cualquier proyecto de origen ateo no se lo plantea desde el bien común, sino que busca el individualismo como hilo conductor de relación.
Las ideologías actuales, con la ideología de género a la cabeza, todas sus franquicias de actuación –feminismo, LGTB, violencia de género, etc.-, desde sus plataformas o las instituciones globalistas, han hecho y siguen haciendo un subproducto humano desligado de la afectividad de la madre y el recurso de la familia. La maternidad a la carta con la píldora del dia siguiente, el aborto o el vientre de alquiler, ha convertido a las mujeres en un producto de consumo, en un negocio en todas las ocasiones, que tras el borroso velo de la libertad, el compromiso y la situación personal, todo lo justifica para participar en la carrera de la vida y de la muerte más neoliberal de la historia de la humanidad. Y para que todo esto no sea tan chocante -lo de neoliberal, digo- se engrasa bien en una socialdemocracia regada de derechos que muchos no lo son, pero no importa, porque en definitiva es que se lo crean quienes participan sin saberlo.
La maternidad a la carta con la píldora del dia siguiente, el aborto o el vientre de alquiler, ha convertido a las mujeres en un producto de consumo, en un negocio en todas las ocasiones
La Iglesia se adelantó y avisó en la Revolución Industrial sobre la explotación del ser humano y propugnó la Doctrina Social de la Iglesia, que prácticamente ni se ha estrenado, porque ni los católicos, en su sentido más universal de la palabra, saben qué es o si existe algo así. Pio XII escribió como aviso a navegantes Solidaridad Humana y Estado Totalitario debido a las crisis de las ideas en la pre Segunda Guerra Mundial. También san Pablo VI con la Humane Vitae avisó sobre la revolución sexual de los años ’60 y san Juan Pablo II puso los puntos sobre las íes Evangelium Vitae sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana. La Iglesia ha hecho su trabajo y no se le puede culpar, porque no es un Estado estructurado para organizar a la sociedad con los recursos que estén al alcance de la mano -se usen para el bien o para el mal-. La Iglesia es una institución fundada por Cristo, una Madre que cuida de sus hijos y trata de dar amor reuniéndolos a todos bajo el manto de la fe. Pero muchos quieren confundirla con los actos humanos como si el edificio de la Divinidad fuese cosa de ellos.
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