El 4 de mayo es la meta para algunos, la Meca para otros. Pablo Iglesias está ahí, entre los de la Meca, entre Pinto y el Valdemoro, entre la oposición en el gobierno, y las trincheras del No pasarán de Madrid. No hay que asustarse. Es un político, sí, uno de los que se sirve de la política para vivir opíparamente; no es político por vocación entusiasta al servicio del pueblo. El pueblo ese que más bien no ha pasado de ser para él, para Iglesias, el peldaño donde alzarse para reivindicar que los ricos no deben ser ricos aunque él viva como el rico más rico del neoliberalismo dominante, ¡pero eso es otra cosa!
Las elecciones madrileñas son un escenario en clave nacional, porque mal que le pese a otras regiones españolas que se muestran en clave nacionalista, lo que pasa en los salones de Madrid, dice mucho de lo que pasará en los de otros lugares. Es por esto por lo que la maquinaria socialista se ha puesto viento en popa rumbo a la principal comunidad española, por capitalidad y por ser el primer motor económico y social.
Ya vemos escenas esperpénticas como la de Pedro Sánchez, el presidente de España, que toma partido, es decir, dejando de lado a parte de los españoles, que durante estos días verán que la España plural sólo se refiere a la que Sánchez, Gabilondo y Redondo digan que es España. Veremos qué ejercicios de malabarismo de semáforo -corriendo y deprisa antes de que se ponga en verde para pedir la pecunia- tratando de mostrar a los independentistas en un sí pero no, en un tranquilo chicos que solo son unos días. Veremos cómo el PSOE marca territorio a Podemos, mientras ven con gozo cómo se hunde la mal varada embarcación comunista de aires bolivarianos, trufada de narcosocialismo rancio. Y con Íñigo Errejón, un vamos a llevarnos bien, porque saben que no les harán daño y parecen chicos majos. Posibles víctimas en un futuro próximo de las maquinaciones propias de los socialistas.
Veremos cómo el PSOE marca territorio a Podemos, mientras ven con gozo cómo se hunde la mal varada embarcación comunista de aires bolivarianos, trufada de narcosocialismo rancio
Veremos también a la formación progre pepera nadar contra corriente… Ese partido empeñado en ser centro con miedo a Vox, que quiere volver a ser derecha moderada, es decir, derechita, sufriendo los complejos que arrugan el entrecejo a Teo García Egea y el traje a Pablo Casado en silencio, como las hemorroides.
Y por último los de la derecha sin complejos, que se pasea por el parque del Retiro dando de comer a las palomas mientras ve a todos correr de un lado a otro. ¡Será el espectáculo! Esta derecha que todos llaman ultra porque nadie se ha parado a leer La España viva, de Gonzalo Altozano y Julio Llorente, y pueden ir así de tranquilos en las elecciones de la Comunidad de Madrid porque no tienen problemas de hemeroteca como la tienen todos los demás y porque los que les odian solo se guían por los eslóganes interesados, convirtiéndose en votos útiles para que la andadura hacia la España hundida llegue con tal mal fin.
Ha tenido cierto éxito el eslogan que propicia Isabel Díaz Ayuso: Comunismo o libertad, dice. Y es que es una opción, y suena bien, lo malo es que la mayoría sólo lo contemplará como una única opción, es como decir la bolsa o la vida, que te obliga a pensar demasiado rápido en qué es el comunismo y qué es libertad, tan rápido que en realidad no se piensa.
Veremos también a la formación progre pepera nadar contra corriente… Ese partido empeñado en ser centro con miedo a Vox, que quiere volver a ser derecha moderada, es decir, derechita, sufriendo los complejos que arrugan el entrecejo a Teo García Egea y el traje a Pablo Casado
Para suerte de todos, comunistas incluidos, acaba de aparecer en el mercado Historia del Comunismo, de Marx a Gorbachov, de Enrique Miguel Sánchez Motos, donde plantea su tesis, arduamente investigada y expuesta de forma muy extensa (544 páginas), que la raíz y fundador del comunismo fue Marx, de nombre Karl. Lo hizo a raíz de aquel texto, escrito desde el ocio y, para su suerte, como un allegado al capitalismo burgués, que hacía autocrítica de la injusticia social. Lo malo es que lo hizo desde el salón alfombrado de su casa mientras un mayordomo le servía un jerez a la hora propicia; bueno, lo mismo que han hecho todos los dirigentes comunistas, incluido nuestro Pablo Iglesias y su pareja Irene Montero.
Pero sobre la libertad habrá que añadir sin empacho lo que de verdad significa libertad, porque a lo mejor no coincide tampoco con lo que la presidenta de Madrid piensa. En La sociedad decadente, Isaac Riera Fernández hace un recorrido sobre la decadencia de lo que se supone que hoy es la libertad, incluido el significado de la palabra libertad, que pasa como indica el autor en el libro por la adquisición de derechos civiles, derechos -¡oh, paradoja!- que van en contra del propio ser humano como el aborto, la falta de autoridad o las políticas homosexualistas de educación de la ministra Celaá, que obliga a que en los cursos reglados escolares interfieran en la íntima relación entre padres e hijos, entre el mundo intocable de la familia, violada de manera constante desde hace cuarenta años empezando por el divorcio y rematando -dicho con toda intención- en la eutanasia. Pues bien, no olvidemos que el Partido Popular de Ayuso defiende, promociona y subvenciona toda esta, llamémosla, extraña libertad que reclama para sí.