Este verano, en agosto, los viejos roqueros han estado de enhorabuena, porque el concierto más famoso de todos los tiempos celebraba su cincuenta aniversario: Woodstock. Los medios oficiales, las televisiones y sus programas, así como las parrillas de muchas emisoras se llenaron de nostálgicos, de abueletes de 70 años que comentaban cómo fue de grande aquello y cómo influyó en su percepción de la vida.
Amor, flores y rock... y drogas y sexo, muchas drogas y mucho sexo, que entonces lo asumieron como un halo de libertad ansiado e irreconocible del que todos y todas salieron ahítos. Muchas de aquellas adolescentes de entre 16 y 21 años llegaron a casa embarazadas sin saber quién era el padre. De hecho, esa hornada de vidas que llegaron a nacer, son conocidos como "los hijos de Woodstock" a los que los hippies de referencia, ahora octogenarios, los toman por los talismanes con la más alta representación del haz el amor y no la guerra; una especie de budas dorados, consagrados a recordar al mundo entero que ese, y no la muerte, deberían ser los frutos de cualquier acto de la humanidad.
Pero se olvidan siempre de hablar de los excesos, porque los datos son los datos, por ejemplo: ocho mujeres abortaron involuntariamente, pero también se dieron dos nacimientos. Tim Hardin después de su repertorio murió de una sobredosis de heroína. Nueve de cada diez asistentes fumaron marihuana y 33 fueron detenidos por consumir drogas, según los servicios sanitarios, y no se cuenta la distribución de LSD, puesto que fue entregada gratuitamente de forma intencionada. También se dieron dos fallecimientos: un hombre por sobredosis de heroína y un adolescente atropellado. El departamento de salud del Estado, documentó 5.162 casos médicos, incluidos 797 por uso indebido de drogas, sin embargo Time lo definió como "el mayor acontecimiento pacífico de la historia". En fin, no todo fue tan bonito como lo pintan los nostálgicos.
Los organizadores: un niño rico, un joven inversor y dos veinteañeros con una breve experiencia en el mundo del rock comenzaron a mover la idea y poco a poco se les fue de las manos
Tras la lejana y algodonada añoranza de aquellos hechos, se esconden una serie de actos perversos, correspondientes a ciertos experimentos sociológicos que se llevaron a cabo ocultos tras la vorágine del caos logístico y de la muchedumbre desvariada. Nunca se daría una oportunidad como aquella, donde iban a estar reunidos medio millón de jóvenes, el punto de inflexión entre la vieja América, conservadora y espiritual, y la América progresista y agnóstica que se venía encima. La década de los sesenta trajo el desarraigo de hombres y mujeres que la Segunda Guerra Mundial había consolidado en EEUU, desde el punto de vista social, en la primera potencia mundial. Diez años en los que entraron en colisión aspectos como la política: la crisis de los misiles de Cuba, la Guerra Fría con la Unión Soviética o la guerra de Vietnam; asesinatos como los de Martin Luther King, Malcolm X o John F. Kennedy; y las revueltas raciales que generaron disturbios en todos los Estados Unidos. Todo aquello junto y escalonado creó un caldo de cultivo de enfrentamiento y desesperación para muchos, con lo que la aparición a finales de los sesenta de movimientos basados en la paz, el amor y la naturaleza generaba una fuerte atracción para las generaciones más jóvenes, que no estaban preparadas para pelear por sus ideales y que sí se dejaban cautivar por cantos de sirena. Pero para entonces, Bilderberg ya estaba ahí, agazapado, preparado para aprovechar esa apatía en beneficio propio.
Los organizadores, un niño rico, un joven inversor y dos veinteañeros con una breve experiencia en el mundo del rock comenzaron a mover la idea y poco a poco se les fue de las manos. No podían controlar el movimiento de masas que crearon. Un cartel de reconocidos cantantes y grupos, con una oferta de 20 dólares por tres días continuados de rock, era el sueño de muchos jóvenes. Y, aunque para la CIA y los laboratorios del Estado eso era lo de menos, vieron un enorme tubo de ensayo en los que probar nuevos métodos de control.
Todo aquello formaba parte de un plan social, diseñado por personas brillantes, poderosas y diabólicas que, tras prestigiosas fundaciones, empresas y think tanks, usaron la cultura pop para promover sentimientos de alienación y disfuncionalidad, dispuestos a promover la ruptura de las familias y a frustrar su desarrollo para conseguir sus objetivos personales (esto pasó hace 50 años, no estoy hablando de hoy).
Previamente les han vaciado de Dios, su fuente de certeza que orienta y reorienta de manera constante hacia Él
El periodista Donald Phau, en su publicación “Satanic Roots of Rock”, describe cómo se desenvolvieron los acontecimientos: “Dos días antes de la fecha prevista para el inicio del concierto ya habían llegado cincuenta mil chavales a Woodstock. Inmediatamente empezaron a circular las drogas. Niños pequeños nadaban desnudos, fumaban hierba y se empapaban de esa música”. En el mismo escrito, Phau también sostiene que “durante los siguientes tres días, el casi medio millón de jóvenes que llegó allí fue sometido a una exposición continua a las drogas y a la música rock. Y debido a las lluvias torrenciales se vieron obligados a caminar con barro hasta las rodillas. No había refugios y no había forma de salir de allí”. Es decir, una jaula con medio millón de ratas de laboratorio al servicio de los estudios y análisis de un montón de científicos, sociólogos y policía política muy interesada en cómo se desarrollarían las actitudes y aptitudes de las personas en situaciones de manejabilidad absoluta como aquella.
Si alguien tenía dudas de lo que significa "como ovejas sin pastor", este es el hecho perfecto de lo que sucedió y sucede hoy. Almas perdidas y sin rumbo que deambulan aparentemente solas. Previamente les han vaciado de Dios, su fuente de certeza que orienta y reorienta de manera constante hacia Él. Pero, por si faltara poco, no sea que algún joven llegara a pensar por sí mismo, anatema sea, se les emponzoña bien de sexo, se les retroalimenta con las drogas y se les dice que es bueno porque es sensible y no piensa de manera racional, sino que sus benditos sentimientos le guían hasta el más allá. Bilderberg actuó en 1969 y lo sigue haciendo en 2019, pero con más armas, más poderosas y más descaro. Ya no hace falta montar grandes escenarios de manipulación, que también. Hoy es Internet, influyendo desde las generaciones más jóvenes, y la ONU, imponiendo las bases para forzar a una sociedad plana y masificada con derechos, muchos derechos.
El rapto de Europa (Encuentro) de Luis Diez del Corral. Jurista, filósofo e historiador de las ideas políticas, el autor, constituye uno de los más importantes proyectos de interpretación histórica sobre Europa elaborados en el siglo XX. El profesor expone, de forma magistral, cuál es la esencia de esta Europa que, por una parte “raptó” al mundo, a través de la extensión “universal” de sus valores y su cultura, pero que, a su vez “fue raptada”, en la medida en que su propia esencia es fruto de un proceso de aprendizaje, integración y desarrollo de diversas tradiciones y culturas.
Masonería. Una reflexión cristiana (Bendita María) de Gerardo López Laguna. Pululan las búsquedas más extravagantes; unos se entregan a las frivolidades; otros buscan seguridades sacralizadas, emprendiendo el camino del odio; brotan mesianismos político-existenciales… Y en este fragor de ansiedades e incredulidad, siempre aparece el fenómeno de los histerismos iniciáticos, del ocultismo y de la magia. Estas páginas están plagadas de simbolismos misteriosos, de referencias a sociedades secretas y de un anecdotario realmente sugestivo. Este ensayo intenta profundizar en las causas de tal confrontación y, sobre todo, en el para qué de la misma.
¡A la horca! (Arcaduz) de Robert Hugh Benson. Novela, inédita hasta ahora en lengua española, publicada por Robert Hugh Benson en 1912. Una de las obras más representativas del autor escritas después de su conversión al catolicismo en 1903. El relato que presenta hechos y personajes reales, exceptuando a los dos protagonistas, y se centra en el dilema de los católicos, forzados a elegir entre la libertad y el honor, si renunciaban a su fe, o la muerte en el patíbulo, si mantenían la fidelidad al Papa. Quizá un panorama similar si deseamos ser coherentes sabiendo que seremos enviados a la horca del desprestigio, la marginalidad y la soledad en términos humanos.
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