“Esto es increíble, ¡medio país puesto de acuerdo para engañar a otro medio!” Oí sorprendido hace algún tiempo, procedente de sesuda y crítica voz, sobre la fiesta de nuestros queridos tres Magos de Oriente. ¿Una muy racionalista voz? Vacilé un instante… aparte de que quizás hoy no sea mitad frente a mitad, en el juego las reglas cambian las palabras, en el mus no hay que mentir, sino jugar y reír, compartir y unir, aún en el calor de la disputa. ¿Sería España la misma sin el mus? Lloro cuando pienso que quizá no sean hoy tantos los ‘puestos de acuerdo’ en defender a los Magos.
“¡Todos a una!, como Fuenteovejuna”, deseo, quiero y pienso que habría de ser: los Magos existen. Los llamo así: ‘Magos’, pues no entienden -lo sé de buena fuente- ni de monarquías ni de repúblicas; son magos porque son sabios, ‘astrónomos’ se dice que significa originalmente la palabra, de la lejana Mesopotamia, de ahí su famosa estrella. Pero, ante todo -digo yo-, sabios porque saben y nos dan de su saber. ¿Qué nos traen cada 6 de enero en su ‘mágica’ noche?
¿Un torrente de ilusión desbordante, contagiosa, limpia y excitada en miradas fulgurantes de niños que no pueden dormir? Sí, pero mucho más. La magia, el perdón, el saber, de nuestros tres Magos nos hacen dar y darnos escondiéndonos en lo que damos, me explico: el regalo ya no es nuestro, no nos buscamos en el regalar, no lleva remite para un retorno de agradecimiento, es puro don -si lo sabemos hacer y aprovechamos la ocasión-; por eso existen los Magos e importa mucho que existan ya que hacen posible que nos demos así a los que amamos, nos convierten en puro regalar, esta sí que es magia, este sí que es saber, esto es humanidad: gozo en el dar que hace feliz sin más retorno que su disfrutar.
Y más aún, ¿qué precio tiene experimentar la gratuidad y el asombro de que la imposible posibilidad se haga realidad? Este es el regalo que reciben, más allá de los objetos, sobres y demás atmósfera de consumo. El niño vive que le quieren, que le dan, aunque no haya sido tan bueno como… y a lo mejor aparezca algo del temido carbón junto al regalo, que le quieren porque sí, que él vale por encima de sus teneres y haceres; no lo sabe decir, pero este abrazo toca su ser, quizás por eso yo, que fui niño, gusto de volver a serlo cada 6 de enero con todos los niños, también esos que viven en la pobreza y reciben el regalo de generosos pajes que llegan de tantos rincones, sin remite. ¿Sería igual nuestra capacidad de soñar, de inventar, de esperar, de superarnos sin experiencias como esta? ¡Gracias Magos de Oriente! Lo imposible se hace realidad, la sesuda razón no puede encerrarnos en el desaliento, hallaremos caminos y estaremos abiertos al don de lo Alto.
Por eso, los Magos existen, y si no existiesen alguien tendría que inventarlos.
¡Feliz Navidad!