Debemos hacerlo por dos razones: para tratar de restaurar la dignidad de las vidas abortadas y por nuestras propias vidas que tantas veces damos por perdida la batalla de la vida. Ante el derecho a la vida no caben medias tintas. O eres abortero o no lo eres, y si no lo eres no puedes quedarte en casa escandalizándote de las barbaridades que propone Irene Montero cómodamente en el sillón del salón.
Hagamos un breve repaso histórico de cómo hemos llegado hasta aquí.
En 1983 se modificó el artículo 417 del Código Penal de 1944, con lo que se despenaliza el aborto por tres motivos: el terapéutico, relativo a la salud de la madre; el criminológico, en casos de violación; y el eugenésico, cuando al feto se le suponen malformaciones o enfermedades incurables (desde entonces, por ejemplo, el 95% de los síndrome de Down son abortados).
En 1995, Felipe González trató de introducir la primera versión del aborto en plazos, permitiendo que la mujer pudiera ejecutar a sus hijos voluntariamente en el plazo de doce semanas desde la gestación, siempre y cuando se acreditara un conflicto personal, familiar o social para la mujer. Entonces el Senado rechazó el proyecto.
Con Zapatero y la 'ley Aído' se logró que las mujeres pudieran abortar hasta en las 14 primeras semanas sin que tuviera necesidad de aportar ninguna documentación relacionada con la salud de la embarazada, del feto o por motivo de violación. se abrió definitivamente la ley de plazos
José Luis Rodríguez Zapatero dio una vuelta de tuerca más a la ley anterior. Puso al frente de la remodelación de la ley a Bibiana Aído, muy mona para dulcificar el mensaje y una indigente intelectual que hacía lo que se le decía, dispuesta a recibir todo tipo de insultos, críticas y vejaciones a cambio de un sueldo ministerial y un placentero destino en la ONU lejos de España. En la actualidad es representante de ONU Mujeres en Ecuador con 100.000 dólares de sueldo al año. Así, en 2010, con 184 votos a favor y 158 en contra, se logró que las mujeres pudieran abortar hasta en las 14 primeras semanas sin que tuviera necesidad de aportar ninguna documentación relacionada con la salud de la embarazada, del feto o por motivo de violación. Sólo debe estar informada «sobre los derechos, prestaciones y ayudas públicas de apoyo a la maternidad» y que hayan transcurrido tres días desde tal información y la realización del aborto. Con esta ampliación legislativa, se abrió definitivamente la ley de plazos, además de que las menores de 16 años pudieran abortar sin la tutela de los padres.
Cuando Mariano Rajoy llegó a La Moncloa en 2011, llevaba la promesa de campaña a su electorado de la remodelación de dicha Ley. Al frente estaba Alberto Ruiz Gallardón, que centró sus esfuerzos en la modificación de esta última norma «para reforzar la protección del derecho a la vida», aunque para entonces el Partido Popular y su Presidente estaban ya comprometidos con las leyes globalistas. El globalismo ideológico contiene como herramientas troyanas para trabajar a fondo la ingeniería social, la ideología de género para la corrupción antropológica, el cambio climático escatológico, y la eugenesia en sus vertientes del aborto y la eutanasia. Ahora, quizá se comprenda mejor el recorrido de la democratización de España al amparo de las sugerencias estadounidenses. Gallardón dimitió al verse ninguneado por su propio gobierno y presionado al luchar contra los intereses de ciertas ideologías hegemónicas mundiales.
Hoy, el Ministerio de Igualdad, con una Irene desmelenada gracias al chute multimillonario de los Presupuestos del Estado, pretende dar barra libre para el aborto. No quiere papeles, no quiere controles… Solo quiere que la mujer llegue al abortorio y pueda decir «lo quiero hoy y ahora», con el mismo gracejo del ya famoso grito feminista de «sola y borracha, quiero llegar a casa».
Con Rajoy sólo se modificó la 'ley Aído' en el tema de que las menores de 16 años pudieran abortar sin la tutela de los padres. Hoy, con Sánchez, Irene Montero pretende dar barra libre para el aborto: no quiere papeles, no quiere controles…
Han sido necesarias solo cuatro décadas para transformar a la sociedad española. Este cambio radical sociológico tiene sus raíces bien hincadas en el tiempo. Desde primeros de siglo XX, Estados Unidos exporta ideologías neoliberales que han ido implantando en el mundo gracias a la ONU y a franquicias como American Eugenics Society, cuyo cofundador, Frederick Osborn, dio el consejo oportuno para que el crimen legal adquiriese la oportuna forma de serpiente hipnotizadora y muchos lo dieran por bueno desde el principio: «Los objetivos eugenésicos tienen más probabilidades de ser alcanzados bajo un nombre que no sea eugenesia».
Hoy, las mujeres posmodernistas, desnaturalizadas por ideologías bestializantes como las de género y el feminismo radical, exigen la impudicia de matar a sus hijos por derecho, porque ellas lo valen. Porque consideran que su libertad está por encima del hijo de sus entrañas o el hombre con el que lo concibió.
Irene Montero, al igual que su antecesora Bibiana Aído -parecidos razonables-, chicas monas y de intelectualidad similar a la de una piedra, cumplen el mismo papel y tendrán idéntico final. Recordarán que de la Aído se reían por aquello de «miembros y miembras» y de la Montero por lo de «niños, niñas y niñes», pero ambas se ríen de nuestras burlas porque saben que son el rodillo progre con el que se enriquecen mientras que la ley sigue matando inocentes.
Desde primeros de siglo XX, EEUU exporta ideologías neoliberales que han ido implantando en el mundo gracias a la ONU y a franquicias como American Eugenics Society, cuyo cofundador, Frederick Osborn, aconsejó: «Los objetivos eugenésicos tienen más probabilidades de ser alcanzados bajo un nombre que no sea eugenesia»
Estamos en la obligación moral de asistir a cualquier manifestación y rechazar con todas nuestras fuerzas el aborto, no porque mujeres como estas nos encolericen, sino porque tenemos que hacer patente nuestra renuncia a leyes que amparan el crimen legal. Hay que rebatir el aborto provocado porque la vida debe ser protegida. Y también, porque como dijo la impresentable Carmen Calvo, y ahora sí que tiene sentido, «nos va la vida en ello». No nos harán caso porque no es un problema de democracia ni de libertades personales, es una imposición ideológica, pero al menos que tampoco les salga gratis, ni a ellos ni a nuestra conciencia.
En defensa de la vida y de la mujer (Criteria) de María Lacalle Noriega. El aborto no es una novedad. A lo largo de la historia se han realizado abortos por muy diversos medios: pócimas, venenos, intervenciones quirúrgicas… La novedad es que en las últimas décadas ha pasado de ser un delito a considerarse un derecho de la mujer. ¿Cómo ha sido posible semejante cambio en tan poco tiempo? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y qué podemos hacer para cambiar esta manera de pensar y de sentir?
El Imperio de la Muerte (Sekotia) de David del Fresno. Este ensayo se ha convertido en un clásico de la pirámide del negocio del aborto, no en balde el subtítulo es ¿Quién se está forrando con el negocio del aborto? El estudio nos lleva a conocer las raíces de los actores más activos tanto en lo legislativo como en lo económico. Un libro que pone los pelos de punta al conocer de cerca la red inmensa que proporciona tanto dinero como espanto.
Los niños diferentes (Digital Reason) de José Manuel Moreno Villares. Los avances de la técnica nos permiten llegar a diagnósticos bastante probables en muchas de estas situaciones. El problema no es la técnica, sino que quien práctica la medicina haya dejado de ser el Vir bonus et medicus peritus y se convierta en un técnico (téchnos). Diagnóstico prenatal, limitación de tratamientos o incluso la eutanasia neonatal o infantil tienen cabida en una sociedad eugenésica cuando adquieren ese matiz.