Contábamos en Hispanidad, que el Gobierno aprobaba en el Consejo de Ministros el anteproyecto de ley del aborto, una ley homicida, mentirosa, majadera y ordinaria. Y es que nadie hace la pregunta que de verdad importa, ¿es el aborto un asesinato? Y sí, lo es, el asesinato más cobarde sobre el ser más inocente e indefenso.
Y es un asesinato, porque lo que se aborta es una vida humana, lo explica Manuel Martínez Sellés, Presidente del Colegio de Médicos de Madrid, en un artículo en Alfa&Omega, con gran claridad:
"La vida humana empieza con la fecundación. Esta evidencia científica tiene también en Europa respaldo legal, ya que en 2011 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que constituye un embrión humano "todo óvulo humano a partir del estadio de fecundación, todo óvulo humano no fecundado en el que se haya implantado el núcleo de una célula humana madura, y todo óvulo humano no fecundado estimulado para dividirse y desarrollarse mediante partenogénemesis".
Y continúa: "El Código Español de Deontología Médica en sus artículos 51.1- "El ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, dede la concepción hasta la muerte. El médico está obligado, en cualquiera de sus actuaciones, a salvaguardar la dignidad e integridad de las personas bajo sus cuidados"- y 55.1- "El médico está al servicio de preservar la vida a él confiada, en cualquiera de sus estadios".
Y alude al estudio de un equipo de la Universidad de Oxford en 2016, al describir que el latido cardíaco empieza tan solo 16 días después de la concepción.
Pero con el aborto se ha seguido una campaña impecable, primero, se despenalizó en algunos casos (peligro para la vida de la madre, violación, malformación del niño en gestación…). Más tarde se añadieron los coladeros del riesgo para la salud física y psíquica de la madre, para pasar a ampliar el aborto sin causa alguna, la senda continuó eliminando los plazos. Y esto ha desembocado en la denominación de nuestros días: el aborto es un derecho.
Lo del "derecho al aborto", es una hipocresía y una salvajada propia de la época en la que vivimos, marcada por la blasfemia contra el Espíritu, es decir, llamar bueno a lo malo y malo a lo bueno.
Ahora, nos encontramos con una sociedad convencida de un derecho, que no es más que una mentira, puesto que nadie puede tener derecho sobre los derechos de terceros. Una sociedad que no se cuestiona si el aborto es dar muerte, cuando lo que se elimina es una vida humana distinta a la de la madre. Que exige autoridad sobre su cuerpo, cuando, si se tratara de su cuerpo, con un aborto moriría la madre, no el niño. Y que se escandaliza y pierde el tiempo en cuestiones periféricas, que no hacen otra cosa que distraer de los importante: el aborto es un asesinato porque la vida humana comienza con la fecundación.