El símbolo de la ONU es una esfera del globo rodeada por una rama de olivo. Eso es lo que piensan muchos, por aquello de que la rama de olivo es el símbolo de la paz y Naciones Unidas se dedica, o debería dedicarse, a velar por la paz en el mundo.
Pero resulta que no, el símbolo de Naciones Unidas no es una rama de olivo sino una rama de acacia, que no es el símbolo de la paz sino el símbolo de las logias masónicas.
Ateísmo práctico: no es falta de fe, es que no me quiero comprometer
Contemplen la diferencia: la rama de acacia presenta hojas perfectamente alineadas; el olivo, por contra, presenta hojas verdegris, de lo más irregular. Lo de siempre, al hombre limitado le gusta lo simétrico. Por el contrario, a la naturaleza, creada por el Padre Eterno, le agrada lo multiforme y asimétrico, que en su desorden conlleva su belleza.
Pero como no soy un esteta, sino un periodista (cosa mucho más seria, como ustedes comprenderán) me atengo a que Naciones Unidas es un invento masónico. Lo cual no significa que no sea aprovechable. Ocurre lo mismo que con el ideal europeo: no hay que marcharse de la Unión Europea, hay que quedarse para cambiarla y modificarla. No hay que marcharse de la ONU, hay que hacer que la ONU vuelva a sus orígenes, la Declaración de los Derechos del Hombre, de 1948, y no se incline hacia la lamentable nueva religión de la ideología de género, que es la que ahora impera en Naciones Unidas con una Unicef, por ejemplo con su defensa del infanticidio o de una Organización Mundial de la Salud convertida, que propone abortar hasta el momento mismo del nacimiento.
O con un Antonio Guterres, secretario general de la ONU, que no lucha por la paz del olivo entre Rusia y Ucrania sino por la imposición de los principios progre-capitalistas a una Rusia que, a pesar de sus salvajadas, todavía cree en algo frente a un Occidente, antaño cristiano, que ahora sólo cree en su propia comodidad.
Pascal: si la aceptación del Teorema de Pitágoras conllevara un esfuerzo o un compromiso hace tiempo que hubiera sido refutado
En lugar de la paz entre las naciones, la ONU se ha convertido en la precursora de un poder mundial único, que no tiene por qué ser un solo gobierno pero, en cualquier caso, poder omnímodo, en el que toda discrepancia con los ¿ideales? del Nuevo Orden Mundial (NOM) sea considerado delito. Delito de odio, le llaman.
Que nadie se atreva a disentir de lo políticamente correcto porque es sabido que "se puede decir de todo pero hay cosas que no se pueden decir".
Dicho de otra forma: un poder global que impone la corrección política como la esencia de la democracia, aunque para ello debe crear una "nueva generación de derechos humanos"... que ni son derechos, son liberticidas, y que resultan muy poco humanos.
Resumiendo: Naciones Unidas, en el siglo XXI, no busca la paz en el mundo, busca el famoso gobierno mundial de corte tiránico y, por consiguiente, cristianófobo y, por tanto, cristófobo.
Nada de esto sería posible si no estuviera amamantado por ese ateísmo práctico que representa la marca de nuestro tiempo. Es decir, el poder de la ONU y su tendencia hacia el nuevo gobierno mundial anticristiano no resultaría muy preocupante si no fuera porque la principal fuerza de la masonería -histórica pero también actualmente- no ha consistido en un deísmo rampante, que no puede entusiasmar sino al depresivo crónico.
Si este espíritu de la ONU de la rama de acacia se instala en el mundo será por lo que afirmaba Pascal: si la aceptación del Teorema de Pitágoras conllevara un esfuerzo o un compromiso hace tiempo que hubiera sido refutado.
Ese es el peligro: el ser humano del siglo XXI, atemorizado por el ambiente apocalíptico, Covid incluido en el que se mueve, sólo quiere que le dejen en paz, no comprometerse ni con nada ni con nadie... "que bastante tengo con lo mío". En ese ambiente, el gobierno mundial de la acacia se extiende como una mancha de aceite. Nuestra esperanza cristiana consiste en que, cuanto más se extienda, más se dejará notar el vacío que provoca en cada hombre... y entonces volveremos 'do solíamos': a buscar el consuelo en el Único que puede proporcionárnoslo: Cristo Jesús.