Ya hemos hablado en Hispanidad hasta demasiadas veces del cisma alemán. Es decir, de la teología de la bragueta de muchos, demasiados, mayoría, miembros de la jerarquía alemana que, encima, controlan la Conferencia Episcopal Europea.
La técnica del cuanto más lejos del peligro más lejos del daño no parece dar resultado con la soberbia: el Papa Francisco ha alejado de su círculo más próximo, el reducido número de cardenales que le asesora (G-8. G-9 o lo que sea) al cardenal Reinhard Marx, pero ha situado al cardenal luxemburgués, casualmente jesuita, Jean-Claude Hollerich, en el mismo organismo, presidente de la COMECE (Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea) y autor de una ristra de majaderías progres que defiende con entusiasmo.
Objetivos cismáticos: sacerdotes trans y cambiar el catecismo, no para respetar al homosexual, sino para aplaudir la homosexualidad
Sinceramente, Santidad, no puede usted esperar más, tiene que actuar. Alemania representa hoy la teología de la bragueta. Actuar es aclarar las cosas. Si fuera necesario, expulsando a obispos y sacerdotes heréticos. Porque lo que importa es no confundir al pueblo, que es más numeroso que la jerarquía y que, de vez en cuando, escucha a la monarquía.
Sí, las excomuniones de poco sirven y la principal labor de un Papa es evangelizar pero también sancionar cuando la jerarquía se desmanda por el peligro antedicho, que ese sí es grave.
La chifladura episcopal alemana es una mezcla de feminismo, sodomía y simonía... y me temo que el origen puede estar en esta última
Estamos en la ideología de género, algo mucho peor que el marxismo, porque este afectaba a la vida social mientra el 'gender' atenta contra la antropología individual. Al final, el cisma alemán consiste en ordenar sacerdotes a homosexuales y trans (y contra eso me temo que no resulta oportuno insistir en la obviedad de que el celibato no es sino una norma temporal) y cambiar el catecismo, no para respetar al homosexual sino para aplaudir la homosexualidad. Bueno, el cisma alemán consiste en sodomía, simonía y mucha, muchísima soberbia.
La iglesia alemana tiene más dinero que fe. Eso no puede ser bueno y la cuestión de fondo del cisma alemán se resume en una sola palabra: orgullo
En resumen, la chifladura episcopal alemana es una mezcla de feminismo, sodomía y simonía... y me temo que el origen del mal puede estar en esta última. Una iglesia que supedita la condición de católico al pago de un impuesto, es decir, encima controlado por el Estado, tenía que terminar donde ha terminado, necesariamente. Por de pronto, la iglesia alemana tiene más dinero que fe. Eso no puede ser bueno.
Santidad, ¡actúe ya mismo, con sentido de urgencia!