Confirmado: el rescripto -respuesta a una duda- del Papa Francisco, de fecha 21 de febrero: 'Traditionis Custodes' aun contradice más a Benedicto XVI de lo que parecía en un primer momento y reduce la Eucaristía por el rito antiguo (tampoco tan antiguo: anterior a 1970) a una hipótesis de muy difícil cumplimiento, bajo la autoridad de la Santa Sede.
Por ponerlo fácil: Benedicto XVI daba libertad a los sacerdotes para que oficiaran según el rito anterior a 1970 mientras Francisco elimina esa libertad, o al menos lo pone tan difícil que el que pretenda oficiar a la 'antigua' tendrá que ser un cura mayor y/o obtener el permiso directo de la Santa Sede y no de su obispo.
En principio, debería ser una cuestión de liturgia pero el asunto me parece más relevante por dos cuestiones de actualidad:
1.El 'Motu Proprio' de Benedicto XVI permitía, el Motu propio de Francisco prohíbe.
Benedicto dejaba hacer, Francisco prohíbe hacer. Siempre es mejor proponer que imponer.
2.Mucho más relevante: en el momento actual, caracterizado por la falta de respeto, peor, de profunda desacralización de la Eucaristía, deberíamos estar exigiendo cosas tales como la comunión en la boca, de rodillas y con acompañamiento de bandeja para que no se derrame ni el menor trozo de la Forma e incluso volver a la palmatoria porque para el hombre es mezcla de cuerpo y alma y la liturgia es la forma para que entienda el contenido, el fondo.
Este era el momento para caminar en dirección opuesta a Traditionis Custodes: caminar hacia una mayor sacralización de lo más sagrado con lo que cuenta la Iglesia: la transustanciación
Este es un problema grave porque la falta de respeto a Cristo eucaristizado constituye una de las lacras de la iglesia de hoy. Yo diría que es la lacra. Lo que tememos algunos es una misa 'light', convertida en la puerta de entrada a la supresión de la Eucaristía (sí, supresión, quizás dictada por la propia jerarquía eclesiástica) y, lo que es aún peor -sería el final- la conversión de la Eucaristía en la abominación de la desolación.
Por ello, con todo respeto y afecto al Papa Francisco, que es el verdadero Papa, puedo decir que no me gusta su tendencia a correr con mangueras a las inundaciones y con barcazas a los incendios. Dicho de otra forma: no es el momento para aligerar la eucaristía, sino todo lo contrario, es la batalla final y ya ha comenzado.
Recientemente acudí a una iglesia madrileña, a una misa en rito mozárabe. Un vago diría que la diferencia entre este rito y el actual es que el segundo hace que la misa dure 25 minutos y el segundo 55. La verdad, desconocía el rito mozárabe pero me sorprendió la delicadeza con la que, desde la propia liturgia, se trataba el Santísimo. Y ojo, el rito mozárabe es un rito recio. Mucho me temo que se acabe prohibiendo también el rito mozárabe de la eucaristía y con ello se desacralice un paso más el gran regalo de Dios a los hombres. Y eso sí que es grave.
En resumen, si el rescripto de Francisco no anima a ese proceso, el de pergeñar una Eucaristía Light, entonces no tengo nada que decir. Las batallas litúrgicas no me interesan, la Eucaristía sí, porque "la Iglesia vive de Eucaristía" (San Juan Pablo II) y "la Eucaristía hace la iglesia" (Francisco), en su documento final sobre el Sínodo de la Amazonía. Fransico añadió en ese documento: "la Eucaristía hace la iglesia… y no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía".
Por tanto, Francisco es muy claro en su doctrina. Por eso me extraña su empeño en prohibir cualquier tipo de rito, o una novedad locuela, sino aquello que ha funcionado durante tiempos más civilizados, por más respetuosos con Cristo Sacramentado que los actuales. No, no hace falta correr con mangueras a la inundaciones y con barcazas a los incendios, Santidad. Este no era el momento para iniciar esa batalla sino, probablemente, para caminar en dirección opuesta: hacia una mayor sacralización de lo más sagrado con lo que cuenta la Iglesia: la transustanciación.