Geert Wilders es presidente del Partido por la Libertad de los Países Bajos, recientemente elegido Primer Ministro de Holanda. Su discurso en el Four Seasons de Nueva York, propone una Alianza de Patriotas anunciando la Conferencia Facing Jihad en Jerusalén. La idea ha dado la vuelta al mundo y recorrido las redes sociales, generando multitud de opiniones contradictorias, lo que le ha llevado a ser tildado de ultraderechista y xenófobo o de profeta iluminado.
Este político, que ve amenazada su cultura -nuestra cultura europea-, la producción de su país y las altas tasas de impuestos para mantener un sistema de protección social de manera asimétrica, que los inmigrantes de origen islamista reciben de todo a cambio de nada, ha hecho que se enciendan todas las alarmas y que Holanda haya dado un giro de 180 grados en la visión política de su propio país. Frente a una Bruselas funcional y progresista, cada vez más países, más ciudadanos europeos, están comenzando a poner orden en su vida a través de las urnas. El discurso de Geert Wilders comenzó de forma tan rotunda como: «Se avecina un peligro tremendo y es muy difícil ser optimista. Podríamos estar en las etapas finales de la islamización de Europa». Este aviso, no solo hace referencia a Europa como si fuese un lugar estanco del mundo. También supone un peligro que amenaza a Estados Unidos. En definitiva, para la supervivencia de Occidente.
Expuso la situación real de lo que pasa en Europa, porque el Viejo Continente no solo es un espacio de avances tecnológicos con un alto nivel de vida, también es el terreno donde se está librando la principal batalla para la islamización del mundo. De igual forma que desde Europa el mundo evolucionó en ciencias y se dio a conocer el cristianismo, ahora también quieren que sirva para la difusión del retroceso en libertades y el fundamentalismo islámico. No es lo mismo conocer París, Berlín o Barcelona desde la burbuja del balcón del hotel de cinco estrellas, con vistas a un infinito indefinido, que la sociedad paralela que se ha ido creando debido a la migración masiva musulmana.
«En toda Europa -dice Wilders- está surgiendo una nueva realidad: barrios musulmanes enteros donde residen o son siquiera vistos muy pocos naturales del país o la ciudad. Y si lo son, es posible que se arrepientan. Esto también se aplica a la policía. (…). Con mezquitas en muchas esquinas. Las tiendas tienen carteles que ni tú ni yo no podemos leer. Se trata de ghettos musulmanes controlados por fanáticos religiosos. Estos son barrios musulmanes y están proliferando en todas las ciudades de Europa. Estos son los pilares del control territorial de proporciones cada vez más grandes de Europa, calle por calle, barrio por barrio, ciudad por ciudad». En definitiva, estamos hablando de una invasión silenciosa que subvencionamos con nuestros impuestos.
¿Qué sucede en muchas ciudades europeas? Los musulmanes ya son la cuarta parte de sus poblaciones: Ámsterdam, Marsella, o Malmo en Suecia, son solo ejemplos de hacia dónde apuntan otras zonas de nuestro continente. Realidades como la de París, sometida a un perímetro de barrios musulmanes donde no se puede entrar si no eres uno de ellos y cuyas parabólicas solo apuntan a su país de origen. El nombre más popular es Mohammed. En las escuelas primarias de Ámsterdam, no se puede mencionar la granja, porque es mencionar de alguna forma al cerdo. O que en Bélgica y Dinamarca sólo sirvan comida halal a todos los alumnos. En ciudades tan progresistas como Ámsterdam, los homosexuales son golpeados por musulmanes, a los que no se puede denunciar porque van en bandas que desaparecen después en sus barrios. A las mujeres no musulmanas, por la calle se les insulta llamándolas "putas" simplemente por no llevar cubierta la cabeza. En Inglaterra, la sharia es ya parte oficial de los tribunales de justicia. Y por último, por no ser exhaustivo, los judíos huyen de Francia como no había sucedido desde la Segunda Guerra Mundial, debido a la ola del nuevo antisemitismo que se extiende como la pólvora.
Se ha estudiado que en un periodo de 12 años, el 25 por ciento de la población europea será musulmana. El problema no es el número de musulmanes, el problema real es la no integración a la sociedad que les ha acogido, a cambio de su implantación fundamentalista cultural. Wilders también avisa de otros aspectos que, de ser ciertos, llegarían a las instituciones más importantes desde donde controlar y diseñar la nueva Europa, y señala por ejemplo que: «El fiscal general democristiano está dispuesto a aceptar la sharia en los Países Bajos si hay una mayoría musulmana». Nuestra mentalidad blanda, sometida a la dictadura de la democracia, al consenso aunque sea de una mentira, no nos permite ver cómo nos devoran los que nos dicen por activa y por pasiva que nos quieren devorar.
Las sociedades progresistas no ven el peligro que verdaderamente representa esta intrusión, porque este tipo de pensamiento social, el progresista, radica en su huida hacia adelante sin un ápice de análisis. Su propio planteamiento filosófico, obliga a aceptar todo aquello que exige tolerancia. El problema progresista, es la tolerancia fofa y acrítica que termina fagocitando al que la practica.
Los cardenales Müller y Sarah alertan sobre la inmigración ilegal masiva: «Puede destruir la identidad nacional», y es que es realmente lo que sucederá, puesto que los fundamentos culturales islamistas son innegociables, entre otras cosas porque no se basan en la justicia, ni en la libertad, ni el amor, como sucede con el cristianismo. Quienes permiten este desatino, los políticos y funcionarios de alto rango que trabajan denodadamente en ello desde los despachos de Bruselas, a las órdenes de ciertos poderosos mundiales, tienen un plan que el cardenal Müller define muy bien: «Quieren que todo el mundo esté atomizado, sin raíces ni identidad culturales y religiosas». Y lo quieren porque saben que sin el espacio de intimidad y protección que aporta la familia, las raíces personales y la seguridad jurídica que toda sociedad democrática sana provee, el hombre es un pelele, un muerto viviente manipulable. Como dice un viejo adagio apache, “tienes que mentir de tal manera que todos vengan hasta las llamas y luego te den las gracias por sus quemaduras”.
El Islam es una religión. Sí, claro, tiene un dios, un más allá y 72 vírgenes. Pero la realidad es que el Islam es una ideología política que establece un sistema con reglas precisas para la sociedad y la vida de cada persona. No lo olviden.
Sumisión (Anagrama) Michel Houellebecq. Esta magnífica novela llegó a las librerías francesas el mismo día del trágico atentado contra Charlie Hebdo y Houellebecq, acusado de islamofobia. Más allá de la polémica, Sumisión es una novela de «política ficción», como 1984 y Un mundo feliz, una turbadora fábula política y moral, en la que coexisten intuiciones poéticas, efectos cómicos y una melancolía fatalista.
Los poderosos (Sekotia) Marcos López Herrador. Los movimientos de masas migratorias de oriente a occidente no obedecen como nos quieren hacer creer a huidas de lugares masacrados por la guerra o el hambre. Aunque obedece a cierta verdad en los países de origen, choca la forma estructural y calculada de hacerlo, de manera que llegan más hombres jóvenes, fuertes y sanos, que ancianos, mujeres y niños. Todo esto está financiado por objetivos de alto interés financiero e ideológico, cuya moneda de cambio somos usted y yo. Lea Los poderosos, y asómbrese.
La extraña muerte de Europa (EDAF) Douglas Murray. Este libro trata los lamentables fallos del multiculturalismo, de la política de Angela Merkel sobre la emigración que hoy asola nuestras ciudades. Descubre el malestar existente en el propio corazón de la cultura Europea. Douglas Murray estudia a fondo las causas de este fenómeno, tan vigente y tan dramático, su realidad presente, los problemas que tal situación conlleva y sus posibles consecuencias.