Decíamos ayer que Madrid se ha convertido en la raíz espiritual de España pero, con ello, no queríamos decir que la Eucaristía en honor de la patrona de la capital debía convertirse en la pugna mediática entre Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y el Alcalde, José Luis Martínez Almeida, cuando ambos asistían a la misa oficiada por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. Madrid puede ser la raíz política de España pero quizás no era el día más indicado para enfatizar esta condición.
La derecha cainita siempre es así. No se une, como hace la izquierda, cuando está en el poder sino que se desune. Cuando está en el poder o cuando va directa a lograrlo. La izquierda, además, en cuanto ve que uno de sus líderes asciende se le dice aquello de "y de lo mío qué". La derecha, en cuanto ven que alguien va hacia la cima le tira de la pernera hacia abajo.
El ejemplar favorito de esta derecha cainita es Teodoro García Egea, secretario general del PP, al que Pablo Casado hace más caso en cuestión de estrategia que de ideología, cuando lo cierto es que no debiera hacerle caso ni en lo uno ni en lo otro. Y por otra parte, Ayuso debería tranquilizar su vanidad.
Lo malo es que con todas estas 'chuminás' nos hemos olvidado de lo más importante. Nos hemos olvidado de que, como decía un sacerdote en la enjundiosa mini-homilía del día de la Almudena -no salió en los telediarios-, en una iglesia madrileña y citando al poeta Luis Rosales: "nadie llora de pie".
Y es que el Evangelio, para la diócesis de Madrid, de esta mañana situaba a María al pie de la cruz, en el momento en que Cristo le nombra madre de todos los creyentes. No me extrañaría que la Madre de Dios, al pie de la cruz, no hubiese derramado muchas lágrimas. No todas las lágrimas son de tristeza y la tristeza más aguda suele ocultar el llanto.
En cualquier caso, quiero creer que si la Iglesia ha elegido el "stabat" de María como evangelio del día de la Virgen de la Almudena para las eucaristías madrileñas, no ha sido sin querer. Son esos mismos versículos que hicieron expresar a José María Pemán, nuestro clásico contemporáneo, esto de aquí:
Tronaba el cielo rugiente.
La tierra se estremecía.
Bramaba el agua... María
estaba, sencillamente.
Estar es la mejor manera de acompañar en el dolor. El consuelo no tiene por qué ser grandilocuente pero sí presencial. En pie, erguida... y casi nadie llora de pie, sino inclinado, sentado o abatido.
Y más: Margarita de Jesús, la fundadora de las Hermanitas de Jesús, decía a sus religiosas que hicieran nacimientos donde hasta la mula y el buey sonrieran. Y, más que nadie, Santa María.
El arzobispo Carlos Osoro no ha hablado de la alegría de la Virgen en su homilía durante la ceremonia de la celebración de la Virgen de la Almudena (no se lo van a creer: Ayuso y Almeida tampoco), pero sí ha pronunciado una frase que merece la pena repetir: "Se puede creer o no en Dios, pero no es lícito promover que sea retirado de la historia de los hombres". Lo que recuerda aquella frase, casi axiomática, de que "Dios existe o no existe independientemente de que yo crea o no crea en Él".
En cualquier caso, me temo que esta idea básica de la Festividad que hoy celebramos no ha sido captada por las cámaras de Televisión, porque los medios nos preocupamos de las cosas realmente importantes: por ejemplo, si Ayuso presidirá o no el PP de Madrid. Yo mismo, esta noche, he vuelto a sufrir de insomnio al no poder dilucidar la cuestión.
En cualquier caso, Madrid puede ser la raíz política de España pero quizás no era el día más indicado para enfatizar esta condición.