Lo siento, pero esto es demasiado bueno como para callarlo: atención a la respuesta que el obispo de Asturias, Jesús Sanz Montes, le propina a la exportavoz parlamentaria del PSOE en Madrid, ahora delegada del Gobierno en Asturias, la delicada Adriana Lastra. Ahí va y no se la pierdan, por favor: "Viene la seño con consignas. Marcando el paso desde su ideología. Atrevida ignorancia que impone temas, censuras, amenazas y agenda. Lecciones quien puede no quien quiere. Amo demasiado la libertad, esa que se deriva de la Verdad, como para encogerme ante etiquetas sincronizadas”. Hacía mucho que no contemplaba un zasca de estas dimensiones, y nunca lo había visto en la pluma de un obispo. Y créanme, se queda corto en su fineza eclesiástica. Porque no se ha hecho la miel para la boca del asno y porque es una respuesta a los exabruptos de la finísima Adriana, quien ha calificado al obispo de ultra y, encima ha dado a entender que ama el dinero y la corrupción, ¿con alguna razón? Ninguna, simplemente la niña quería insutlar e insultó. Así, amenaza con no acudir a la Fiesta de Covadonga.
Volvamos atras. Dicen que el Alzheimer no es mal remedio contra el rencor, principal subproducto de la soberbia, el orgullo personal, ese que muere 24 horas después de expedido el certificado de defunción.
Digo esto porque aún no se olvidado famosa homilía del obispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, en Covadonga el pasado 8 de septiembre de 2023, Fiesta de la Santina, ante el presidente de la Junta del Principado de Asturias, el excelentísimo y escandalizable Adrián Barbón, a quien Dios guarde muchos años como expresidente del Principado.
Desde Madrid no ocupé mucho de ello en su día pero acabo de pasar por Covadonga y no me ha costado encontrar en mi Asturias natal noticias sobre la homilía que provocó el pandemonio de la clerecía progre y de los políticos asturianos, casi todos ellos progres, pero sí me ha costado encontrar en Google el texto original que propició tal entusiasmo.
Es un texto magnífico, profundo, brillante, poético. No me extraña que Barbón se rasgara las vestes: atentaba contra sus mentiras políticas, como la Agenda 2030, a la que cita expresamente como una de las grandes trampas contemporáneas y, sobre todo, un discurso de esta categoría atenta contra la superficialidad intelectual de presidente asturiano. Ahora lo entiendo todo.
Sanz Montes habla, por ejemplo, de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa y pone la cosas en su sitio: “En aquel millón y medio de jóvenes no se dieron borracheras, ni destrozos urbanos, ni violaciones en manada, ni toneladas de basura tras su marcha. Tratamos de tantas cosas. También de la ecología de la que tantos hablan, pero sin la carga ideológica de la Agenda 2030, ni el paseíllo manido por las pasarelas de tanta monserga vacía, aunque tan bien subvencionadas que terminan siendo subversivas. Porque hablar de ecología es hablar de que nos importa la vida, toda la vida, evitando caer en la trampa engañosa de salvar sólo algunas floras y faunas clasificadas por ciertas corrientes ecologistas que acaban siendo ecolojetas, mientras dejamos al pairo la vida humana más vulnerable: la no nacida aún, o la que precipita su final con la ayuda matarife de una eutanasia letal sin la asistencia paliativa censurada, o la vida de quien sigue su camino con mil dificultades al perder el trabajo, al no estrenarlo todavía o al extraviar el sentido de las cosas hermosas como es el amor que no caduca, el perdón que no claudica o la paz que no trafica con inconfesables intereses y clandestinas divisas”.
Naturalmente, aquello no lo podía permitir el mandamás de mi pueblo, don Adrián Barbón. En cuanto un obispo o cualquier cristiano, habla claro, lo masacran. Y si habla de la Agenda 2030, es decir, si abandonan el terreno estrictamente espiritual -sus rezos y esa cosas-, en cuanto se entromete en la “vida real”, la reacción es feroz: ¿qué se han creído estos curas? ¡Que regresen a la sacristía de inmediato!
Hay que releer esa homilía. Ahora mismo, contamos en España con dos obispos valientes: José Ignacio Munilla, en Alicante y Jesús Sanz Montes, en Asturias. Hay que escucharles, hay seguirles y hay que defenderles: nos va mucho en ello. Porque en el siglo XXI necesitamos curas 'trabucaires'. Cuantos más, mejor. Munilla trabaja en la radio (Sexto Continente) y se atreve a decir cosas como que el Gobierno ha fracasado con su famoso programa para bloquear la pornografía electrónica para menores (¿por qué no toda la pornografía?) o que el alabado ucraniano Zelensky al final se ha caído de la burra y en lugar de insultar al Vaticano, asegura que es necesario negociar una paz justa.
Lo dicho, quiero más curas trabucaires, más Sanz y más Munillas, por favor.