Los antropólogos entienden que existe civilización cuando una sociedad empieza a enterrar y rendir culto a sus muertos. Por tanto, supongo que deberíamos entender que la civilización desaparece justo en el momento en que, por ejemplo, en Nueva York, se permite utilizar el cuerpo humano como compostaje. Ya saben, como el chiste del entierro de la suegra, en el que el yerno acude a la funeraria y...

-Buenas, que se ha muerto mi suegra y quiero ver cómo podemos enterrarla.

-Pues mire, le acompaño en el sentimiento. Los procedimientos son tres: nicho, monumento o cremación.

-No corra usted riesgos: aplique los tres.

Pues ahora en Nueva York, añadan una nueva posibilidad: utilice el cuerpo de la suegra para compostaje. Ya saben, como David el Gnomo, cuya muerte era una fiesta porque se fundía con un arbolito y resucitaba convertido en rama de ciprés, o quizás en cucaracha, como creen los hindúes. Todo esto resulta, además de una profanación del cuerpo humano, que es algo muy importante, una horterada de mucho cuidado.

Miren ustedes: para lo único que cabe utilizar restos humanos, pues el hombre es hijo de Dios, es para salvar a otro hombre, de la misma manera que para lo único que sirve salvar el planeta es para dejárselo en buen estado de revista a las próximas generaciones de seres humanos. De otro modo, al planeta que le vayan dando por donde amargan los pepinos y se rompen los cestos.

Uno comprende que todo neoyorquino es un aspirante a majadero, pero deberían templar el ánimo para cometer, tan solo, las estupideces estrictamente necesarias.

Alguien definió a los niños abortados, los santos inocentes de nuestra era, como ‘bebés para quemar’. Ahora tendremos que hablar de seres humanos para compostar. Es menos grave, dado que el aborto es un homicidio y la novedad neoyorquina constituye una profanación de los cadáveres, pero todo es profanación. Y cuidado, porque la profanación del cuerpo humano, un signo de nuestro tiempo… corre paralela a la profanación del Cuerpo de Cristo eucaristizado… otro signo, mucho más grave y en alza en nuestra época.