Comenzamos esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos en Bielorrusia, donde el pasado 30 de diciembre, el padre Henrykh Akalatovich fue sentenciado a 11 años de cárcel  por supuesta «traición a la patria», recoge Infocatólica.

El presidente Alexander Lukashenko, un autócrata cercano al mandatario ruso Vladimir Putin, utiliza ese tipo de acusaciones contra los opositores políticos y se vale de ello para encarcelarlos.

Sin embargo, el sacerdote Henrykh Akalatovich (64 años) ha negado «todas las acusaciones», según informó el Centro de Derechos Humanos Viasna, cuyo portavoz, Pavel Sapelka, denunció: «La dura sentencia tiene como objetivo intimidar y silenciar a cientos de otros sacerdotes de cara a las elecciones presidenciales de enero».

Según el Informe 2023 sobre la Libertad Religiosa de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), Lukashenko lleva a cabo una represión autoritaria con «consecuencias devastadoras para la sociedad civil y los derechos humanos, incluida la libertad religiosa». «La mayoría de los derechos humanos, incluida la libertad religiosa, están en peligro debido a la naturaleza autoritaria del gobierno en Bielorrusia», añade el informe de ACN.

Nos vamos ahora a Corea del Norte, uno de los regímenes más beligerantes contra la libertad religiosa, sobre todo la de los cristianos.

Como se sabe, en Corea el Norte hay una dictadura totalitaria comunista bajo el mando del cruel Kim Yong un, responsable último de esa persecución.  

Joo Min (nombre ficticio), un joven norcoreana, la vivió en carne propia, cuenta Puertas Abiertas. Esta joven se vio obligada a huir de su país por la pobreza. En la frontera encontró ayuda de cristianos que la acogieron con cariño. “Escuché el evangelio por primera vez”. Y se convirtió al cristianismo. “Acepté a Jesús como mi Salvador”.

Después de algunos años huida, Joo Min sintió que el Espíritu Santo le pedía: “Vuelve a Corea del Norte”. “Me sentí llamada a compartir todo lo que aprendí con otros cristianos secretos en Corea del Norte, mi tierra natal. Así que tomé la decisión de cruzar nuevamente el río”, cosa que hizo, sabiendo a lo que se arriesgaba.

Ahora vive en Corea del Norte, donde lidera una iglesia secreta: “Si me atrapan, podría terminar en un campo de trabajo forzado, pagando un alto precio por ser cristiana”.

Nuestro siguiente destino es Bangladesh, donde los cristianos también sufren persecución a causa de su fe en Jesús.

Es el caso de Kulsum y Hamila (nombres ficticios), dos mujeres cristianas que están recibiendo amenazas por parte de líderes islámicos y políticos locales para que sus familias abandonen la fe en Jesús.

Por ejemplo, a Kulsum esos individuos le han chantajeado con que sus hijas deben renunciar a su fe cristiana porque, si no, no podrán volver al colegio. Y también ha recibido amenazas de muerte, como ella misma narra: “Nos amenazan con que, si no renunciamos a nuestra fe, nos matarán. Pero yo les dije: Si es necesario, pueden matarme, pero no renunciaré a Cristo”, recoge Puertas Abiertas.

Por su parte, Hamila, de 38 años, tuvo que mandar a su hijo de 16 años a un refugio en otra ciudad, mientras ella y su marido tuvieron que huir a una aldea cercana por las repetidas amenazas sufridas.

 “Nunca imaginé tener que esconderme por mi fe en Jesús. Antes tenía una casa y todo lo necesario, pero ahora no tengo nada. Estoy completamente dependiente de otros”, dijo Hamila.

Pero, a pesar de todo, permanece firme en su fe en Jesús y está decidida a seguirlo: “No renunciaré a mi fe. Sé que, si lo hago, los musulmanes me aceptarán de nuevo y podré regresar a casa libremente. Pero no quiero la simpatía de aquellos que perpetraron esta violencia. Estoy orando para que Dios abra un camino para mi familia”.

Son dos valiosos ejemplos de la valentía de cristianos corrientes, que sin embargo necesitan ser apoyados por la oración de sus hermanos en la fe en otras partes del mundo.