Siendo obispo de Cracovia Karol Wojtyla, futuro Juan Pablo II, hoy canonizado, un sacerdote de su diócesis vino a verle para pedirle ayuda: quería dinero para poder pagar el impuesto especial que los comunistas polacos le exigían por su parroquia bajo pena de cárcel. Era una forma de fastidiar a la Iglesia inventada por los musulmanes.

Pues bien, se encontró con una respuesta de su obipso, que el buen párroco no se esperaba:

-Deja que te detengan.

Y le detuvieron, por no pagar la tasa.

Media hora después llegaba a la parroquia el obispo Karol y comunicaba a la feligresía del encarcelado que a partir de ese mismo momento él era el nuevo párroco. De inmediato comenzó a administrar los sacramentos y de la forma más visible posible.

Era una forma de retar al poder comunista: y ahora, si queréis, encarcelad también al obispo.

Al final, no le encarcelaron y soltaron al párroco, que pudo volver a sus funciones.

San Juan Pablo II acabaría con el comunismo soviético en toda Europa.

Lo cuenta Religión en Libertad. El obispo de Alicante, José Ignacio Munilla, no sólo enseña al que no sabe sino que se solidariza con quien defiende a Cristo con el espíritu de los huevos con chorizo: un plato en el que la gallina se solidariza pero el cerdo se compromete. 

Eso de que un obispo se ponga al lado de quien puede ser juzgado y encarcelado por ayudar, por hacer el bien, en esta sociedad de chiflados, es algo que merece la pena valorar.

Veamos, el cristianismo exige tratar con respeto y suma delicadeza al homosexual pero condena la homosexualidad sin ambages. Ayudar a alguien a recuperar la heterosexualidad es sencillamente ayudarle a lo mejor… como así ha sido en todas las culturas y en todas las civilizaciones, desde hace siglos.

Lo dice el Catecismo… de Karol Wojtyla (1992).