Lo cuenta la agencia Zenit: el cardenal canadiense Marc Ouellet ha decidido querellarse contra la mujer que le acusó falsamente de abuso sexual. El mandato primero de un príncipe de la Iglesia ante la acusación personal es callar o aguantarse: poner la otra mejilla. Así debe ser.
Ahora bien esto es como aquella afirmación teológica-castiza-cachonda según la cual es pecado desear que alguien se muera pero no que se vaya al Cielo.
En serio, hay que poner la otra mejilla pero también hay que evitar el escándalo. En España, la pederastia clerical afecta al 0,2% de la pederastia total y, sin embargo, cura y pedófilo han pasado a ser sinónimo. Acusaciones falsas de abuso contra mujeres o niños pululan por doquier. Que la figura más importante de la Iglesia canadiense sea acusada por una embustera de abuso sexual, no puede responderse tan sólo con el silencio. No, si consideramos la exageración lamentable que se ha hecho del asunto para destrozar la imagen de la Iglesia de Roma. Contra querella, querella: no hay otro remedio. Y lo digo yo, que siempre he pensado que en el mundo existen dos tipos de personas: las buena y las malas. Las buenas son las que no interponen querellas a sus semejantes.
Además, ahora hay cambio de ciclo: el NOM quiere normalizar la pederastia. Ya no le sirve para atacar a la Iglesia
El paso que ha dado el canadiense es importante porque supone que la Iglesia contraataca en materia de pederastia clerical, harta de falsas acusaciones y de grandes exageraciones.
Además, ahora hay cambio de ciclo: el NOM quiere normalizar la pederastia. Ya no le sirve para atacar a la Iglesia: al menos, empieza a servirle menos porque la gente ya no traga con tanto embuste y contra exageración. Por tanto, es la hora de jugar en los tribunales. Al menos, que la falsa acusación no quede sin respuesta y que al perjuro y al calumniador le sorprende, si no el castigo penal, sí la vergüenza pública.