Efectivamente, el caso Gaztelueta es el calvario de un inocente, el profesor acusado y condenado injustamente y sin pruebas, de abusar sexualmente de un alumno.
Basta un breve recorrido por los hechos para ver las contradicciones de la acusación, la injusticia manifiesta del juez que condenó al profesor sin pruebas y a una condena de 11 años, superior incluso a la que solicitaba la Fiscalía y el abogado de la acusación, y la injusticia pertrechada por el Tribunal Supremo cuando atendió el recurso presentado por el acusado y, en lugar de declararlo inocente -no había pruebas-, redujo la pena a 2 años porque, a su juicio, la versión de la acusación era “verosímil”. Increíble pero cierto.
La acusación cayó en contradicciones en más de una ocasión. Por ejemplo, cuando afirmó que el docente cerró las persianas del despacho, cuando en realidad no había persiana alguna ni nada que se le pareciera
Y no solo no había pruebas -no podía haberlas porque el profesor nunca abusó sexualmente del alumno- sino que, durante el juicio, la acusación cayó en contradicciones en más de una ocasión. Por ejemplo, cuando afirmó que el docente cerró las persianas del despacho, cuando en realidad no había persiana alguna ni nada que se le pareciera. El juez, sin embargo, no dio importancia a ese pequeño detalle.
Por cierto, todo esto comenzó como un caso de ‘bulling’ y cuando el alumno ya se había marchado del colegio, cosa que hizo en 3º de la ESO porque sus padres querían que aprendiera más inglés. Entonces, ¿dónde hubo ‘bulling’? En la parada del autobús, que coincidía con la de la ruta del colegio. En otra ocasión hablaremos de ello, que ahora alargaría demasiado el artículo.
Tras meses de investigación, entrevistas con los implicados, testigos, compañeros, profesores, etc. el visitador apostólico del Vaticano emitió un informe en el que dejó bien claro que no había ningún indicio de culpabilidad por parte del profesor
Lo que sí conviene resaltar es que, cuando saltó el caso de abusos sexuales -la primera acusación del alumno fue que el profesor le sentó en sus rodillas- el Vaticano envío un visitador apostólico al colegio, Silverio Nieto, que tras seis meses de investigación, entrevistas con todos los implicados, alumnos, profesores, compañeros… emitió un informe en el que dejó bien claro que no había ningún indicio de culpabilidad por parte del profesor. Punto y final. El Vaticano entonces emitió un comunicado afirmando que el profesor era inocente y que se debía restaurar su buen nombre. Se pueden imaginar la poca repercusión que tuvo en los medios españoles.
En cualquier caso, todo parecía finiquitado -a pesar de la condena injusta de dos años- hasta ahora, porque el padre del alumno, Juan Cuatrecasas, que curiosamente ha medrado en su carrera profesional desde que se inició el caso y ha llegado a diputado del PSOE por La Rioja, ha seguido enviando cartas al Vaticano para que reabriera la investigación: si el TS condenó al profesor, ¿cómo es posible que la Iglesia cerrara el caso?
Fue entonces cuando el Papa, saltándose a la Nunciatura y, más sorprendente todavía, a la propia Congregación para la Doctrina de la Fe, encargó la formación de un nuevo tribunal canónico para juzgar, por segunda vez y sobre los mismos hechos, a un laico. El tribunal estará presidido por el obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué, prelado próximo al presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella, y que en alguna ocasión ha manifestado en público su escaso afecto hacia el Opus Dei.
Curiosamente, el padre de la víctima, Juan Cuatrecasas, ha medrado en su carrera profesional desde que se inició el caso y ha llegado a diputado del PSOE por La Rioja
Como decimos, Satué, valido de Omella, ha jugado un papel clave en todo esto y especialmente en esta reapertura canónica como enlace con Roma. Además de Omella, destaca el papel de Germán Arana, el jesuita más poderoso dentro de la Iglesia. Se da la circunstancia de que Arana es muy amigo de la familia Cuatrecasas. Y la guinda del pastel, el obispo de Bilbao, Joseba Segura, cuyo aprecio por la Obra es completamente inexistente.
Todo apunta a que la intención de Cuatrecasas es mantener vivo el caso y exigir una indemnización millonaria al colegio. Sea lo que fuere lo que suceda, lo único claro y que no admite ninguna duda es que el profesor es inocente.