Lo he oído en RTVE, al rebufo de una exposición sobre objetos de la vida en los conventos de monjas de clausura. No piensen que nos mostraban imaginería religiosa sino vestidos de lujo y joyas de lanzamiento.

Lo mejor eran las explicaciones de los presuntos especialistas, también llamados expertos. Uno de ellos nos asegura que las mujeres se recluían, acompañadas de sus criados, para evitar matrimonios forzosos. 

Es verdad que cuando te obligan a casarte con quien no quieres puedes reaccionar de muchas formas, alguna incluso violenta... ¡pero encerrarte de por vida! Humanamente hablando, muy feo tenía que ser el maromo para preferir una celda.

Luego está lo de que se encerraban con los criados. Hombre, basta con leer a Teresa de Jesús para descubrir que en la historia monacal ha habido abusos pero eso de entrar en clausura con tus criados, digamos que no es lo más habitual en la historia de la cartuja.

Pero sobre todo, en ningún momento de la información, ni tan siquiera por alusión o evocación, la autora del reportaje, o alguno de los expertos reseñados, al menos incoara la información de que la mayoría de las monjas de clausura ingresaban en el claustro por amor a Dios. 

Lo cual me recuerda aquella viñeta del genial Forges en el que un policía municipal le está imponiendo una multa a un automovilista. El sancionado se revuelve:

¡Joé con estos guindillas, parece que sólo están para poner multas!

A lo que el aludido responde:

-No, si te parece estamos para servir al público.

Pues eso, que he llegado a la conclusión de que no es que España se esté desacralizando: es que se está idiotizando.