Lo cuenta en una carta Jorge Fomperosa, ese gran defensor de la sacralidad de la Eucaristía, recordando las crónicas de Fátima: “En la última aparición del ángel a los pastorcillos de Fátima, sostenía en su mano izquierda un cáliz, sobre el cual estaba suspendida una hostia, de la que caían algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la hostia suspendidos en el aire, el ángel se postró en tierra junto a los niños y les hizo repetir tres veces la oración: Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Después se levantó, le dio la sagrada forma a Lucía y el cáliz se lo dio a beber a Francisco y Jacinta diciendo: ¡Tomad y bebed el cuerpo y la sangre de Cristo, horriblemente ultrajada por los hombres ingratos! Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”. Estábamos en 1917, hoy cerramos 2024.

Recordatorio pertinente por cuanto acabo de leer a un obispo, cómo no, alemán, asegurando que hay que promocionar otras manifestaciones religiosas, además de la misa y que según él son tan importantes como la Eucaristía. No lo duden, ese personaje no cree en la transustanciación. No cree que en el pan consagrado está el mismísimo Dios, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Si no, no diría tamañas chorradas. Y muchos sacerdotes y laicos, viendo cómo se comportan en la Eucaristía, tampoco lo creen, seguro. 

Al mismo tiempo les recuerdo la pelea litúrgica por los distintas formas de oficiar la Eucaristía. A eso añadan la grosería, cuando no vileza, con la que tratamos al Santísimo a día de hoy o cómo las profanaciones y sacrilegios se han disparado en todo el mundo. 

Sí, es evidente que la comunión en la mano se ha convertido en la vanguardia de un movimiento contra la supresión total de la Eucaristía. Y me temo que en lo que está pensando el Enemigo no es en una supresión directa de la Eucaristía sino en su sustitución por otra ceremonia, religiosa, por supuesto, en la que no hace falta ser muy listo para saber que se pretenderá su propia adoración, lo que los clásicos de la biblia llaman la abominación de la desolación: aunque creo que sería más correcto la abominación desoladora, la salvajada que provoca desolación en el hombre y en el universo. En plata; estoy hablando de una ‘ceremonia’ donde, en lugar de adorar a Dios, se adoraría a Satán. 

Eso, no se engañen,  sí que sería el fin de la historia. Y créanme, no es Francisco el que encabeza este ataque a la Eucaristía. Ahora bien, ¿cuánto manda el Papa actual en el actual Vaticano? De hecho, creo que la principal crítica que se le puede hacer al Papa verdadero y bienintencionado: o da un puñetazo encima de la mesa o la confusión crecerá. 

Sí, la comunión en la mano no es más que la vanguardia contra la supresión de la Eucaristía… o de algo peor.

Es el gran problema al que se enfrenta esta generación. El resto son problemillas.