No sé si Su Majestad, el Rey Felipe VI de España se ha percatado de que el protagonista de una felicitación navideña es el que celebra su cumpleaños, un tal Jesús de Nazaret, y no quien felicita las pascuas, en este caso un tal Felipe de Borbón y Grecia.

Por eso llama la atención, aunque a estas alturas ya no mucho, que la felicitación del Rey Felipe VI consista en un retrato familiar: el esposo, la esposa y sus dos hijas, mientras que la felicitación navideña de los Reyes eméritos, Don Juan Carlos y Doña Sofía, consiste en el cuadro de Murillo, La Adoración de los Pastores, donde, miren por dónde, sí aparece el protagonista de esas fiestas, el Niño-Dios. Pero claro, la felicitación navideña de su padre, al que mantiene desterrado en Dubai, no tiene la misma relevancia. 

En plena crisis monárquica por el librito de Jaime Peñafiel, la reina Letizia vuelve a exhibirse, retadora. Ella no admite un "pasado salvaje", ella es una referencia para España, un icono de la mujer española

Es sabido que doña Letizia, reina consorte de España, tiene cuentas pendientes con lo sobrenatural, con quien nunca ha querido, o no ha tenido tiempo, dada su tremenda agenda, establecer un diálogo constructivo que permitiera alcanzar un acuerdo para la concordia, pero tampoco resulta imprescindible que su esposo, conocido como su Majestad Católica, se muestre tan laico en Navidad, porque recuerda aquella anécdota de Chesterton cuando, su autobús londinense pasó frente a una Iglesia que tenía expuesto un Belén y oyó expresar a su compañero de asiento:

"Estos cristianos... hasta la Navidad quieren convertir en religión".

En cualquier caso, si doña Letizia no quiere introducir simbología religiosa en sus felicitaciones navideñas, que como es sabido nada tienen que ver con la navidad, es decir, si la Reina y el Rey no creen en la Navidad que no la celebren, que no nos feliciten las fiestas.

Porque, además, y palabra que no quiero ponerme dramático, sorprende que, en plena crisis monárquica por el librito de Jaime Peñafiel, la Reina Letizia vuelva a exhibirse, retadora, en su Navidad laica. Ella nunca ha admitido, como su colega noruega, Mette-Marit, un "pasado salvaje". Por el contrario, se considera una referencia para la España moderna. Y de ahí no le baja nadie pero claro, el pueblo, siempre jacarandoso y puñetero, interpreta tan patricia dignidad como muestra de soberbia plebeya.

Ojo: el nuevo ataque a la monarquía no procede de la izquierda sino de una familia política que ha medrado con el Partido Popular. ¿Cuál es el problema de España, el PP o el PSOE... o ambos?

Y mucho ojito: el nuevo ataque a la monarquía no procede de la izquierda, no procede de Sánchez, pues Felipe VI no podía desear un presidente mejor que don Pedro, que le chantajea, sí, pero, al mismo tiempo para los pies, al menos mientras le convenga, al republicanismo rampante. No, ahora mismo el fuego es amigo y letal: procede de una familia política, de cuyo nombre no quiero acordarme, que ha medrado con el Partido Popular. Naturalmente, una familia de derechas de toda la vida, pero de derecha moderna, o sea, progresista. 

Quiero decir: la unidad de España, principal deber del monarca, es, ante todo, un deber moral, dada la esencia y la naturaleza católicas de la nación española. Ahora bien, ¿con qué fuerza moral va a defender Felipe VI esa unidad de España?