Me encanta el cartel de la Comunión Tradicionalista y Carlista (CTC). En efecto, para terminar con la violencia contra la mujer, tres recetas que no dejan de ser una sola: respeto a la vida, evangelización y caballerosidad.
En lo único que discrepo es en el orden, porque de la evangelización dependen el derecho a la vida y la caballerosidad. Ergo, debería ir en primer lugar.
Sí, entiendo que un ateo también puede ser lo suficientemente científico como para concluir que tras la concepción existe un ser humano con un ADN distinto del del padre y del de la madre. Ahora bien, el defensor del derecho a la vida suele ser cristiano porque sabe que es Cristo quien elevó a la creatura humana a la dignidad excelsa de Hijo de Dios.
Mujer: si quieres perder tu feminidad hazte feminista. Varón: compórtate como un caballero cristiano
Por otra parte, la caballerosidad también pende del Evangelio. Resulta que a Dios le gusta el alma femenina, sin duda porque la virtud más excelsa es la humildad y la mujer suele ser más humilde que el varón. Es decir, que la mujer merece un respeto especial. Y la humildad convierte a la feminidad en algo verdaderamente formidable, sagrado, cuyo valor radica en el acogimiento, en su capacidad mediadora y en su sentido innato por lo próximo, es decir, por lo pequeño. La felicidad tiene más ensoñaciones que ambiciones, y es más creativa porque percibe que el poder sólo es la capacidad de infligir dolor. ¿Y cuando surge una hembra retorcida y maliciosa? Pues eso sólo confirma la tesis clásica: la corrupción de lo mejor, que es la feminidad, se convierte en lo peor.
Y si las feministas denuncian la caballerosidad como machismo es simplemente porque el feminismo es un movimiento nacido para acabar con la humildad femenina, esto es, para acabar con la grandeza excelsa de la mujer, además de un movimiento extraordinariamente histérico y majadero.
Mujer: si quieres perder tu feminidad hazte feminista.
Varón: compórtate como un caballero cristiano.