Anécdota real, aunque de tiempo atrás. Un cura se niega a dar la comunión a una feligresa que cohabitaba con quien no era su marido. La feligresa se enfada y abandona la parroquia. Al poco tiempo, vuelve y le da las gracias al sacerdote:

-Gracias, porque ahora valoro más los mandamientos. Los curas lo habéis puesto todo tan fácil que nos hemos acostumbrado.

Pero el efecto de la tibieza es de ida y vuelta. Desde los curas a los laicos y desde los laicos a los curas.   

Decíamos anteayer aquello de ¡qué grande es Polonia! No sólo por cómo acoge a los refugiados ucranianos sino por su lealtad a sus principios cristianos. Ante el despelote germano, los obispos polacos, mucho más inteligentes y profundos que los teutones, se han visto obligados a recordarles qué es lo cristiano y qué no lo es.

La historia tópica -océanos de palabras, ríos de tinta, también míos- asegura que el mal de la Iglesia está dentro y arriba. Y es cierto pero olvidémonos por un momento de lo de arriba y centrémonos en lo de dentro. Porque dentro de la Iglesia hay clérigos y laicos, ambos dos, y resulta curiosísimo que nos hayamos olvidado de que, si bien los curas nunca se salvan ni se condenan solos, sino bien acompañados de un nutrido grupo de laicos a quienes guiaron hacia el Cielo o hacia el Infierno, no lo es menos que muchas veces son los laicos los que sostienen, o bien pervierten a los sacerdotes. Ni a unos ni a otros les gusta complicarse la vida. Es más fácil aplaudir que amonestar.

Y todo esto me lleva al último libro de revelaciones de Jesucristo a la madrileña Margarita de Llano, quien dice lo siguiente: "Tantos matrimonios infieles a la ley de Dios, que habéis dicho por activa y por pasiva que es una ley incumplible... habéis convencido a mis sacerdotes de ello". 

La guinda de la tarta: a lo mejor no es casualidad que las órdenes y congregaciones religiosas que no ceden en su regla tengan más vocaciones que aquellas que han optado por normas blandas y comportamientos tibios. Recuerden que, en España, los jesuitas cuentan con cinco novicios

A lo mejor han olvidado que la alegría es un árbol que tiene sus raíces en forma de cruz

Un cristianismo fácil es un cristianismo falso. Dios es exigente.