Es un tuit pero tiene la genialidad de lo breve e inteligente. En efecto, hemos cambiado a Cristo por el yoga y a la oración, que es diálogo con el Padre Eterno, por la meditación, que es monólogo y, a menudo, entontecimiento de boca abierta.
El ayuno y la abstinencia católica -el primero reducido a dos días por año- no es nada, al menos si lo comparamos con los estúpidos pero titánicos esfuerzos de ayuno severo que hace la gente para poseer una presunta buena figura, para gozar de una presunta buena salud o, aún más presuntamente, salvar al planeta.
Dejaste de confesarte con el cura de la parroquia de al lado, pero ahora vas al psicólogo, que ni es gratis ni absuelve los pecados. Simplemente escucha tus neuras por dinero. Vamos, que el confesor era un aficionado que no cobra, mientras el psicólogo es un profesional: cobra y tú le importas un pimiento, tan solo eres materia prima de trabajo.
Pues sí que hemos mejorado.
Ya lo decía Chesterton: cuando no crees en Dios, terminas por creer en cualquier cosa. En el yoga, la dieta vegana, la sostenibilidad del planeta… o en el psicólogo. Como creer es confiar, mejor confía en Cristo. Se obtienen mejores rendimientos.