"Siempre han estado vinculadas la grandezas de Francia y la libertad del mundo", decía Charles de Gaulle. Ojalá muchos españoles pensaran igual.

Recordaba aquella tesis de Talleyrand y Fuché, lindamente expresada al albur del Congreso de Viena, con una caradura sin igual: el derrotado ha sido Napoleón, no Francia. Conviene no confundir. Y Metternich aceptó tan absurda tesis por aquello de ganar a la Francia revolucionaria para el Absolutismo del Antiguo Régimen, que el austriaco pretendía recuperar. 

Pues bien, con mucha más razón que Talleyrand y Fouché, el actual Rey de España, SM Felipe VI de Borbón, podría decir, aunque no lo dirá, que siempre han estado vinculados el sacrificio de los españoles con la libertad de los hijos de Dios, es decir, con la libertad de la Iglesia de Roma para expandir la paz, la justicia y la libertad por el mundo entero. 

Dicho de otra forma, el orgullo español es la hispanidad, que es, ante todo, cristiandad. El orgullo de España es haber sido el país más fiel a la Iglesia de Cristo.

El progresismo envenena tanto a la izquierda como a la derecha. En la izquierda se convierte en un alimentavagos; en la derecha, cambia la meritocracia por la eficacia

Ahora bien... el complejo de inferioridad que atenaza a los españoles desde hace décadas y la utilización que el Sanchismo ha hecho de la soberbia de Pedro Sánchez, confundida con el "orgullo de país", así como el cainismo guerracivilista que Sánchez ha repartido por toda España, como una miasma hedionda, impide a la actual generación de españoles pensar "en hispano". 

La Hispanidad es la España que se entrega al mundo para mejorarlo. La actual sociedad española, por el contrario, está enrocada sobre sí misma, lamiéndose las heridas y en constante guerracivilismo. 

No pido que España despierte, pido que despierte el espíritu hispano de los españoles, los que enseñaron a Europa cómo había que elevar a los pueblos no civilizados: con la evangelización y el mestizaje, no con la segregación y la sustitución en el puesto de mando de los indígenas por los blancos.

Porque todo esto nos lleva a las dos grandes cuestiones del siglo XX que aún aletean en el siglo XXI: la cuestión social frente a la cuestión nacional. Es decir, a la frase de Charles de Gaulle con la que he comenzado. ¿Cuál es más poderosa? ¿La cuestión nacional o la cuestión social? Pues depende de cómo se aborde cada una.

Claro que un católico puede ser de izquierdas o de derechas... siempre que le dejen la izquierda y la derecha, claro está. Lo que no puede ser un cristiano es progresista

El peligro de la izquierda política, la de la cuestión social, es la envidia y el resentimiento, un rencor de los pobres hacia los ricos y un horror a la excelencia, que disuelve toda ida de justicia social. Vamos, que la izquierda es envidiosa. Obsérvese que cada vez que un sanchista o un podemita habla de recuperar derechos, está hablando de vengarse del rico, o de quienes ellos consideran ricos que, en ocasiones, sólo son los más esforzados. Ese rencor acaba con la meritocracia y desanima a los que se dejan la piel por el bien común porque, por tener éxito en su vida, son considerados culpables.

El socialismo, señores, es, ante todo, envidia del vecino al que le ha ido mejor que a mí

En el otro bando, el peligro de la derecha es confundir patriotismo con nacionalismo y deificar a la patria. El patriota es el que se pone al servicio de sus compatriotas porque recuerda que patria viene de padre, y que la pertenencia a una misma familia nacional exige preocuparse de los demás. Pero cuando se convierte a la patria en Dios llega el fascismo. Recuerden que Musolini y Lenin vienen de la misma raíz socialista, son hijos ideológicos del mismo marxismo.

El mayor logro del español es la hispanidad, que es cristiandad. El orgullo de España es haber sido el país más fiel a la Iglesia de Cristo

Pero lo más importante: el progresismo envenena tanto a la izquierda como a la derecha. Ha convertido a PSOE y Podemos en un alimentavagos y a la derecha le ha forzado a cambiar meritocracia por eficacia, es decir, al sistema por la persona. Por eso, por ejemplo, resulta que el PP se ha hecho abortero y partidario de la ideología de género. 

¿Qué es más importante, la cuestión social de la izquierda o la cuestión nacional de la derecha? De Gaulle decía que la segunda tenía más fuerza. Las dos son formidables, pero no deben pervertirse. Tanto el PSOE como el PP, en nombre del progresismo que ambos adoran, han pervertido tanto la cuestión social como la cuestión nacional.

¿Me estás diciendo que a España no le convienen ni el triunfo del PSOE ni el triunfo del PP? Sí, me temo que estoy diciendo eso. Ni la cuestión social ni la cuestión nacional deben divinizarse, Lo único divino es Dios.  

¡Despierta, Hispanidad! Fue España, en el mundo hispano, el que superó la tradicional confrontación entre la cuestión social y la cuestión nacional, al cristianizar ambas. En definitiva, tanto la cuestión social como la nacional son grandes cuestiones por las que merece la pena luchar... siempre que no degeneren, la una en envidia y resentimiento, la otra en vanidad y desprecio. Es decir, siempre que tanto la cuestión nacional como la social estén... cristianizadas. 

Para un cristiano, la vida es eso que viene antes de la muerte. Por eso lo cristiano es más profundo. Así que, en este sentido, no en otro, claro que un católico puede ser de izquierdas o de derechas... siempre que le dejen la izquierda y la derecha, claro está. Lo que no puede ser un cristiano es progresista.