Este minivídeo explica mejor que yo la situación. Dice que los curas deben vestir de sotana o de clériman y que, además, no es una opción sino una obligación, incluso se detalla en el artículo 284 del Código de Derecho Canónico y según las normas emanadas de la Conferencia Episcopal. ¿Que les pueden pegar por las calles? Pues que les peguen: nadie ha dicho que sea fácil seguir a Cristo. Además, si la violencia se generaliza contra los curas a lo mejor los católicos despertamos de nuestro sopor.
El hábito no hace el monje. Sí, pero le distingue y si algo necesita la Iglesia de 2024 es salir del agujero de cobardía donde se ha metido. Pero si el habito no dice nada de su interior, de su alma. Ni tiene por qué decirlo, eso sí que debe quedar en la intimidad del alma y de Dios. De puertas afuera, sotana y clériman distinguen al discípulo de Cristo, aunque su alma sea más negra que el carbón. De cualquier forma, eso nunca lo podremos saber, vista sotana o vaqueros con agujeros y pelos de mohicano.
Lo importante es que, en la sociedad de la imagen, el exhibicionismo ha pasado a ser una virtud. Hoy, los católicos debemos presentarnos como católicos y perder el miedo a la coherencia. Nos jugamos que Dios nos abandone. Recuerden: a quien me negare delante de los hombres yo también le negaré delante de mi padre que está en el Cielo.
¿Qué pasaría si mañana todos los curas se embutieran de nuevo en la sotana? Pues que cambiaría lo políticamente correcto, luego la sociedad. Las almas costará más pero el regreso de las sotanas supondría una auténtica revolución.
Por ejemplo, el Gobierno Sánchez no se atrevería a mandar a los antidisturbios contra quienes rezan el rosario en la parroquia del Inmaculado Corazón de María, a pocos metros de la sede central del PSOE.