El otro día hablábamos de la urgencia del Gobierno irlandés por legislar los mal llamados delitos de odio, que no son otra cosa que la nueva herramienta de censura contra todo aquel que discrepe del pensamiento único (aborto, ideología de género, etc.) y de los gobernantes que difunden ese pensamiento único, por ejemplo, Pedro Sánchez.
Mientras en Irlanda tramitan la ley, en Venezuela ya censuran -perdón, castigan los delitos de odio- con total normalidad y el martes detuvieron al opositor Nelson Piñero por calificar a Maduro de “narcotraficante, criminal de lesa humanidad y mega ladrón”, en un mensaje publicado el 18 de noviembre en la red social X. Le acusan de delito de odio.
Es curioso, porque la Ley Contra el Odio, aprobada en Venezuela, fue muy criticada, también a nivel internacional, porque abría la puerta a la censura, como se ha visto ahora con Piñero, pero, al mismo tiempo, esas voces críticas han permanecido en silencio cuando las mismas leyes se han aprobado en democracias como la española donde, al final, se aplica con el mismo objetivo, censurar al disidente.
Sí, es muy lamentable, pero en Occidente nos han colado la censura por la puerta trasera de los delitos de odio. Ya no hay libertad de expresión. Además, ya no se persigue sólo a los medios de comunicación, sino a todo el mundo. Es la democratización de la censura, perdón, de los delitos de odio.